jueves, 28 de mayo de 2009

Pixies

El tiempo del blog se va acortando, y me veo obligado a homenajear a uno de esos grupos diferentes que significaron mucho para mí cuando rondaba la treintena. Es posible que si hoy en día me presentaran la música de este grupo no sería tan receptivo, pero es que a los veintitantos uno tiene el cuerpo para todo. Supe de los Pixies por aquel famoso programa alternativo de la 2, Metrópolis. Encendí la TV y de repente vi el vídeo de la canción Monkey gone to Heaven, perteneciente al su LP más señero, Doolittle. Al día siguiente fui a comprar el disco, aún de vinilo,, y ahí se forjó la adicción. Fui adquiriendo los LPs previos, y los que saldrían más tarde, un total de cinco. ¿Qué tenían de especial los Pixies? Difícil de explicar. Las letras crípticas, con cierta querencia a lo paranormal de Black Francis (su madre afrimaba haber sido abducida por extraterrestres); los coros inquietantes de la bajista, Kim Deal; y la adrenalina de la guitarra de Joey Santiago, que confería ese sonido tan especial, tan pixie, que viajaba de la estridencia a la calma más desasosegante. No eran menos las portadas de los discos, tan inquietantes como la música que ncontenían: fijaos en el maxi del tipo con la espalda peluda, por ejemplo. A veces, lo confieso, algunos temas se hacían realmente insoportables, para qué negarlo. Tal vez la canción más famosa del grupo sea Where is my mind?, del LP Surfer Rosa, versionada por varios autores, entre ellos, insólitamente, James Blunt. Esta canción fue utilizada muy atinadamente en el espectacular final de la película El club de la lucha, cuando los edificios de la ciudad empiezan a desmoronarse ante la atónita mirada de Ed Norton y Helena Bonham-Carter. Sí, los Pixies mezclan bien con autores excéntricos como Chuck Palahniuk. Pero si uno quiere saborear de verdad el pixismo en su apogeo, debería escuchar las siguientes canciones: The holiday song, Mr Grieves, Wave of mutilation, Gouge Away, Debaser (¡ah, Debaser, qué temazo, qué dinamita!), Alec Eiffel, Where goes my gun?, The happening, Lonely day, Cecilia Ann (ideal sintonía para un programa de radio) y, sobre todo, Hey, quizás la canción más intensa, más conmovedora, más electrizante de los Pixies. Vuelvo a la pregunta: ¿qué innovaron? No lo sé, pero sé que cuando se separaron la gente se dio cuenta de la sensación de orfandad que nos habían dejado. Se fueron con estadios a medio llenar, y cuando regresaron para una gira de "revival", los estadios se llenaron. La gente había estado esperándolos todo ese tiempo, y abarrotó los recintos, aunque solo fuera por un día.

miércoles, 27 de mayo de 2009

El cómic de agosto

Todos los meses de agosto durante casi doce años he dibujado un cómic en Lornís. Este cómic está ambientado, por así decirlo, en la Edad media, pero una Edad Media peculiar, y con un lenguaje mezclado entre el argot, la lengua medieval, el gallego y esa variedad macarrónica del gallego y el castellano llamada "castrapo". Los héroes son los siguientes: Godofredo de Budián, héroe tontorrón, ingenuo y enamoradizo (es el que va a caballo en la viñeta, con casco teutón); el caballero de los sedosos cabellos, Estanislao de L'Oreal: él lo vale (es el que sujeta una botella en la mano y que luce el logotipo de Nike), un tipo tope sexi y valeroso; el miembro más enigmático, incomprensible y odioso, El Inefable Visentín, un mexicano de Sonora que dice frases como: "Pinacate con huipil no hase insecto padre"; y por último la inigualable, la súpersexi, la deseada Leidi Madia Leva, mujer capaz de hacer un trío hasta con los Hermanos Malasombra. Estos cuatro personajes configuran un grupo legendario: La Compañía del Bote de la Mielda, muy similar a la Compañía del Anillo en espiritu, que no en cuerpo. Todos héroes necesitan un supervillano; este es el inefable, corrupto y sensual Ludovico el Enrollao, señor de Pinheiro, que aparece en la viñeta disfrazado de procónsul romano, aguardando a que las zagalas pasen por su tálamo; su divisa es: "Nunquam fecit colam ad pulpum", es decir, que alardea de nunca haberse puesto a hacer cola en los puestos de pulpo de las ferias populares del rural (¡qué macho!). Las aventuras son un canto al absurdo y la sinrazón. En realidad son un pretexto para sacar a la luz "marrones" de mis cuñados, los Pedrido, o poner en la palestra las últimas coñas del verano, siempre bromeando sobre secretos o historias legendarias de miembros de la familia, claro. En fin, que no es un cómic para cualquiera, es decir, que nadie entendería ni jota si no conociera la hsitoria intrínseca de mi familia política, pero que le debía una entrada en el blog por las horas que me ha hecho reír cavilando sobre qué chorradas poner, y por ver las risas de los demás cuando identifican el origen de la parodia.
Gracias, Estanislao, por tener un cabello con tanto volumen; gracias, Godofredo, por ser tan atontado; gracias, Leidi Madia, por ser tan "sorra"; gracias, Visentín, por tus pláticas iconoclastas; y muchas gracias, Ludovico, por tu prestancia, tu talante, tus corruptelas y tu virilidad ultrasensual.

(A Manolo y Fernando, ellos que entendieron lo de "aquesta estancia llena de pedruscos hasta enriba")











martes, 26 de mayo de 2009

Naturaleza hollywoodiense

El otro día vi algo increíble en un programa de la tele. Era la grabación de un turista en un safari en África. Sucedía lo siguiente: dos búfalos grandes y una cría caminan despistados al borde de una laguna. No se percatan de que hay cuatro leonas vigilándolos. Se produce el ataque, y las leonas atrapan a la cría, pero esta se resiste, y en el forcejeo cae a la laguna. de repente surje un cocodrilo y agarra con sus fauces a la bufalita por la cola. Las leonas agarran a la cría y aquello parece ese juego en que dos equipos tiran de una cuerda, pero la cuerda es un bóvido inexpresivo. No puedo ni imaginar el estrés de la pequeña búfala. Finalmente, las leonas consiguen llevarse a la cría y sacarla del agua. Pero en ese instante, como el séptimo de caballería, aparecen unos doscientos búfalos a rescatar a su congénere. Las leonas intentan quedarse con la presa, que está inmóvil, posiblemente muerta; sin embargo, la carga de los búfalos consigue que los felinos tengan que batirse en retirada... y, ¡milagro!, ¡la cría está vivita y coleando! Pues bien, lo trágico de esto es que, como decían en la tele, un profesional de un medio espcializado puede pasarse toda la vida intentando filmar algo así, y posiblemente nunca lo conseguirá... y llega un turista en bermudas, sandalias y camisa hawaiana, y rueda la película de su vida. La vida, para algunos es bolero, para otros es tango, y para pocos, un reggetón.
Esta situación es asimismo un ejemplo de que la vida en general, incluso la vida salvaje, puede devenir argumento de película de Hollywood, final feliz incluido. Para esta película tengo el reparto elegido. En el papel de la cría, Dakota Fanning; el cocodrilo será Willem Dafoe, y a las leonas las transformo en leones (porque hay muchos actores especializados en ser los malos, no así las mujeres), Ray Liotta, Christopher Walken y Tim Roth. Los búfalos buenos, Jude Law, Matt Damon y John Cusack. Qué peliculon. Ahora le estoy buscando un director. Acepto sugerencias.

lunes, 25 de mayo de 2009

25.000 víctimas

Hay quien dice que una muerte es lo mismo que mil, que una víctima es igual a cinco mil, porque lo que importa es el hecho en sí, y no el número. Y no es cierto. Veinticinco mil víctimas son muchas para cualquier país, pero en el caso de Irlanda es peor, pues este país rondaba los tres millones de habitantes cuando los hechos sucedieron, por lo que se puede considerar una pandemia.Veinticinco mil vístimas de la pedofilia en centro escolares, hospicios y otras instituciones llevadas por la jerarquía católica irlandesa. Si fuera el único país en que los religiosos católicos (curas o monjas) ejercen estas prácticas, se podría considerar como una excepción. Sin embargo, el idéntico escándalo vergonzoso de las parroquias del estado de Massachussets, en los EE UU (que la alta jerarquía tapó vergonzosamente), no deja lugar a dudas: algo falla. ¿Por qué no se produce esta tendencia dentro del Protestantismo?, se preguntará alguno; ¿por qué el estigma de la pederastia dentro de las religiones cristianas se queda siempre en la orilla católica? Pues lógicamente por un antinatural precepto del siglo XVI carente de fundamento evangélico. Es más, si leemos el Antiguo Testamento veremos que Yahvé ordenaba que sus sacerdotes se casaran con vírgenes (aparece en el Levítico, sí), y que yo sepa el Yahvé del Levítico es lo mismo que el Dios del Nuevo Testamento. ¿O no? En fin: este gravísimo problema que estigmatiza al catolicismo tendría su fin si estos hombres pudieran, a través del matrimonio, dar rienda suelta a sus instintos no más bajos, sino más humanos. Mala cosa defender el matrimonio eterno cuando tú ni siquiera sabes qué es; mala cosa la misoginia cuando te lleva a senderos tan escabrosos. Es obvio que veinticinco mil víctimas de abusos dicen más que un millón de palabras vacías durante la homilía, y que esas vícitmas, posiblemente, representen la parte emergida del iceberg, pues muchos no querrán o no se atreverán a denunciar lo que les sucedió. Qué curioso que, como tras el Holocausto, o como tras la Guerra Civil, la gente espere casi medio siglo a atreverse a contar sus historias estremecedoras. El miedo se queda dentro, enraizado como una tenia que no deja de crecer. Y que recen algunos para que aquí en España no se tire de la manta, porque podríamos llevarnos una terrible sorpresa más.
Lo dicho en otras ocasiones: el Catolicismo va hacia su destrucción si sigue en manos de esta jerarquía. No descarto una escisión futura de la que surja una Iglesia más humana, más luminosa, más pegada a la realidad de sus acólitos y más cercana al sentimiento de congregación original, que rechazaba templos y fariseos.

domingo, 24 de mayo de 2009

Somos tres


Forajidos del territorio del sentido común, apóstatas de la normalidad, guardianes de recuerdos olvidables, investidos del aroma del licor destilado y las hojas de tabaco opacas, somos cantantes de polkas surreales, somos sobrinos de Burroughs y Uncle Vernon, somos los cardos más puntiagudos de Tralee, somos tres sin D'Artagnan, somos el peor sueño de un telepredicador, el arma desenfocada de un pistolero tuerto, somos unos lorchos perdidos de su roca, unas algas alargadas a merced de las mareas, unas lapas arrancadas a puntapiés, somos camaleones sin camuflaje, somos transparentes como gekos, paradigma de la narcolepsia vital, quintaesencia godotiana. Hay gente que bebe la vida a tragos: nosotros, humildemente, nos bebemos las copas. Nunca tan pocos hicieron tan poco por tan pocos, pero nunca nos rendiremos: lucharemos en las playas, en las montañas, en el nauseabundo váter atascado del último pub de la noche.
Creo que seremos recordados.
(A nosotros, inmodestamente)

¡Kansas, Kansas! (5): Rumbo a Nueva Orleáns



¿Sabéis qué es un Greyhound? Es el autobús icónico de la cultura norteamericana, ese que aparece en toda película que se precie. Pues yo me monté en uno para hacer el viaje Lawrence, Kansas-Nueva Orleáns, Louisiana. Si hubiera sabido lo que iba a durar la travesía y el personal que me iba a encontrar, no me habría subido, pero ahora me alegro de haberlo hecho: tuve experiencias muy enriquecedoras.
De los lugares por los que pasé recuerdo Topeka (capital de Kansas), Tulsa (Oklahoma), y poco más hasta que llegué a Dallas (Texas). Sí recuerdo que a poco de salir, un tipo con pinta de vagabundo intentó robarle un maletín a un tipo gordo con pinta de viajante con pocos medios, y este le dio tal sopapo con el maletín que el otro salió del vehículo con una brecha en la frente. Empezamos bien, me dije. Y al mirar a mi alrededor constaté que casi todos los pasajeros parecían pertenecer al hampa o a un cásting de Hollywood sobre películas de hampa y barrios bajos: me sorprendió la existencia real de esos tipos con gorra de lana, barba rala, jerséy grueso bebiendo a morro de una botella de licor envuelta en el papel de la licorería. Luego, al regreso, comprendí que mis alumnos se hubieran quedado horrorizados de que hubiera ido a Nueva Orleáns en autobús: era un deporte de riesgo. El bus en los EEUU es el único método de viaje para los pringados, como era yo.
La visión de Dallas al amanecer desde una colina fue espectacular: gran llanura en que espejeaban los reacacielos del centro. Precioso. Al entrar en la ciudad la cosa cambió, y más cuando tuve que esperar cinco horas al siguiente autobús. La estación de autobuses de Dallas no se la recomiendo ni a mi peor enemigo. Yo estaba sentado y a mi lado una india cadavérica con una bolsa perteneciente a un hospital de beneficiencia tosía casi en los estertores de la muerte. Grupos de aparceros mexicanos dormían en el suelo, y grupos de semiadolescentes negros entraban y salían del recinto dependiendo de si entraba o no la policía. Yo me pegué a un hippy gigantesco (melena rubia, barba, zuecos, unos cuarenta años) que parecía salido de los cómics de Crumb, con el que había coincidido en otras estaciones, y con el que empatizaba. Pero en un momento tuve que ir al servicio y... oh, my God, la naturaleza es tan sabia que puede expandirse hasta albergar hasta veinte litros de orina si la situación lo requiere. El trapicheo de papelinas y demás en el váter era espectacular: todo tiarrones negros que me miraban con desconfianza o desprecio o amenazadoramente. Abrí una de las puertas y me encontré a un tío cagando que me insultó floridamente. Salí escopetado, y esperé al bus pegadito al hippy, con el que intercambié unas palabras. Se rió con mi descripción de los servicios. Pero él tampoco fue.
De ahí en adelante, recuerdo haber parado en Shreveport (Texas) y Baton Rouge (Louisiana) antes de llegar a Nueva Orleáns. Y también recuerdo que durante unas veinte horas éramos tres blancos (no cuento a una niñita "cajun", es decir, una niña francoparlante de los pantanos de Louisiana) y 57 negros. Ahí noté lo que es el odio racial. Para los que se sentaban a mi lado yo era un ser invisible, inexistente. Intenté hablar con alguno de los varios pasajeros negros que estaban a mi lado (lo cual irritaba grandemente a un cow-boy que estaba detrás de mí, intentando ligar con la otra blanca, una mujer divorciada que llevaba conco días en autobús: ella se mostraba más condescendiente conmigo, por lo que pude entender de la conversación) y ninguno me dirigió la palabra, ni siquiera me miró... excepto uno, que echó el asiento hacia atrás y me pegó un susto. Pensó que le había insultado, y por mucho que le expliqué que no pasaba nada, estuvo dos minutos mirándome a los ojos, hasta que se giró y dijo "alright", y yo respiré tranquilo.
36 horas después de mi partida de Lawrence llegué a Nueva Orleáns. No sé si habéis hecho antes un viaje de 36 horas en bus, pero afirmo que a partir de las primeras 24, el efecto en el cuerpo debe de ser similar al consumo de alguna droga que desconozco: oía psicofonías en la música de mi cassette portátil, me salía la risa por estupideces, veía cosas raras en la carretera...
En la estación cogí un taxi a la casa de un tal Rudy Webber, amigo de una amiga de la facultad, un chico que hablaba español porque su madre era guatemalteca, y que se ofreció a acogerme esos días. El nombre de la calle no lo olvidaré: Carondelet. Era de noche y el taxi me dejó allí, en medio de la oscuridad en un barrio que podría haber sido el escenario de "Lo que el viento se llevó". Llamé al timbre y nadie contestó. Me entró el pánico: ¿qué hacía yo ahora, de noche, exhausto, sin dinero para un hotel, en una ciudad desconocida? Por fortuna, volví a llamar y se abrió la puerta. Estaba salvado.

La tribu


¿Es una tribu del período Magdaleniense del Paleolítico Superior? No. No son cazadores-recolectores; la recolección se efectúa en los supermercados, y la caza se restringía a las fiestas patronales de Monforte, caza de la hembra de otras tribus que siempre resultó infructuosa, dicho sea de paso. Esta es la tribu Pedrido, que se reúne en el mes de agosto en un lugar llamado Lornís, a medio camino entre Ferreira de Pantón y el monasterio de San Estevo, en la Ribeira Sacra. La tribu es ingente: a veces se juntan más de veinte para comer, y la intendencia no es fácil. Gracias a Zeus los miembros de la tribu tienden a ser frugales (y algunos, frutales, dada la cantidad de fruta que comen), con raras excepciones entre las que me incluyo, de lo contrario tendríamos que asaltar farmacias para sobrevivir. La tribu necesita refrescarse también cuando el estío churrasca los cerebros, o sea que a menudo va a este rincón secreto del río, un lugar paradisíaco del que siempre espero que de un momento a otro surjan indios hurones o mohicanos, tal es su americano-canadiense aspecto. Y no solo es la belleza: un desnivel en el cauce crea una pequeña cascada que se utiliza como un jacuzzi a lo rural: lo malo es que si te pegas a las piedras, puedes salir lleno de sanguijuelas.
No se deben revelar las coordenadas de los lugares distintos, especiales. Por eso, si un día transitáis por esos caminos y llegáis por azar a este lugar, si os encontráis con un numeroso grupo con toda la pinta de pertenecer al período Magdaleniense del Paleolítico Superior, sabréis que somos nosotros, la tribu de agosto, radicada en Lornís.

(A mis cuñados, los inefables Pedrido)

sábado, 23 de mayo de 2009

Se acerca la despedida


Falta poco menos de un mes, y voy empezando a despedirme de vosotros. Llevo más de un año con el blog, y me da la sensación de que este viaje está cerca de terminar: veo tierra en el horizonte, gaviotas que sobrevuelan mis velas, latas de Coca-cola flotando a la deriva. Para cuando acabe, llevaré unas doscientas entradas, más o menos, y en ellas habréis encontrado lo bueno, lo malo y lo regular, lo exaltado, lo morigerado, lo soso o lo salado. Temo sobre todo perderle el pulso al blog, ahora que estoy enfrascado en muchos proyectos que saldrán o no. Creo que no dar un nivel razonable no sería justo, y por eso intentaré no defraudar en el tiempo que falte. Le debo mucho a este blog: le debo haberme hecho creer en mí y en mi escritura, y haber sido el espacio necesario para todos aquellos temas que no tenían cabida en mis novelas o relatos. Este blog surgió de una necesidad, de la urgencia de llenar mi tiempo con palabras. Ahora, abandonarlo es como llevar a sacrificar al perro que te ha salvado la vida. Pero es que el pobre perro está sufriendo, y fallecer es su mejor opción.

¿Los vencejos? No, los plastas


Por estos tiempos llegan los vencejos al patio interior de mi edificio. Son unos auténticos Fórmula1 del aire, pero están un poco transtornados. Además, aparte de los vencejos veloces, llega siempre en estos días, en este mes, la misma cantinela cuando voy al bar, a Correos, al súper, o al mismo infierno. Qué, ¿ya de vacaciones? Yo contesto al principio con paciencia, y explico que no, que falta un mes para dar las vacaciones. Acto seguido, la persona que se dirige a mí me dice, con una mezcla de resentimiento y algo más, que no es admiración: Qué bien vivís. Yo respondo a esta persona que sí, que vivimos muy bien los profes, sobre todo aquellos a los que nos gusta nuestra profesión, y paso a pedir a la persona que me habla que recuerde cuándo acababa las clases en el instituto. Esa persona cae en la cuenta de que damos casi dos meses más de clase ahora que cuando yo estudiaba BUP. Pero da igual: Qué bien vivís. Pues sí, vivimos muy bien, para qué negarlo: hazte profesor y lo comprobarás; solo tendrás que estudiar varios años, aprobar unas oposiciones y ya está, ¡magia!
Yo también me pregunto por qué ese "qué bien vivís" solo va dirigido a nosotros, y no, por ejemplo, a los farmacéuticos, a los empleados de banca (que tienen seis pagas extras), a los médicos especialistas (que cobran como mínimo el doble que nosotros, perteneciendo al mismo escalafón del funcionariado), a los jueces (prefiero no hablar de ellos), a los electricistas y fontaneros (que, como Godot, nunca aparecen) o a otros funcionarios. Y me respondo automáticamente: ¿qué tenemos nosotros que no tiene ningún otro oficio en España? Las vacaciones. Ahí radica el recelo, el resquemor, o, más directamente, ese odio solapado que hace que la gente quiera que nos rebajen las vacaciones a toda costa, aun a riesgo de jorobar sus propias vacaciones. Yo me he hartado de explicar que tenemos las mismas vacaciones que el resto de Europa, pero repartidas de modo distinto ( o sea, que no somos los más vagos u omisos), y da igual que les entregue un informe oficial en que se constata que somos el segundo país de Europa con más horas de docencia. Da igual. Tenemos vacaciones... y arderemos en el infierno por ello. Y cuidado, porque cualquier indocumentado nos puede dar lecciones sobre cómo dar una clase porque eso lo hace cualquiera: puñetazo en la mesa y a copiar. Obvio.
Lo último que me pregunto es lo siguiente: ¿Por qué, si somos tan envidiados, de los ciento y pico alumnos que tengo este año solo uno quiere ser profesor? Es la pregunta del millón. Adivina, adivinanza...

viernes, 22 de mayo de 2009

Tango



Si pienso en las mañanas de domingo de mi niñez, veo tangos. Veo la voz de Gardel inundando la cocina, el disco negro girando sobre el plato del vetusto tocadiscos de maletín, ése que cada dos por tres entraba en la UVI y no regresaba hasta tres o cuatro meses más tarde. Las palabras de los tangos se me quedaron adentro, y un día, a los veintipocos, cuando Malevaje inició un "revival" del tango, me di cuenta de que me sabía muchas de las canciones. Se me habían grabado en la mente, como un idioma que aprendes de pequeño y un día vuelves a hablarlo sin ser consciente de conocerlo. Hablar del tango puro es hablar de mujeres, de mujeres bellas, de mujeres de la vida que "engrupen" a los "otarios"(los hombres adinerados que mantienen a sus jóvenes amantes, es decir, el equivalente del "sweet daddy" americano), de mujeres "escangayadas" a las que la vida ha llevado cuesta abajo en la rodada, de mujeres en general, que llevan el nombre de "minas","chirusas", "papusas"(claramente procedente de la palabra india "papoose")... Y también de hombres, de Otelos del arrabal, de proxenetas ("cafishios"), de "bacanes", de facas desenvainadas, de "barras" de amigos, de los "malevos" que escriben en un portal el nombre de una mujer con la misma navaja con la que la matarán, locos de celos. Tango es lunfardo. Tango es Gardel, por antonomasia, menos para Borges, que afirmaba que el tango solo puede ser de arrabal, no de salón. Nada puedo decir de Gardel que no se haya dicho ya: la frase para la historia es la de Astor Piazzola, esa que afirma que "cada día canta mejor". Pero para mí los grandes méritos de Gardel son ser capaz de cantar canciones tan nefandas y sensibleras como "La cieguita", o "Silencio ("...y la viejecita de canas muy blancas se quedó muy sola con cinco medallas que por cinco héroes le donó la Patria") o entonar el recitado de "El día que me quieras", que visto racionalmente es de lo más cursi que he oído en mi vida, y hacer de esto un arte; y también, en esa misma canción, pronunciar la palabra "celosas" como solo él pudo hacerlo, de modo unívoco, especial, antológico: "...las estrellas seeel-losas nos mirarán pasar...". Por eso el tango es proteico, multiforme: es violenta cursilería, oda brusca a las flores de arrabal, apología del buscavidas, del justiciero asesino.
El tango no muere en Gardel. Julio Sosa es para mí otro genio. "El último café" o "Aquel tapado de armiño" de Sosa se elevan hasta niveles gardelianos, igual que el tanguista Carlos Montero alcanza cotas imprescindibles de tanguería castiza, todo un descubrimiento al que tuve acceso gracias a Yoshiro "Nino" Tachibana, un japonés que toca flamenco y aprecia el tango. Si no habéis oído a Carlos Montero (arriba, a la izquierda), os lo recomiendo fervorosamente.
Y mientras escribo esta entrada, suena el mejor tango, tal vez, de todos: "Mano a mano". Escúchese con brillantina en el pelo peinado hacia atrás, con bigotillo, patillas finas y alargadas, zapatos afilados y ademán chulesco. En esa placa que envió la NASA al espacio por si encontraban vida en el exterior debían haber inscrito esta estrofa antológica que define toda una filosofía de la vida y la música: "Se dio el juego de remanye cuando vos, pobre percanta, gambeteabas la pobreza en la casa de pensión; hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta, los morlacos del otario los tirás a la marchanta como juega el gato maula con el mísero ratón". Para consultar dudas, búsquese un diccionario de lunfardo.

¡Kansas, Kansas! (5): desconfía del forastero


Kansas está en el corazón del Medio Oeste, es decir, en el inmenso territorio que abarca desde los Apalaches a las Rocosas. Para el estadounidense medio, los del Medio Oeste son los "rednecks", es decir, los paletos, y dentro del Medio Oeste son los de Minnesota los que se llevan la palma como paletos máximos. ¿Cómo es un "redneck", os preguntaréis? Este es un retrato robot del especimen masculino: Gorra de béisbol, bigote, camiseta anunciando la cerveda Bud, vaqueros ajustados y zapatillas de deportes. Conducen las clásicas furgonetas llamadas "pick-up trucks", casi siempre de la marca Toyota (como el de la foto), fuman, beben cerveza o Bourbon y los fines de semana van a pubs donde se escucha música country y western. A la variedad "redneck" de Kansas se le conoce como "granola", por las galletas de cereales de esa marca.

Aparte de lo exterior, el "redneck" se distingue por algo que habréis constatado en las películas: desconfianza hacia el forastero. Entrar en un bar o pub con pinta de no ser de allí provoca miradas de recelo, risas sarcásticas o actitudes claramente agresivas o retadoras hacia el recién llegado. Yo sentí eso en Lawrence porque mi aspecto era claramente forastero. La ropa que llevaba (fijaos en la foto), el estilo, el corte de pelo, la actitud ante cualquier situación trivial descolocaban a la gente, y todo lo que descolocaba a la gente soltaba un tufillo antiamericano. Por eso, por ese aspecto diferente era por lo que muchas veces, sobre todo en un bar de comidas llamado Drake's, me venían a hablar desconocidos que se sentían desplazados en su propio país. Entre estos había gays, pieles rojas de la reserva de Salina, fumadores compulsivos, adolescentes inadaptadas, rockeros disparatados, intelectualoides... En fin, que los atraía como moscas, y cada uno se me quejaba de algo: del genocidio perpetrado por los malditos rostros pálidos (sería que a mí no me veían tan pálido), de las medidas cada vez más restrictivas con el tabaco, de la mierda de música que se oía en las emisoras, de la imposibilidad de hacer algo interesante si eres joven... me sentía como un confesor. No, como un misionero de la rareza en tierras salvajes.

Otro problema era la confusión entre español e hispano. Yo, por si acaso siempre decía que era de España, Europa... y las cosas cambiaban, porque en aquellos años no existía lobby hispano alguno en los EE UU, y ser hispano equivalía a ser un analfabeto, un espalda mojada, etcétera. Saber que era europeo producía dos efectos contrapuestos que a veces se mostraban simultáneos en una misma persona. Por un lado, la admiración hacia esa cultura milenaria (consideraban Europa como una unidad, los muy incautos); por otro, la animadversión hacia la política mundial de esa cultura milenaria, es decir, la tendencia a no hacer nada ante crisis mundiales a la espera de que EE UU intervenga, y luego reprochar a los EE UU que intervengan. Con todo, ser europeo solía producir admiración en el interlocutor, ¡como si tú hubieras estudiado para serlo!, y debo decir que el jerséy de la foto, comprado en Zara, causaba sensación.
Con respecto al recelo al foráneo, me ocurrió una anécdota cuando daba clase en la facultad. Resulta que un día tiré de la pantalla que había en la pared para proyectar algo, y la pantalla se descolgó y fue a aterrizar en mi brazo. Carcajadas, claro, y yo con un dolor considerable. No podía arreglar aquello, o sea que así se quedó cuando abandoné el aula. Al día siguiente, recibí una nota en mi casillero: el profesor de francés que daba clase en esa aula a la hora siguiente había escrito lo siguiente (aún guardo la nota): "Si ya es intolerable la grosería de que no borre el encerado, más aún lo es que deje rota la pantalla del proyector. Viendo su actitud no es de extrañar la situación de los países lationoamericanos." Llevé la nota al jefe de departamento, que tuvo que sofocar un intento de linchamiento al profe de francés por parte de mis compañeros mexicanos, peruanos, argentinos, etc. Al día siguiente el profe de francés vino a disculparse, pálido como la cera, pues le había caído un rapapolvos espectacular. De entrada yo le dije que lamentaba no haber borrado el encerado, y le pedía perdón. Después, que lo de la pantalla fue un accidente, y que lo sentía, pero el brazo estaba amoratado y yo no era masoca. Pero respecto a lo último, primero le especifiqué que yo no era latinoamericano, sino europeo, de España (palideció aún más, el pobre xenófobo), país que limita con su amada Francia, y apostillé que sus palabras no merecían más comentarios, pues hablaban por sí mismas ("...they speak for themselves"). Qué gran conclusión. Me sentí digno, orgulloso, y europeísticamente feliz con mi revancha.

jueves, 21 de mayo de 2009

¿Qué es el "Pueblo"?


¿A qué responden las siglas II-SP? ¿A "Increíblemente Insólito: Somos el Pueblo?"? No. Responden a "Iniciativa Internacionalista-Solidaridad de los Pueblos". Se me cae el alma a los pies cuando veo al dramaturgo Alfonso Sastre liderando esta vía engañosa que enmascara el apoyo a ETA, pero... ¿qué se podía esperar? Sastre se ha olvidado de los últimos 34 años de nuestra historia, o ha dejado de ver las cosas al usar un pasamontañas. Lo más sangrante es que estas personas que dicen personificar al "Pueblo" no dudarían en reprresaliar al 95% de la población restante porque no responde esta al estreotipo de "Pueblo" que ellos tienen. Siempre ha sido así.
Aquí en Galica ha salido un representante para esta coalición, o lo que sea, y es nada más y nada menos que el escritor Ferrín, otro que vive en una burbuja destilada por su propio ego, que es de tal tamaño que difícilmente cabría en este planeta. Leer los artículos de Ferrín en El Faro de Vigo me produce acrofobia: creo que nunca he visto a nadie con un concepto tan alto de sí mismo, a nadie tan mesiánico, tan seguro de la estupidez de los demás (es decir, del 95% de la población, es decir, del "Pueblo"), tan iluminado como para escribir en una inter-lingua que, puesto que él la usa, debería usar todo el mundo: ¡qué cateto es el "Pueblo"! Ferrín responde a la perfección a la palabra inglesa "bombastic", término que me encanta por lo sonoro. "Bombastic" significa "ampuloso", rimbombante, pedante" (que es como define Martin Amis a Saramago en el libro que cité hace dos días: Amis siempre tira con bala... pero también debería mirarse a sí mismo con más objetividad). Y Ferrín, claro, se ha apuntado a la lista de batasunos encubiertos, pero en una posición que le permite no ser elegido (eso en el caso de que se legalice el partido, cosa que dudo mucho) ,pero que por otro lado le permite hacerse visible y entronizarse como luchador de la libertad de los "Pueblos". Solo les preguntaría a Ferrín y a Sastre: ¿Qué demonios es el "Pueblo"? ¿Existe? ¿Es? ¿Puede el "Pueblo" ser mil personas desperdigadas por toda España? ¿Y qué es el resto, ganado bovino? ¿Y con quién se solidarizan estos internacionalistas? ¿Consigo mismos? Eso parece.

(Nota: discrepo con Kuro respecto a la biografía de Martin Amis, "Experience". Para mí es un cúmulo de desbarres, visitas al dentista e indefiniciones con respecto a las relaciones con su padre, a los que no encuentro lógica. Creo que de alguien tan incisivo como él se debía esperar algo mucho mejor. Y sí es cierto, por otro lado, que Amis no necesita publicar una novela sobre los islamistas para estar en el punto de mira, porque sus opiniones sobre el asunto son muy claras, sin poner paños calientes; es el mismo caso que el autor francés Houellebecq. Que tengan suerte, que la van a necesitar)

martes, 19 de mayo de 2009

El miedo a escribir: Rushdie, Amis


Estoy leyendo un libro de Martin Amis titulado "The second plane" 8"El segundo avión"); no sé si está traducido al español. Consiste en artículos sobre todo lo relacionado con los atentados del 11-S, y asimismo en dos excelentes relatos titulados "In the Palace of the End" ("En el Palacio del Fin") y "The Last Day of Muhammad Atta" ("El último día de M. Atta"), que tratan, el primero, de la vida de los dobles de un hipotético jefe de estado islámico, y cómo, a cada atentado que estos sufren, tienen que ver mutilado su cuerpo para mantener el parecido exacto con él; y el segundo es una recreación sobre las horas de Atta antes de lanzar el segundo avión contra el WTC. Este libro demuestra que Martin Amis es hoy en día mucho mejor cronista, articulista o "cuentista" que novelista o autobiografista ; es mi opinión, claro, y creo que si alguien lee "The Yellow Dogs" o "La casa de los encuentros", o los dos volúmenes de su biografía me dará la razón. No tiene nada que ver con aquel Amis que tanto me gustaba, el de "La flecha del tiempo", o "Dinero".
Aparte de esto, me llamó mucho la atención una confesión de Amis en uno de los artículos. Amis relata el argumento de una novela que no se atrevió a publicar. Trata sobre el mundo del islamismo radical, y, claro, lo que toca Amis suele convertirse en sátira. es obvio que el autor tuvo muy presente a Salman Rushdie en su decisión de no publicar, y es comprensible: ¿quién querría vivr toda su vida con una amenaza mortal sobre la cabeza? El ojo universal del Gran Hermano moderno es internet, y Amis asumió que esa gran ventana ofrece información a grupos radicales (información que hasta hace bien poco nunca podrían recibir), grupos que no dudarían en liquidar a quien fuese con tal de hacer valer la "ley" de su dios. Amis asume el miedo, y opta por vivir sin la inquietud de temer pasos que te siguen. Yo mismo borré una entrada del blog en que atacaba con toda mi artillería a esos que creen que su dios les ordena lapidar, mutilar, degollar, denigrar. Y yo, aun sabiendo el limitado eco del blog, sentí el mismo miedo que sintió Amis, si bien el suyo es inmensamente mayor e inmensamente más fundamentado, dado su prestigio mundial. La conclusión es que tanto el inglés, desde las alturas, como yo, desde mi humilde ventanita al mundo, reaccionamos de igual manera: tenemos miedo a escribir, a satirizar, a criticar a esos radicales que usan sus propias vidas como armas letales. Y dicho esto, ahora las cosas están claras: ¿quién ha ganado esta guerra?

lunes, 18 de mayo de 2009

Mi tío Carlos



En un tiempo en que la mediocridad era moneda común en España (los 60 y los 70) había una persona en la familia que representaba algo crucial: existían otros mundos, otras mentalidades más allá de los Pirineos. Era mi tío Carlos Vázquez, un santiagués irrepetible, diferente, adorable, con aires a Charles Aznavour.
La historia de Carlos es curiosa. De joven, en los años 40, fue a París a estudiar violín. No sé si antes o después de esto fue premio Sarasate de violín. Más tarde se casó con mi tía Mari; en ese tiempo Carlos tenía un grupo llamado "Sky"(en la foto, Carlos es el guitarra), grupo de grandes músicos que tocaba para los americanos en la base de Torrejón de Ardoz, y en los saraos y bacanales de la Marbella de los 50 (a la izquierda, una foto del puerto de Marbella. Mi tío parece James Dean). Más tarde, dejó la vida "on the road", y pasó a tocar el violín en la Orquesta de RTVE, además de formar parte de la orquestilla de los Payasos de la tele (Gabi, Fofó,...), por lo que no era difícil verlo algunas veces en pantalla: ¡en la tele de los 70! ¡Cómo fardábamos de tío catódico! Además, siempre conseguía que el cámara lo enfocase en medio de la orquesta en los programas especiales de Fin de Año o de Nochebuena, e incluso hizo una aparición en el espacio "Novela", tocando la guitarra española en una obra ambientada en la Andalucía castiza. Todo un personaje, mi tío Carlos. Más tarde hizo oposiciones a la Orquesta Nacional. Las aprobó, y pasó a tocar la viola hasta que se jubiló. Es simpático pensar que él, de formación clásica, lo que más admiraba era la guitarra de Jazz y la Bossa Nova; le aburría soberanamente la música contemporánea, y para él Wes Montgomery, Django Reinhardt, Grapelli o Jobim eran los genios reales, nada de Stockhausen o los Estocásticos.
Pero aparte de sus dones musicales, Carlos era un conversador inagotable e indestructible, inasequible al desaliento, infatigable; un tipo con una mentalidad increíblemente abierta para aquella España tan pacata; un hombre que había viajado por todo el mundo y tenía anécdotas de cada rincón, anécdotas que reflejaban nuestras grandes carencias con respecto al "extranjero"; un hombre que valoraba las pequeñas cosas (las partidas de cartas, incluso los solitarios, los vinos antes de comer, las charlas con todos...) con un amor que pocas veces he visto; un hombre con una incapacidad absoluta para la resolución de asuntos prácticos, incapaz también de cuidarse de sí mismo, dejando siempre los asuntos referentes a él bajo la vigilancia intensiva de mi tía; un tipo cariñoso, que disfrutaba con la gente, y ensayaba sus coñas durante horas frente al espejo mientras se preparaba la ensaimada que disimulaba su evidente calva; un fumador impenitente al que ni siquiera arredró su infarto para desesperación de su familia... y un hombre que se enfrentó a su muerte con la mayor serenidad y valor que he conocido. Siete años antes de su fallecimiento había sufrido un infarto, y arrastraba graves problemas arteriales. Un día, las arterias le fallaron, y no hubo nada que hacer. En el cara o cruz salió cruz. Y pese a aquel infarto que había tenido, el corazón le resistió admirablemente. Lógico. Carlos tenía el corazón más grande del mundo. Todos sus sobrinos quedábamos hipnotizados con tío Carlos. Cómo lo echamos de menos, aún después de tantos años.
(A mi tío Carlos, y a mi tía Mari, que no hace mucho se volvió a reunir, por fin, con él)

¡Kansas, Kansas! (4): La política



Cometí tantos errores durante mi estancia en Lawrence que hasta me sonrojo (bueno, no mucho). Pero un error me marcó para todo el resto del semestre. Ese día supe que nunca, nunca se debía hablar de política en los EE UU, y menos exponer opiniones contra corriente, es decir, casi todas las que yo tengo. Porque, dedicado a aquellos que hablan de los EE UU como "esa gran democracia", en ese país estarían en el ostracismo tres cuartas partes de los políticos españoles y sus respectivos votantes. En efecto: Gallardón, para la mentalidad de Kansas (estado republicano por antonomasia, y único de los 50 que se define "creacionista", es decir, que el darwinismo ni se explica en el sistema educativo), sería un peligroso comunista, o sea que imaginaos.
El hecho fue el siguiente. Estaba yo en clase del señor Souza, profesor de Literatura Hispanoamericana, y el citado profesor una vez más se puso a hablar de Cuba y Fidel Castro. Yo, la verdad, estaba ya hasta el gorro. Durante cuatro meses en todas sus clases surgía siempre el tema, aunque habláramos de los perros de la pradera. Souza era un anticastrista militante, casi obsesivo. Era tal el tedio que tal asunto me provocaba que ese día me decidí a rebatirle un poco. Recuerdo perfectamente lo que dije: "Tal vez, si los EE UU cambiasen su política y suprimiesen el bloqueo, las cosas podrían ir cambiando en Cuba". No me parece una opinión muy radical; más bien, una muy diplomática, nada ofensiva. Pues bien. En ese instante todos los de la clase me miraron como se miraría a un lagarto de la serie "V", y el pacífico Souza se convirtió repentinamente en la personificación del Tío Sam más iracundo y atrabiliario. Le había tocado la fibra, y se metamorfoseó en algo muy vociferante y muy desagradable. Se dirigió a mí con auténtico odio y desprecio, e insistió en decir que Cuba en los 50 tenía un nivel de vida muy superior al de España en la misma época, lo cual es estrictamente cierto, y lo cual no tenía nada que ver con el asunto. Me quedé callado, capeé el temporal, más alucinado que humillado. Y no volví a abrir la boca en clase de Souza en el tiempo restante de curso, pese a que yo era su alumno predilecto, como me habían hecho saber otros profesores. Pero es que le había tocado en la línea de flotación.
¿Se quedó ahí la cosa? No. Yo iba a jugar al baloncesto los jueves con un grupo de profesores y licenciados de Lawrence, los cuales dejaron de hablarme. Uno de ellos, además, una noche en un pub, se dirigió a mí amenazantemente, diciéndome que él era un nacionalista norteamericano. En el examen oral que hice a mis alumnos, dos de ellos vinieron con una camiseta en la que se leía: "Stop Communism!". En fin, que las noticias habían volado, y que tuve suerte de no ser apresado por el FBI o la CIA. Estoy convencido de que en algún pequeño fichero de elementos potencialmente peligrosos está mi nombre: "Miguel A. Otero - Presumably Communist".
Sin embargo, Souza, después de su día de ira, se mostraba arrepentido, e intentaba dirigirse a mí en las clases, hacerme participar, cosa que yo evitaba. Un día el departamento de español invitó a Vargas Llosa a una charla en nuestra clase. Estaban presentes Souza, y su esposa, cubana del exilio (ahora entendía yo la obcecación). Recuerdo que le hice una pregunta a Vargas Llosa sobre la relación de Faulkner con la novela hispanoamericana, y que me contestó muy amigablemente. Al final de la charla, la esposa de Souza vino a felicitarme, aún hoy no sé por qué... aunque en realidad lo que quería su marido era romper el hielo y hacer las paces. Fue una pequeña victoria.
Más grande fue otra, cuando el jefe de departamento, Debicki (el de la foto), me pidió que me quedase en la universidad, ya que estaban muy contentos con mi trabajo, pese a ser un cerdo criptocomunista. Con toda rotundidad le dije que no, que mi vida no estaba allí, que nunca viviría en los EE UU porque me resultaba imposible adaptarme a ese modo de vida y de pensamiento, y que me sentía preso. Nos dimos la mano muy seriamente, y, al salir, noté que el aire era mucho más puro.

domingo, 17 de mayo de 2009

¿Por qué me llamo Miguel?


La razón de los nombres de pila de cada uno suele tener relación directa con factores como ser los nombres de padres, padrinos o familiares (o ambos) o antepasados; hay otros factores, como las modas, que hacen que proliferen diversos nombres por todo el país o por ciertas comunidades; por último, está la cultura de masas, muy relacionada con el factor de la moda, aunque en este caso es más universal. Sin embargo, yo me llamo Miguel por una causa bastante curiosa: cuando yo estaba a punto de nacer, tanto mi madre como yo estábamos en peligro. En rigor, mi parto dejó a mi madre tocada del hígado, y yo nací con asfixia, es decir, poco más y no salgo de esa. Al parecer, fue gracias a la buena labor del médico, llamado Miguel Freiría, que todo tuvo una feliz resolución. En agradecimiento, mi madre me bautizó con el nombre del doctor salvador, al que le estoy eternamente agradecido por dos causas: una, por nacer y salvar a mi madre; la segunda, por no llamarse Robustiano.

(Le tengo cariño a estas fotos de pequeño: a la izquierda, mi primo Fran y yo en As Sinas, reivindicando nuestro derecho a un momento All Bran; a la derecha, yo mirando a la cámara como un corderito asustado... tal vez porque el momento All Bran me hubiese sorprendido y llevase un pastelón en los calzoncillos)

sábado, 16 de mayo de 2009

¿Regeneración? Veremos

Para mí, madridista hasta la médula, estos tiempos recientes han sido bastante duros, como imaginaréis. Lo único bueno de una humillación histórica es que la gente suele tomar nota y cambiar el rumbo, pero me temo que el Real Madrid continuará la tónica de los últimos veinte años, es decir, no tener un carácter definido (lo único, esa capacidad competitiva que nadie les niega) y moverse por impulsos de presidentes y cambios de entrenadores constantes. El RM debería, por fin, tomar nota del máximo rival, y fabricar un proyecto a largo plazo, proyecto que se debe fomentar desde los alevines hasta el primer equipo. Esa es la gran diferencia entre ambos: el FCB tiene una filosofía del fútbol instaurada por Cruyff y seguida por todos los entrenadores, hasta llegar a Guardiola, que ha formado, creo sinceramente, el mejor equipo de fútbol que he visto en mi vida. Este FCB, si no ocurren esas cosas tan extrañas que le suelen ocurrir al FCB, estoy seguro de que entrará en el olimpo de los grandes clubes dominadores, junto con el Madrid de Di Stefano, el Ajax de Cruyff y el A.C. Milan de Arrigo Sacchi, equipos que se adelantaron a su tiempo y que gobernaron el fútbol mundial con superioridad insultante.
Ahora se anuncia el advenimiento del Mesías F.P., y sus inversiones en jugadores de primer nivel. Me parece bien cambiar a Kaká por Drenthe, o a Xabi Alonso por Javi García, para qué negarlo, pero ese cambio será un parche si no se cambia la filosofía y se tiene paciencia. Baste decir que Cruyff como entrenador no ganó nada en los dos primeros años, o que Rijkaard fue considerado el primer año como el peor entrenador de primera división.
Otro aspecto, además, en que el FCB aventaja al RM es el del enganche con los aficionados jóvenes. La estética y la ética del RM (sudor, esfuerzo, carácter irreductible) sintonizan malamente con la del FCB, que representa para los jóvenes los valores que ellos más admiran: los de la Playstation. Y es que verlos jugar a veces es como ver un vídeo de momentos estelares durante 90 minutos. Solo me queda felicitar a mis amigos barcelonistas, y expresarles la envidia tremenda que siento cuando veo jugar al mejor jugador de fútbol del mundo: No, no es Messi. Es Iniesta. El crack más humilde que he conocido en mi vida.

jueves, 14 de mayo de 2009

¡Kansas, Kansas! (3)


Ya he dicho que me llamó mucho la atención la planicie de Kansas. Más tarde, me percaté de otros asuntos. Uno, el ciclo de las estaciones. Yo llegué a Lawrence en pleno invierno. Los campos eran de color marrón, el campus tenía un estanque helado, árboles desnudos y aspecto siberiano. Al vivr casi siempre en la ciudad o en la costa gallega, yo no había notado nunca el fluir de las estaciones, hasta que un día de mayo me levanté, y me dirigí al campus. Cuando entré en él, me dije: ¿qué es esto? Súbitamente, de la noche a la mañana, todo era esplendor en la hierba, hojas en los árboles, luminosidad. En mi vida había visto una mutación tan súbita y tan radical en un paisaje.
El otro aspecto era la meteorología. me quedé pasmado cuando vi que, en realidad, el programa más seguido de todos era el pronóstico del tiempo; se seguía con más fanatismo que el baloncesto o el béisbol (vaya peñazo de deporte, dicho sea de paso: tres horas de aburrimiento supino sin que pase nada). Y ojo con las predicciones: un día, anunciaron en la tele local que a las ocho y diez de la tarde tendríamos una potentísima tormenta sobre Lawrence. Yo me reí despectivamente: ¡a las ocho y diez, decían! ¿Por qué no a las ocho y trece minutos? Qué fantasmas, mascullé. Pues sí. A las ocho y diez sonó el primer trueno, y a las ocho de la mañana siguiente nos abandonó por fin la tormenta eléctrica más espeluznante que he sentido en mi vida. Baste decir que mi habitación estuvo iluminada toda la noche.
Otro asunto más fue el de los tornados. Claro, yo estaba en la tierra de Dorothy, la tonta esa de El Mago de Oz, y su perrito Toto. Pues un día apareció un aviso en la televisión: indicaba que existían probabilidades de la formación de tornados. Era lo que me faltaba, me dije. Pocos años atrás, un tornado había hecho desaparecer del mapa un pueblo cercano a Lawrence, o sea que la cosa no era una coña. Por fortuna, no se formó. Pero me enteré de algunas curiosidades, como que el dispositivo de seguimiento de tornados se llama TOTO en honor al perrrito de Dorothy. Hicieron coincidir las iniciales con la denominación genérica del aparato. TOTO= TOtable Tornado Observatory (observatorio portátil de tornados). A mí me recuerda a las siglas de la agencia de Mortadelo y Filemón, la T.I.A. Ah, por cierto: detesto "El Mago de Oz", con sus cancioncillas, sus niñas repelentes, sus leoncillos y hombrecillos de hojalata y espantapájaros, su carretera de ladrillos amarillos y su brujita ; se me nota, ¿no? Y otra vez por cierto, en Lawrence había una calle de ladrillos amarillos, y varias de ladrillos rojos. La técnica consistía en poner ladrillos de canto y hacer el firme, como si fueran adoquines. Son muy bonitas, de verdad, pero dejaron de hacerse porque jorobaban los neumáticos y la suspensión de los coches.
Adiós, carretera de ladrillos amarillos (Goodbye, yellow brick road), como decía Elton John.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Aquel grupo de amigos


Éramos cinco, cinco tipos a cada cual más dispar: Manolo, Pedro Díaz, Pedro Josa, Gonzalo y yo. Manolo estudió Magisterio en Ponferrada, Pedro D., Telecomunicaciuones en Madrid, Gonzalo, Periodismo en Madrid, Pedro J., Historia en León, y yo, Filología Inglesa en Santiago. Éramos la diáspora berciana hecha realidad. Nos reuníamos en Navidades y Semana Santa, y de repente parecía que el tiempo no había pasado, y que todo permanecía inamovible. Regresábamos a nuestras rutinas, que demostraban que, más que un buen corazón, poseíamos un hígado a prueba de bombas. Por la mañana, a eso de la una, quedábamos en el Suárez para tomar los vinos, o a matar judíos si era semana santa. ¿Qué era matar judíos? Pues ingerir limonada, que es una especie de sangría típica del Bierzo en Pascua. A cada limonada bebida, un judío muerto. Sí, ya sé que suena bruto, xenófobo, intolerante, pero ¿qué le voy a hacer? También Santiago Matamoros es el patrón de España, ¿no? Lo cierto es que al final de las vacaciones nos habíamos cargado la ciudad de Tel-Aviv. Después de comer, quedábamos en el Principal o el Centro Gallego para echar la partida de mus consabida. Tras ella, íbamos de vinos a las bodegas de la parte vieja o a nuestra zona alternativa y underground de la parte nueva. Cenábamos en casa y volvíamos a salir a los pubs de la zona del hotel El Temple. Ese era el plan, con pocas variaciones. En nuestro imaginario hay sobre todo bares, prácticamente todos desaparecidos, los bares con más encanto de aquella Ponferrada fea y entrañable: La Paloma (especialidad en calamares); el Suárez , que era nuestra segunda casa, y que fue un bar que marcó nuestra generación, con sus organillos, sus artículos de broma, su música de pachanga, sus fiestas, sus antigüedades, las denominaciones insólitas de sus tapas, sus pinchos de patata y pimiento, y, sobre todo, Jose y Fito, dos de las mejores y más cálidas personas que he conocido; el Bolo (imprescindible antes de comer y en Nochebuena); el Renfe (pincho de rabillos de pulpo tomado en absoluta soledad: éramos los únicos clientes): el Minero (patatitas calientes de guiso). Arriba, el Bodegón, por supuesto, y sus rabiosas patatas bravas, las mejores del mundo sin duda, y Las Cuadras, donde muchas veces cenábamos tapas con tal cantidad de pimentón picante que parecíamos el dragón que se enfrentó a San Jorge, y donde discutíamos de cine a brazo partido. Porque discutir, discutíamos lo que no hay escrito, sobre todo y sobre todos. Un día casi nos echan de Las Cuadras por la bullas que montábamos. Los días podían variar con alguna excursión a los alrededores, de las que tengo recuerdos imborrables: Las Médulas, Carucedo, Cornatel, Corullón, el Aquiana... En cambio, todas las noches acababan igual: había que llevar a Gonzalo a casa a rastras porque no quería volverse ni a tiros. Qué tío, no había quien lo convenciera. Nuestra vida transcurría con esas charlas de cine, literatura, política, cómics, fútbol, televisión, música... cada uno con un punto de vista radicalmente diferente del otro. En fin, que éramos un grupo de perros verdes, amantes de lo alternativo, un grupo entrañable, irrepetible, un grupo de amigos con el que viví algunos de los momentos más felices y más inolvidables de mi vida, como cuando Pedro J. nos llevó nada más sacar el carnet de conducir por una carretera de montaña, y mientras nosotros cantábamos él también daba palmas. Estamos vivos de milagro.
Después, la vida nos fue llevando por caminos diferentes, como suele suceder. Iniciamos otra diáspora, esta ya definitiva.
(La foto de arriba es de un desfile de disfraces en 1982, durante las fiesta de La Encina. Somos Gonzalo, Pedro J. y yo; Pedro es el papa, nosotros los peregrinos. La de abajo, en octubre del mismo año en el monte Aquiana, en El Bierzo; de izquierda a derecha, Manolo, Gonzalo y Pedro D.)
A los dos Pedros, a Gonzalo, y a Manolo. Por los días de vino y limonadas (¿o eran rosas?).

¡Kansas, Kansas! (2)

A veces pienso que atraigo las pequeñas catástrofes. Cuando pienso en un episodio que me sucedió en Lawrence, Kanss, es para confirmarlo, porque en Lawrence nunca pasa nada de nada de nada... y por algo que pasa, ahí estaba yo.
Un día de abril de 1986, estaba yo metiéndome abordo un desayuno americano, es decir, huevos fritos con bacon, zumo de naranja, pancakes con sirope de arce, cereales, tostadas y café. No, no es una novela de Enid Blyton: desayunaba eso porque después no volvía a comer hasta las siete de la tarde. Pues eso, que estaba yo tomando un frugal (que no frutal) desayuno cuando de repente miro hacia el patio trasero de mi casita de pionero y veo a un tipo negro (perdón, afroamericano) corriendo hacia esta casa susodicha. Me extrañó, pero más aun cuando oí coches frenando y súbitamente aparecieron en lontananza unos cuantos policías con esas tremendas escopetas que llevan en las películas, también dirigiendose hacia mi casita. Uy, uy, me dije. Dejé mi frugal desayuno a medias y salí escopetado por la puerta principal, en dirección al campus. Fue cosa de empezar a andar a toda pastilla cuando oí disparos. En ese instante opté por correr, más que por caminar deprisa.
Al regresar a casa, a eso de las cuatro, mi compañero de piso, Tim, me puso al día de la situación: un hombre de raza negra había intentado robar un banco; no lo había logrado, y huyó, justamente hacia nuestro domicilio, donde, pistola en mano, se ocultó. En ese momento me di cuenta de que había estado a un metro de un hombre armado, que pudo haber entrado en casa con la gorra, pues la puerta trasera era una de esas puertas mosquiteras de pacotilla que salen en las películas. Peor fue que Tim me dijo que la policía vendría a visitarme para comprobar que no estaba implicado en el caso. Ahí me entró el tembleque. Me imaginé a dos policías de dos metros con dos porras y dos gafas de sol RayBan obligándome a confesar que estaba implicado, y me entró el pavor. Afortunadamente, no vinieron. Al día siguiente salió en el peródico local una foto con un policía poniéndole el pie en la cabeza al atracador, que estaba tendido en el suelo, y otro poli sonriendo, ambos armas en ristre. Parecía la foto de un safari, pero el atracador distaba de parecer un león. Como mucho, un chacalcillo desnutrido. Creo que fue el primer atraco en Lawrence desde la época de la Guerra de Secesión (1861-1865). Y justamente, tenía yo que estar allí.
Asimismo, un día, Ángela, Tim y yo alquilamos una canoa para ir por el río Wakarusa (a la izquierda)., un río estracho y lodoso que lucía ese precioso nombre indio Todo iba bien, hasta que topamos con un nido de castores, nos embarrancamos en él, y la corriente nos arrastró, volcando la canoa. Yo tuve que nadar para recuperar la canoa, y noté en los pies el aleteo de los castores, por lo que corrí como Phelps. Conseguí; atraparla lo malo fue que después me hundí hasta la cadera en una orilla de arena blanda y grasienta que creí arena movediza. Perdimos la comida, los zapatos y algún jerséy que otro, pero sobre todo perdimos el orgullo, pues al día siguiente tuvimos que pagar los desperfectos al dueño de la canoa, que nos miró como a subespecies. Tim tuvo que caminar descalzo por los campos de Kansas hasta encontrar una casa con teléfono y poder conseguir un coche para regresar. Lo hizo. regresamos quemados por el sol, y con ese careto que muestro en la foto.

martes, 12 de mayo de 2009

Explicación a los diálogos de las pelis

Veamos: ¿Alguna vez le has dicho a tu novia/o: "¿Quieres hablar de ello?"? No, porque en España no hablamos de "ello" cuando "ello" = "relación amorosa".
¿Te ha dicho alguna vez tu novia/o que le dés un respiro? No, te dice que la/lo dejes en paz o te manda a algún lado que huele mal.
Cuando te declaraste por fin al futuro cónyuge, ¿dijiste eso de que querías formar una familia? Echaría a correr sin parar hasta Pernambuco.
¿Ella (o él) enunció tu nombre completo cuando se sorprendió (o irritó)? No.
¿Alguna vez te han preguntado en un bar: "¿Están siendo servidos?" No; te preguntarán si estás atendido.
Si vieras que tu casa arde, ¿dirías "¡Esto no está pasando!"? No: dirías: ¡Me cago en...!"
Cuando alguien llora o se queja y lo/la quieres consolar, ¿le dices "todo estará bien"? No.
¿Le dices a la gente que son unos perdedores, o quizá, más bien, que son unos fracasados, o aun mejor, unos "pringaos"?
¿Alguna vez has dicho: "Estoy jodidamente cansado? ¿No dirías, más bien, "estoy más cansado que la h..."? ... o similares.
¿Alguna vez alguien te ha exigido que quites tu culo blanco de algún sitio? ¡NOOOOOOOOOOOO!
¿Y por qué? Porque los diálogos no son más que horribles traducciones directas del inglés (americano), y, desgraciadamente, uno se va acostumbrando hasta el punto de que a nadie le suena raro eso de "estoy en mitad de ningún sitio", cuando antes se decía "en el quinto pino", o más finamente "en un lugar perdido de la mano de Dios". Es más, hace poco un presentador de esos de la tele afirmó que X "estaba llegando al día siguiente", aberrante traducción directa del tiempo continuo en inglés como futuro. En un episodio reciente de "Amar en tiempos revueltos" (serie que también ve Javier Marías, que lo sepáis: a ver si se me pega algo), una de las actrices le dijo a su hermano (que es gay y vive oculto en un armario: ¿es eso un pleonasmo, una aliteración metafórica, o una coña marinera?) : "Somos unos perdedores", en vez de usar "fracasados". Dioses del Olimpo, ¿cómo iban a hablar en España en 1951 como Britney Spears? Ojo con los doblajes, que tiene su tela, y ojo también con los anacronismos.

Mi adiós a Antonio Vega

Era grande, y parecía muy pequeño, muy poca cosa, un junco a punto de ser arrastrado por la corriente. He elegido esta foto porque las de los últimos años me producen mucha tristeza. Cualquiera que hubiese escrito alguna de sus canciones debería estar orgulloso, pero él parecía transitar en otras vías, parecía vivir otros mundos paralelos en que el aire es melancolía y la tierra, notas musicales. Sí, compuso "Chica de ayer", que es el himno generacional y pistoletazo de salida de la modernidad en España, pero también compuso "Juego sucio", "Lucha de gigantes", "El sitio de mi recreo","Cada uno su razón", "Una décima de segundo" ("Un segundo en una agenda, una décima de segundo más vuela..."). Su agenda se pobló de sustancias tóxicas, de pesar y delgadez. Antonio Vega puso en música los poemas esquivos de su mente con su poquita voz. Al final era un esqueleto quebradizo apoyado en una guitarra. No pertenecía al reino de los vivos ni de los muertos. Vega vivió sus últimos años en un limbo del que salía inopinadamente para mostrar que se puede emocionar cuando el organismo te ha consumido los músculos. La desgracia se cebó en él y en los suyos. Esa "enormidad en que nadie oye mi voz" no era la muerte, sino la vida. De la estirpe de Enrique Urquijo, otra gran pérdida, seguramente ambos se reunirán en un sitio de recreo, tal vez en una galaxia cercana, Galaxia Malasaña, y en un diminuto planeta, Planeta Pentagrama ("por la noche al Penta a escuchar canciones que consiguen que te pueda amar"") y sus ondas irán llegando a nosotros tenuemente, casi en silencio, como la luz de las estrellas muertas que aún viaja por el espacio, con el sielncio estelar con que él eligió su marcha.
Qué pena, Antonio, que no pudieses haber sido más feliz.

domingo, 10 de mayo de 2009

Típicos diálogos de series y pelis americanas

Léase esta entrada y después pregúntese uno qué le suena raro de estos diálogos, de estas frases hechas que he oído hasta la saciedad en series y películas norteamericanas.

(Hank (Henry D. ParkerJunior) y B.J.(Bethseeba Jocasta) están escondidos en una casa, pues les persigue la mafia. Tienen problemas sentimentales, además de lo otro)
Hank (pensativo, mirando al exterior de perfil): Humm, todo está demasiado tranquilo. Presiento que algo terrible nos aguarda ahí fuera.
(B.J. mueve las manos a la altura de la cara como queriendo decir que no quiere oír más. Se quedan mirando el uno al otro)
Hank: ¿Quieres que hablemos de ello?
B.J. : ¡Dame un respiro, Hank!
Hank: Podríamos empezar de nuevo, formar una familia...
B.J.: ¡Henry D. Parker Junior! ¿Me estás proponiendo matrim...?
(De repente una ráfaga de balas entra en la casa. Se tiran al suelo. Hank coge el móvil)
Hank: ¡Policía! ¡Soy Hank, estamos en mitad de ningún sitio y estamos siendo disparados! ¿Cómo? ¿Que no pueden ayudar? ¡Malditos polis, malditos burócratas! ¡Jodidos bastardos!
(Siguen entrando balas a tutiplén. La habitación está astillada hasta más no poder, pero no les da ni una bala)
B.J.: ¡Esto no está sucediendo! ¡Esto no está sucediendo!
Hank: ¡Vamos, B.J., levanta tu culo blanco del suelo y salgamos de aquí, qué demonios!
(Hank se levanta, pero, ¡por fin! una bala le alcanza. B.J. se le acerca, llorosa)
B.J (acariciándolo): Todo estará bien, todo estará bien...
( La bala está alojada en el corazón, pero aún así él comienza el discurso pre-mortem)
Hank: No, no llores, B.J. Huye, y cuando llegues a casa, saluda a Johnny y dile que nunca ha sido un perdedor, y a Polly, y también a Lou, aunque es una asquerosa mofeta. Recuerda: vive, no pienses...
(Hank muere con los ojos cerrados. B.J. consigue huir, vete tú a saber cómo)

Pues bien: ¿Alguien alguna vez ha dicho frases como estas en la vida real, y más en esas circunstancias?

Obama en Obaba


Qué bendición, qué maravilla que los nuevos gobernantes vascos no tengan que humillarse ante Dios en su juramento de responsabilidad civil, y que acepten la Constitución como marco de integración para todos los pueblos de España (¿o debía decir "El Estado"?). Qué maravilla que Patxi se apellide López, y que su segundo de abordo, Rodolfo Ares, tenga el apellido de una ría gallega, igual que me alegra que el presidente de Cataluña lleve el apellido de una poblacion andaluza y un vino fino. Ha llegado el tiempo del maketo y el charnego, igual que en EE UU ha llegado el tiempo de la piel chocolate. Lo que más me gusta es ver cómo gente como Marta Ferrusola o el inefable Arzalluz se tiren de los pelos: ¡se pierden las esencias! Qué bien que el País Vasco ha dejado de ser patrimonio de un partido confesional, cuyo núcleo más duro y relevante posee una idología de orígenes y raíces racistas (el "sabinismo"), que crea redes enormes de clientelismo y que muestra una lenitud absoluta con el mundo de la violencia. Creo que "the times they are a-changing", como cantaba Dylan. A partir de ahora, por fin, será el gobierno quien vaya escoltado, y no la oposición, lo que constituía una rareza extraordinaria en la política mundial. Ahora el PNV en su versión más reaccionaria reclama líderes carismáticos. Yo tengo uno, que a ellos no les agrada, por eso lo tumbaron: Josu Jon Imaz, tal vez el líder vasco más coherente, inteligente, responsable y razonable que han tenido nunca. Y tal vez el nuevo líder del PP en el País vasco, Basagoiti, sea también la mejor opción posible, lejos del vinagre y la revancha de los San Gil y Mayor oreja... aunque haya impuesto una presidenta de la cámara del OPUS.

Benedicto en el Monte Nebo


La foto del papa en la portada de El País del sábado es reveladora. Se ve a un anciano solo contemplando un paisaje desolado. Desde el monte Nebo según la tradición, fue desde donde Moisés avistó por fin la Tierra Prometida (y donde se quedó para morir y nunca entrar, por una de esas reabietas que le daban a Jehová). Lo que se ve hoy en día es una parábola de la capacidad destructora del hombre: un erial inmenso hasta donde alcanza la vista, una tierra que lleva cuatro mil años en guerras, tanto guerras de liberación como guerras fratricidas como guerras religiosas o guerras raciales o xenófobas; una tierra que debió ofrecer vegas, prados, riachuelos... para acabar en desierto. gracias al hombre y a las cabras y ovejas, auténticas destructoras de hábitats. La Tierra Prometida. Si Dios tenía un plan y sabía lo que iba a suceder, tal vez erró enviando a su pueblo a esa tierra. En aquel tiempo el planeta era un solar vacío, y bien pudo mandarlos a una zona despoblada que pronto se encargarían de hacer florecer, pues nadie puede negar tal cosa a los hebreos. Dios, en cambio, les mandó acabar con todas las tribus idólatras de Canaán, mujeres, niños y ganado incluidos (léase el Deuteronomio: Dios no se andaba con chiquitas, y de amor al prójimo, el justo). Ahí empezó todo lo que nunca se acabará. Tal vez el papa esté también meditando en esa fotografía sobre los renglones torcidos de Dios. Qué viejo se le ve, y qué solo. Qué metáfora del camino que ha proseguido tras el legado reaccionario de Wojtila, que incluso ha acendrado aún más, diciendo barbaridades sobre el preservativo, sobre la ciencia, sobre la vida secular. Solo. Muy solo.

jueves, 7 de mayo de 2009

Una obra maestra de Faulkner



Cuando leí "Mientras agonizo" comprendí muchas cosas de repente. Comprendí unas palabras de Vargas Llosa, afirmando que Faulkner había influenciado toda la literatura hispanoamericana; comprendí también que Juan Rulfo tuvo que leer esta novela, y admirarla, y tuvo que tener en la mente a Addie Bundren cuando creó el personaje de la madre de Juan Preciado: ambas están muertas y "hablan" en letra cursiva, ambas fluyen, aparecen y desaparecen en el relato, son figuras omnipresentes, cruciales. También comprendí que Últimos tragos" de Graham Swift es un homenaje a esta obra de Faulkner.
Otros elegirían tal vez "El ruido y la furia", o "Absalón, Absalón" como obras favoritas de Faulkner, pero para mí esta es la fundamental. Es la historia de los Bundren, una familia pobre blanca ("white trash" o "basura blanca") del Sur Profundo (Mississippi). El padre y los hijos transportan el cadáver de la madre, Addie, para darle sepultura en una parcela de su propiedad en la capital del condado de Yoknapatawpha (otra creación legendaria del universo de Faulkner). Es un viaje con connotaciones homéricas y bíblicas (¡ay, qué pena que en España los autores nunca hayan aprovechado la imaginería bíblica!), con gotas de un humor negro como el carbón; es una obra que expone crudamente la naturaleza humana, con su culpa, sus miserias, sus anhelos, su desorientación con respecto a la vida. El viaje de los Bundren es una metáfora, pues, de una vida, relatada por las voces interiores de los miembros de la familia. También en ésta, como Benjy en "El Ruido...", hay un niño retrasado, Vardaman, el benjamín de la familia, que cuenta lo que ve desde un punto de vista distorsionado. Al final, tras la odisea de un viaje en que todo se resuelve en catástrofe (el ataúd a la deriva en un río, un incendio accidental en un granero, el embarazo de Dewey Dell, la pierna rota de Cash...), llegan a la ciudad y allí se revelan las verdaderas intenciones de cada uno, y cómo le has afectado el viaje de modo diferente.
Hablando de referencias, el título es una frase extraída de La Odisea, literalmente las palabras de Agamenón explicándole su muerte a Ulises en el Hades. Posiblemente la razón del título es que Addie Bundren es la persona que en la novela habla desde el otro mundo. Y debo decir que he utilizado como epígrafe de un relato largo uno de los capítulos referentes a Vardaman, uno que dice simplemente: "Mi madre es un pez", que es lo que piensa el niño cuando ve el cadáver de su madre, pues la mente de este niño deficiente produce imágenes rotas, absurdas. El relato al que he aludido se titula "El perro", y espero que tenga un buen destino.
En fin, que hay que leer "Mientras agonizo", o releerla. Nadie dice que lo bueno tenga que ser fácil. Esta novela es imprescindible e inolvidable. Aún resuena en mis oídos la sierra de Cash labrando el ataúd de Addie. Magistral.

(Nota: ha salido en YouTube la segunda parte de la entrevista en Localia)