lunes, 21 de marzo de 2011

La verdadera historia de Babel


Después del Diluvio, los hombres, descendientes de Noé, hablaban la misma lengua y jugaban al fútbol. Nemesio Rodríguez, cuyo nombre corporativo era Nemrod, era el hombre más poderoso de aquella tierra, y además tenía un sueño: pero dudaba entre construir la torre más alta del mundo o comprarse un club de fútbol. Nemrod hizo ambas cosas, y dedicó a la plantilla de futbolistas a construir la torre, bajo la supervisión de la compañía constructora BABEL (BArrenos y BErbiquíes Limitados). La empresa no se andaba con chiquitas, sino con chicotes, es decir, látigos de piel de hipopótamo: los obreros-futbolistas trabajaban a marchas forzadas con tan pedagógico método, y la torre subía casi tan vertiginosamente como el precio del gasoil. Entonces Dios se mosqueó. Ningún hombre debía osar llegar hasta su Reino, y menos con subcontratas. Y Dios, que era muy cuco, decidió confundir las lenguas de los hombres que trabajaban en la torre (y que en realidad eran aún los únicos hombres de esa joven humanidad) y además darles nacionalidades futuras. Así, Dios dispuso:
-Tú, serás brasileño. Serás imaginativo con el balón, rendirás a tope como mucho dos años y después te pasarás el día en los pubs de Gomorra. Llorarás durante el carnaval por no poder estar allí.
-Tú, serás argentino. Te erigirás en rey del vestuario, darás patadas sin contemplaciones, usarás hasta la extenuación el adjetivo "boludo" y tenderás a fingir lesiones.
-Tú, serás inglés. Correrás mucho.
-Tú serás alemán. Correrás mucho, trabajarás mucho y ganarás en el último minuto.
-Tú serás italiano. No correrás mucho, te recluirás en tu área, aburrirás a las ovejas y ganarás inmerecidamente la mayor parte de las veces.
-Tú serás holandés. Jugarás como los ángeles y perderás todas las finales.
-Tú, uruguayo, te harás collares de los dientes de tus enemigos, y estolas de sus pieles.
-Tú serás español. Te adornarás en exceso, te creerás mejor de lo que eres, llorarás las ocasiones perdidas y fingirás lesiones continuamente.
-Y todos, ¡todos vosotros! escupiréis muchísimo en el campo.
De repente, los hombres se dieron cuenta de que no se entendían entre ellos, que hablaban lenguas incomprensibles entre sí a excepción de los insultos, siempre universales, y decidieron partir cada uno en una dirección, con su nueva lengua y su nueva cultura futbolística. La torre quedó sin terminar y BABEL entró en suspensión de pagos; Nemrod está en el juzgado, a merced de una ley concursal. Tuvieron que pasar miles de lunas hasta que esos hombres se volvieran a reunir, gracias a un hombre que dictó una ley: La Ley Bosman.
Esta es la verdadera historia de Babel, lo creáis o no, incrédulos relativistas.

4 comentarios:

Paula dijo...

Pues mira el Babel que yo te planteo : mi hijo(10 años, no le gusta el fútbol y creo no entiende las reglas del mismo ) cuando le preguntan de qué equipo es responde : " Del Madrid y del BarÇa, de los dos " ante la mirada estupefacta de su interlocutor y cuando juega el Madrid va a casa de su abuelo (mi padre, que es del Madrid de toda la vida ) con la bufanda del BarÇa.
La pregunta es : ¿ es el chavalillo un provocador o está haciendo algún tipo de experimento con el prójimo ? Grave, grave, no es, ¿verdad ?

Anónimo dijo...

No es grave: es peligroso. Por cierto, tengo que conocer a tu padre, que debe de ser muy majo.

Hausdorff dijo...

"...Veeeen, ven hacia míiiiiiiiiiii, traeme un berbequíiiiiiiiiii, y veeeeeeeeeeeeen..."

pedro dijo...

Ya tenía yo ganas de alguna entrada de este tipo.

Epilogo:
Cada cuatro años una nueva cuadrilla de jugadores (!!! huy perdon quiero decir obreros !!!) llegan a
la torre en sus Ferraris, Aston Martin, Mercedes, BMW ... y nuevamente comienzan a trabajar. Durante tres
semanas viven en chozas oscuras, mal alimentados, con largas jornadas de entrenamiento laboral y
cada varios dias tras una agotadora sesion, despues de la cual se van quedando en el camino los menos fuertes,
reciben loas de los dioses o insultos del pueblo. Solo los mas capaces siguen adelante.

Finalmente solo queda uno, y su regreso lo hara sobre un autobus entre vitores y aplausos.

(¿Te he contado que los reyes me trajeron la camiseta con la estrella?)