domingo, 28 de febrero de 2010

Bunbury


Para mí Enrique Bunbury suele ser excesivo. Lo era con Héroes del Silencio, con esa épica tan sui generis, y lo ha seguido siendo en su trayectoria en solitario. Tengo algún disco de él, y habitualmente se me hace demasiado "manierista", con un punto de afectación que me resulta exagerado, pese a que siempre tiene buenas canciones (Lady Blue, por ejemplo, en una gran canción, emparentada con otros temas que tratan de astronautas perdidos en el espacio, como Space Oddity de Bowie o Rocket Man del mejor Elton John de Goodbye Yellow Brick Road). No obstante, es un tipo que me cae simpático, porque siempre arriesga, parece no poder estarse quieto, y eso está reservado sólo a los grandes.
Además, debo decir que Bunbury, según mi punto de vista parcial y subjetivo, es el mejor colaborador en versiones con otros autores que puedas hallar en el panorama musical español. Con Quique González cantando Pequeño rock and roll, con Ariel Roth y su Adiós carnaval (ambas realmente emotivas), con Nacho Vegas, Jaime Urrutia y con otros sale el mejor Bunbury, el demiurgo musical que canibaliza las versiones de otros y se las apropia hasta el punto que no concibes ese tema sin oír a Bunbury. Además, acaba de sacar un disco, Las consecuencias, en el que se libera de esos rasgos que a mí me resultan tan "excesivos" y surge un artista más mesurado, que recurre más a lo acústico que a la orquestación, y en el que se encuentra, entre otars buenas canciones, una pequeña joya titulada Frente a frente, cantada al alimón con Miren Iza, del grupo Tulsa. Ya la he puesto un par de veces, y se me ha quedado la melodía en la cabeza.

jueves, 25 de febrero de 2010

Hoy me siento... gallego

¿Hoy me siento rock, o disco, o pop? No, hoy me siento gallego, en lo peor de su acepción. Gracias Rosa Díez, gracias Rosa de España, por haber perdido miles de votos en esta comunidad. Hay que ser muy lerdo, como esta mujercilla (lo dijo por su exiguo tamaño, no por el de su boca, que suelta lindezas a tutiplén), para decir esas tonterías. Que yo sepa, las acepciones de la RAE definen "gallego" como "natural de Galicia", "perteneciente a esta comunidad autónoma" como "un viento del noroeste" o como la "lengua de los gallegos"; hay que irse a Costa Rica para encontrar que gallego es sinónimo de tonto, pero me parece que Rosa Díez no es costarricense. Por lo tanto, ¿cuál es la peor acepción de ser gallego? ¿Ser de Galicia? ¿Ser un viento? Según ella, pues, Zapatero es casi un viento y Rajoy es, definitivamente, un viento. Según los estereotipos autonómicos, el gallego es un ser ladino, poco claro, esquivo y desconfiado Los tiros podrían haber ido por ahí,; sin embargo, me parece que no.
A Rosa Díez, cuya facundia y facultad de desbarrar son paralelamente inmensas, le traicionó el subconsciente, dado que en su tierra natal, el País Vasco, y también en Navarra, "gallego" sí es un término despectivo, y en sectores nacionalistas y batasunos es una palabra emparentada con términos tan despectivos como "maketo" o directamente "txakurra", dado el alto número de guardias civiles gallegos que fueron destinados al País Vasco, y dado también el gran número de obreros poco cualificados que fueron a parar a sus fábricas. Esa xenofobia se mama en una sociedad cerrada como esta.
¿Cómo le sentaría a Rosa Díez que dijeran de ella, por ejemplo que es vasca en el peor sentido de la palabra? Busquen las peores acepciones de los estereotipos del vasco y pueden quedarse asustados. Una de ellas (como todos los estereotipos, incluso los de los gallegos, no son verdades científicas) consiste en su falta de inteligencia.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Los misterios de escribir una novela



Leí hace poco un libro de P. D. James sobre la literatura de detectives y misterio. Lo más interesante de él no son sus opiniones sobre otros autores, sino justamente cuando habla de su experiencia al escribir. Y resulta increíble contemplar cómo a todos los que escribimos (seamos famosos o no, como es mi caso) nos ocurren las mismas cosas. La autora británica comentaba que a veces, por muy organizada que tengas una novela, por muy controlado que creas que está todo, de repente surgen variables de algún lado, nadie sabe de dónde, que incorporas al material como si éste hubiera sido creado precisamente para estas novedades sorpresivas. Me sucedió en Alas Negras, donde este personaje surgió de manera inopinada en el curso de la redacción, y me está sucediendo en lo último que estoy escribiendo (que, me temo, está condenado una vez más al ostracismo librero). A veces uno piensa que Platón tenía razón, que en realidad nuestros recuerdos o nuestras ideas no son tales: siempre han estado ahí, esperando al momento para salir a la superficie, como si el ser humano compartiera un subconsciente oculto que se va derramando día a día durante su vida. Esto explicaría el dèjá vu; esto explicaría que los más grandes, como Rulfo, como Borges, fueron los afortunados que tuvieron acceso a la Caverna platónica mucho antes y mucho mejor que el resto de los mortales.

La Consellería de Educación frente al temporal

Son las 6:15 de la tarde del miércoles 24 de febrero, y esto es Vigo. Hoy fuimos a clase con la recomendación de la Consellería de Educación de que los alumnos no estuvieran al aire libre, ya que se esperaban vientos y tormentas, como así fue. La flota está amarrada, y la previsión del tiempo para mañana es bastante horrorosa. Y acabo hablando de las impopulares (para los padres de los alumnos) suspensiones de clases con respecto a la llegada de temporales a la costa, y debo notar que se dan ciertas peculiaridades en el gobierno gallego. Hay veces en que no se actúa, se minimiza el potencial del meteoro que se avecina, y ocurren ciertas o relativas catástrofes; otras en que se actúa en previsión, pero las críticas por parte de la opinión pública arrecian después porque el temporal no fue suficientemente fuerte como para suspenderlas (y de este modo los padres tienen que hacerse cargo o conseguir que alguien se haga cargo de sus hijos); otras en que se actúa y nadie dice nada porque las consecuencias de no haber actuado habrían sido fatales. Pero como este último caso es el que menos se da, ¿qué genialidad se le ha ocurrido a la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia para curarse en salud? ¡Pues que decidan los directores de los colegios e institutos lo que se hace, si se va o no, si se suspenden las clases o no! Es una genialidad, es algo digno de Maquiavelo. Si se va y no no ocurre nada, pues no pasa nada. Si ocurre algo, la culpa es de los directores, que son quienes han de tomar la decisión, con lo que esta Consellería toma las maneras de Poncio Pilatos. Y además, de esta modo el enemigo del ciudadano no-profesor que tiene que buscar acomodo a sus vástagos no es un ente abstracto, sino una persona de carne y hueso: o bien el director que, por culpa de su deseo férreo de que no se pierda ni un día de clase, es responsable del accidente que puedan sufrir alumnos en su trayecto (o dentro) del centro escolar; o bien el director que las suspende (no por interés de la seguridad de sus alumnos, por supuesto: sólo por su propio interés y el de sus malvados colegas) sin que después el temporal sea gran cosa. Esos son los dos enemigos públicos potenciales. Porque en caso de que un director decida suspender las clases y justamente ese día el centro vacío de alumnos se derrumbe, o salga volando su tejado, descuidad que a ese director nadie le va a poner una medalla. Y si no, al tiempo.
En fin, que mañana vamos a ir a clase con una previsión de vientos de más de cien kilómetros por hora, tormentas y lluvias fuertes. Los que vayáis andando al insti, cuidado con las cornisas, tiestos y antenas, que muchas veces se caen. Ojalá no pase nada, pero que quede claro que esto es una irresponsabilidad inconcebible de la Xunta. Ni por quedar bien con un sector de la población, ni porque la vez anterior en que se suspendieron las clases el temporal no fue tal se debe poner en riesgo a la gente.
Son las 6:20 de la tarde. No sé si habrá más novedades. Corto.

lunes, 22 de febrero de 2010

Obras en Vigo: ¿una conspiración?


Ya lo sé. Ya sé que toda España está en obras. Pero mi experiencia en Vigo con las obras ha rozado lo espeluznante. El otro día llegué a casa con un jamón de jabugo, una taladradora y un piano de cola... y lo peor es que simplemente iba al dentista. ¿Qué sucedió? Pues que como todas las calles y aceras del centro están levantadas, se han colocado unos puentecillos amarillos de metal para dirigirte a las entradas de los comercios. Sin embargo, hay una conspiración del sector comercial, lo sé, pues muchas veces eliges uno de los caminos de accesibilidad, caminas cien metros y llegas a un comercio, sin posibilidad de escapar, a no ser que retrocedas esos cien metros, cosa difícil, ya que viene gente en tu misma dirección, y la masa te arrastra. Mi visita al dentista, cuyo precio ascendió a 120 euros, se multiplicó exponencialmente cuando me vi abocado a entrar en Musical Las Musas, Mantequerías Extremeñas y Ferretería La Ganzúa. Yo, de natural apocado, no pude resistirme a las artes de los vendedores, que afilaron dientes y registradoras para emplumarme sus productos. Confieso mi debilidad: ¿quién puede resistirse a una taladradora? Y mi caso no es el peor: una ama de casa salió llorando de Ferretería La Ganzúa, pues había adquirido irreflexivamente un humidificador y una cocina industrial.
Aviso para navegantes: no salgan de sus casas, no se atrevan a entrar en el laberinto de los puentecillos amarillos metálicos. También afirmo que debo exculpar al sector dentista de formar parte de ese plan secreto del comercio vigués: no lo necesitan; se bastan y se sobran con sus tarifas. En este instante intento llegar a mi casa, deseo evitar los puentecillos, pero corro peligro de morir atropellado... Calculo cuál es el indicado... Subo... Dios mío, me he equivocado de puentecillo... ¿Dónde me llevará? ...¡No, no! ¡No puedo creer mi mala suerte! ¡Una inmobiliaria, la única que no han cerrado en Vigo!

sábado, 20 de febrero de 2010

¿Quién asesinó a Humpty Dumpty?


El presidente Humpty Dumpty había muerto cuando se subía a un muro a saludar a la multitud. En el suelo estaban marcados con tiza todos los trozos de cáscara dispersos. Su cáscara se la habían llevado al hospital más cercano. Pero algo no concordaba: no podía ser un mero accidente. Eso empezaban a sospechar dos policías; uno, el agente Berkowitz (origen polaco, padre poli, tendencia al alcoholismo, divorciado, investigado por Asuntos Internos) y el otro, el agente O'Hara (origen irlandés, padre poli, tendencia al alcoholismo, divorciado, investigado por Asuntos Internos).
Berkowitz: Esto es muy raro, O'Hara. Cuando llegamos aquí y nos disponíamos a investigar, primero llegaron todos los caballos del rey, y destrozaron el escenario del crimen. No contentos con esto, después vinieron todos los hombres del rey y acabaron de jorobar las posibles pruebas restantes.
O'Hara: Sí, esto huele mal, Berkowitz. Según dijeron los forenses fue una sola pedrada la que mató a Humpty Dumpty; sin embargo, es imposible que una sola piedra pudiera causar tales estropicios.
Berkowitz: Tuvo que haber más de una pedrada. Esto huele a conspiración. Seguro que COREN (Central Ovoláctea de Rastreo y Espionaje Nacional) está detrás de todo. Y su viuda, ¿qué puede aportar a los hechos?
O'Hara: Está en estado de shock; creo que reposa en casa del millonario Huevassis.
Berkowitz: Uyuyuy, aquí hay rollito.
O'Hara: No es de extrañar: Humpty se ha ligado a todo lo que se movía; dicen que incluso a Marilyn Huevoe y a Hueva Gardner. Estos Hueveddy son la leche.
Berkowitz: Qué tío. Con ese cuerpo y ese careto parece imposible.
O'Hara: Pero conectaba con la gente. ¿Qué me dices de su gran discurso sobre "La Nueva Huevera"? O cuando dijo: "No pienses en lo que la gallina puede hacer por ti, sino en lo que tú puedes hacer por la gallina". Qué labia tenía.
Bekowitz: Atiende: mierda, me parece que viene la prensa.
O'Hara: Oh, no. El maldito J.J.Yemison, del Daily Bugle. Huyamos, Berkowitz.
Berkowitz: Vamos a beber, no en vano somos de origen irlandés y polaco, estamos divorciados, nos investiga Asuntos Internos, y tuvimos un padre poli de lo más cabronazo.
O'Hara: ¿Y Humpty Dumpty?
Berkowitz: No te preocupes. Seguro que COREN se hace cargo.

lunes, 15 de febrero de 2010

El Génesis de Crumb, el ágora de Hipatia



Si a alguien le impone la Biblia, si alguien no osa abrir sus páginas porque se le antoja demasiado denso, o antiguo, o críptico, ese alguien tiene una perfecta opción: leer como introducción su primer libro a través del cómic Génesis, realizado por el célebre autor underground Robert Crumb. Crumb ha solventado las dificultades que acarrea plasmar en dibujos una sociedad tan antigua como la que va del XX a.C. hasta, aproximadamente, el siglo XIII a.C., época de Moisés, coincidente, por cierto, con el mítico sitio de Troya por los aqueos. Crumb se atreve a dibujar a Dios, y puedo afirmar que es el dios más perfecto, más imaginable que uno podría pergeñar, y se documenta concienzudamente sobre la vida cotidiana (ropas, costumbres...) de esos tiempos lejanos. Es destacable que habiendo surgido de una rama del cómic tan definida y teóricamente limitada como el underground salga tan bien parado en un intento tan arriesgado: ahí reside su grandeza. Génesis es para mí una de las obras maestras del cómic, y sólo espero que el autor se haya puesto manos a la obra con el siguiente libro, Éxodo. Una aproximación veraz, naturalmente gráfica, histórica, amena y sumamente inteligente de ese libro de libros del que en España se sabe tan poco, a diferencia de otros países con preponderancia de otras ramas del cristianismo.
Hablando de cristianismo, y de tiempos lejanos: acabo de ver Ágora. Me reivindico como amenabariano, en contra de los almodovarianos: uno es un gran director que se atreve con cualquier género, y otro es un director que siempre hace lo mismo (lo siento, es lo que pienso de Almodóvar). En Ágora resulta descorazonador ver lo poco que ha cambiado el mundo en estos últimos 1.600 años. Los parabolanos son la viva imagen de los talibanes, o incluso de esos personajillos que pululan en ese canal de El Mundo llamado Intereconomía. Un mismo dios con distintos nombres, un idéntico fanatismo, y la constatación de que toda secta que llega a religión oficial sólo lo puede conseguir a través de la sangre, la demencia, el odio y el engaño. Explora incisivamente en el inicio de la maldición del judaísmo, y en el ocaso del paganismo y el librepensamiento clásicos. Una lección sobre la dignidad humana frente al fanatismo. Una historia demasiado actual, desgraciadamente.

sábado, 13 de febrero de 2010

Potter's Field


Potter's Field es el único cementerio del mundo donde todos los muertos tienen el mismo nombre. Los hombres se llaman John Doe, y las mujeres, Jane Doe.
Su nombre está maldito: se dice que los sacerdotes del Sanedrín utilizaron las treinta monedas de platas que devolvió Judas para comprar el campo de un alfarero ( a potter), donde reposarían los restos de los pobres y desconocidos. Todo protestante siempre posee una cita bíblica para cada situación. Se diría que la Biblia es infinita. Tal vez Potter's Field también lo sea.
Potter's Field resume la ansiedad del hombre moderno, ésa que bien describió recurrentemente el letrista y cantante David Byrne: el miedo a no tener una identidad, a perderla.
Potter's Field se halla en la isla de Hart, perteneciente al distrito del Bronx, en Nueva York.
Potter's Field es un síntoma de nuestra sociedad; es la voz viva de la soledad y el aislamiento; es un grito desgarrador de los que nunca han sido nada.
Potter's Field reclama un monumento global, un pequeño homenaje al muerto desconocido.
Potter's Field resume la actitud del hombre moderno ante la muerte, el deconocimiento y la pobreza.
Potter's Field podría ser uno de los círculos del Infierno de Dante.

viernes, 12 de febrero de 2010

Nostalgia de un bar



Los bares castizos o especiales han ido desapareciendo de las ciudades. La gente se empeña en reivindicar estatuas, nomenclaturas, jardines, aparcamientos, pero nadie reivindica esos bares, que son lo que da un toque especial a una ciudad, muy lejos de esa frialdad que confieren las franquicias.
Uno de esos bares, el Suárez, de Ponferrada, fue mi cuartel general duante años. Creo sinceramente que pasábamos más tiempo allí que en casa, y no es de extrañar, porque nunca ha vuelto a haber un lugar tan original en mi ciudad. El Suárez era un almacén de antigüedades (organillos, muebles diversos, instrumentos antiguos apilados de cualquier manera), y una caja de sorpresas. Los que iban por primera vez tenían que pasar ciertas pruebas iniciáticas: tenían la famosa flauta que te llenaba la cara de harina si soplabas, el teléfono que te soltaba una descarga eléctrica, la araña de pega que bajaba desde el techo y te daba un susto descomunal, cigarrillos explosivos...: aquello era una mezcla de los Santos Inocentes y Carnaval, pero todo en uno y a diario. Puedo afirmar que de los días más felices de mi vida (de nuestra vida, porque seguro que los dos Pedros, Gonzalo o Manolo piensan lo mismo) los pasé en este espacio tan extraño y tan conmovedor. El bar lo regentaban dos hermanos, Fito (el de la foto) y Jose (lo siento, Jose, pero no encontré foto), dos personas entrañables, especiales, de ésas que no abundan, y que fueron quienes le dieron ese toque genuino al bar. Es que hasta las tapas tenían sus nombres unívocos: Pazinger (patatas con panceta), Parabólicas (oreja con patatas)... Del Suárez surgió, además, la célebre Peña Camuñas, organizadora de todo tipo de bailoteo, guateque, sarao e, incluso, del primer desfile de Carnaval que se produjo en la ciudad (recuerdo que mi padre era concejal de Cultura y Deportes cuando esto sucedió: o sea que mi padre también tuvo algo de culpa). Digo con orgullo que formé parte de esa caterva de pirados, gracias a Zeus, y que incluso dibujé las pegatinas para alguna de las fiestas temáticas: conservo una sobre una fiesta de los sesenta. El éxito del Carnaval fue bastante sorprendente, pensando en que hacía cuarenta años que no se celebraba nada en mi ciudad, pero es que era increíble el poder de convocatoria que tenía el bar, democrático en su clientela heterodoxa: pijos, maoístas, pasotas, trotskistas, falangistas hedillistas, chistosos profesionales, anarquistas, peceros, fachas recalcitrantes... Era como un Arca de Noé de la Transición, como un camarote de los Mark en asunto de opciones.
Desgraciadamente, un incendio arruinó el local en los ochenta, y ahora no queda nada del edificio. Aún hoy cuando paso por allí sueño con que milagrosamente reapareciera el Suárez, en un pliegue de espacio-tiempo a lo Donnie Darko.
Fito y Jose, perdido el antiguo negocio familiar, se dedicaron a la compraventa de libros y antigüedades. Ahora tienen la librería Cajón de Sastre, cerca de la plaza de abastos de Ponferrada. La librería guarda el mismo espíritu abigarrado del Suárez, por eso me gusta. La última vez que estuve con ellos me comentaron que historiadores británicos de talla mundial como Hugh Thomas o Paul Preston les han encargado libros, ¡e incluso la biblioteca de El Vaticano! Estaba claro que estos chicos iban a llegar lejos. Si estáis interesados en adquirir libros descatalogados o antiguos, podéis recurrir a ellos. de hecho, están muy bien colocados en la lista de Google de este tipo de librerías. Son unos cracks. La página web es www.libreriacajondesastre.com.
Desde aquí mando un saludo para los entrañables hermanos Suárez, Fito y Jose. Qué estupendas fueron estas generaciones pre-hip-hop, en las que la inclinación a la cultura era una tendencia natural, y se consideraba algo plausible. No se había inventado aún Gran Hermano, claro.

martes, 9 de febrero de 2010

Hectorianos y aquilianos



Que un autor griego tratase con más cariño y admiración a los troyanos que a los griegos, siendo el mismo autor griego, dice mucho de él. Es sorprendente que Homero valorase infinitamente más a Príamo, Héctor, Hécuba o Casandra que a Aquiles (caprichoso e iracundo), Agamenón (déspota y manipulador) u Odiseo (tramposo y falso). Cualquiera que lea la Ilíada sentirá la misma admiración que el autor por Héctor, el guerrero noble y valiente, que morirá a manos de un héroe casi invulnerable que ultraja su cadáver, contraviniendo todas las normas de la guerra de aquel tiempo. Homero apreció la belleza de una derrota causada únicamente por una treta muy ingeniosa: la guerra la ganaron los griegos, pero la gloria, los troyanos en su hermosa derrota.
España es un país hectoriano por antonomasia. No he conocido país que valore más las derrotas heroicas que éste. Francia, en cambio, es un país aquiliano: en el Arco de Triunfo se pueden leer batallas que perdieron, pero que dieron por ganadas. Lo mismo podemos decir de Gran Bretaña. No son países que se regocijen con ser derrotados aunque disparando hasta el último cartucho.
Hablo de esto porque hace días revisé un antiguo libro de lectras históricas que tuve en la EGB. En él, apate del ensalzamiento de Franco, el Movimiento y demás, llama poderosamente la atención el valorque se daba a la derrota heroica. Entre las lecturas resalto los sitios de Numancia, Gerona y Zaragoza, los cuales acabaron catastróficamente; de Cortés sólo destacan su derrota en "La noche triste", y de Valdivia, su muerte; ensalzan a Eloy Gonzalo, "El héroe de Cascorro", aún a sabiendas de que esa guerra se perdió, y lo mismo puedo decir del almirante Méndez Núñez. Es paradójico que aquella España que reivindicaba su imperio no fuera capaz de expresar más que los fracasos, la resistencia que acaba casi en genocidio. Y es que España ha sido siempre un país que rinde homenajes al heroísmo estéril: la retirada o la rendición nunca han sido una opción militar, sino un acto de cobardía. Había que resistir aunque fuera inútil, y de esto hay muchos ejemplos en la Guerra Civil. Me vienen a la mente las palabras de George Orwell en el frente. Admitía que el valor de los combatientes era incomensurable, casi suicida, siguiendo la tradición iniciada por los hispanos contra Roma, pero percibió claramente que ése no era el camino para ganar una guerra. Más tarde, el maquis caería en la misma obsesión resistente, conscientes de que nunca podrían vencer, abandonados por todos.
Definitivamente, España es un país hectoriano. Estados Unidos es, tal vez, por su juventud, su irreflexión y su fuerza descomunal, el mejor ejemplo de país aquiliano: sólo se jactan de una derrota, la de El Álamo, pero esa derrota les sirvió para conquistar prácticamente un continente.

lunes, 8 de febrero de 2010

La leyenda del tío Aurelio


Siguiendo con la épica familiar, creo poder afirmar que casi todas las famlias han poseído o poseen algún miembro que se sale de lo común, algún personaje valleinclanesco, picaresco o pérezrevertesiano. Es el caso del tío Aurelio (unamos las tres opciones), tío de mi madre, una persona que vivió al margen del desconcierto que sus hechos provocaban. Ignoro si todos los hechos son ciertos, o si, como toda crónica legendaria, la realidad se ha ido agrandando y embelleciendo hasta el tiempo actual. pero estos son los sucesos que yo he conocido.
El tío Aurelio, soñador y fanasioso, decidió un día escaparse de casa a los catorce años para luchar en la guerra civil. Se dice que, como muchas personas, creía que la guerra era un territorio bellísimo en que se ejecutan gestas de eterno recuerdo, y no un pantano infecto donde todo es muerte y destrucción. Según parece lo pillaron a pocos kilómetros de Santiago y lo devolvieron a su casa, donde debió de recibir una zurra, esa sí, épica.
Sus deseos de gloria, acción y honor no se mitigaron. Sin ser una personaa de convicciones políticas, se alistó en la División Azul, al lado de falangistas convencidos, anticomunistas acérrimos, comunistas que ansiaban llegar al frente y cambiar de bando, republicanos que deseaban redimirse ante el Régimen, gente ávida por conocer mundo y aventureros en estado puro. Estas dos eran las casillas del tío Aurelio, que seguía buscando en la guerra el esplendor del gerifalte, el brillo de las chorreras, la horterada del entorchado. Queda claro que en los años cuarenta en España hacer turismo estaba harto complicado.
Y en 1942 estaba en el frente de Leningrado, donde uno de cada dos divisionarios murió, quedó inválido o fue hecho prisionerro. Allí, también, en uno de los inviernos más crudos que recuerda el siglo XX, se le congeló la punta de la nariz, lo cual, añadido a los trazos venosos a causa de su ingesta de vino poco mesurada, daba a su cara de grillo aceitunado un aspecto momificado. Fue desmovilizado en 1943, posiblemente, cuando Franco, en una de sus memorables acrobacias de ambigüedad súpergalaica, y debido a su pronóstico de que la guerra se le había torcido a Adolfo, decidió que España ya ni era pro-alemana ni pro-aliada.
En su regreso nunca olvidó Rusia ni a su gente, a la que consideraba maravillosa. Esto era algo curioso, ya que había ido allí a matar rusos. Pero las contradicciones de esta vida llenarían el embalse de Belesar. Murió un día, pero debía de haber muerto unas seis veces antes. Nadie se explicaba cómo un ser con ese continente tan escueto, ese ser escuchimizado, enclenque, de aspecto famélico, luchaba a brazo partido con la Muerte y salía ganando una y otra vez. se llegó a pensar que nunca moriría, pero la Muerte fue aún más testaruda que él.
Gracias a las andanzas del tío Aurelio escribí mi primera novela, inédita como muchas otras. Gacias a su historia pude saber que era capaz de escribir un relato largo, y por eso le estoy muy agradecido, por la materia rusa que nos proporcionó. Es una lástima que no tenga fotos suyas. Por eso, añado esa foto famosa del general Muñoz Grande arengando a las tropas. Tal vez una de esas sombras que se van difuminando, uno de esos hombres que formaban, que tenían un 50% de posibilidades de morir, fuera él, soñando en batallas medievales en que los dos ejércitos mostraban sus pendones, su honor, y su gloria. Pobre Aurelio: se confundió de siglo.

domingo, 7 de febrero de 2010

Mis disculpas

Antes de nada, debo pedir disculpas a los que se sintieron ofendidos por una entrada del blog que he decidido suprimir. Errare humanum est, y yo soy humano. Por lo tanto, mis disculpas a un partido legal al que metí, en un acto de inconsciencia, en el mismo saco que a otros que buscan el proselitismo a toda costa. Lo dicho: mis disculpas al Partido Humanista, uno de cuyos militantes se ha sentido muy ofendido por el texto. Espero de corazón que las aceptéis porque la verdad es que no tengo nada en absoluto en contra de vosotros.

¿De dónde venimos?

Esta foto fue tomada en los años treinta, en Buenos Aires. En ella aparecen mi abuelo Ramón (a la derecha) y su hermano Vicente. Es impresionante ver cómo los genes se perpetúan en las generaciones venideras. Esos rostros han aparecido ya en sus descendientes, y seguirán apareciendo hasta el fin de los tiempos (que será el año 2012, según el calendario maya). Yo me veo reflejado en los rasgos de ambos, quizás más en mi abuelo, porque mi tío abuelo tenía una complexión física de tal robustez que yo nunca aspiraría a tener. Se perpetúan la miopía, las caras alargadas, el pelo oscuro y rizado, una expresión moderadamente triste que nos acompaña en nuestro caminar cotidiano. Y me sorprende, además, el parecido de ambos con un escritor fallecido: el judío italiano Primo Levi. Yo creo que en los antecesores de mi familia paterna hubo sangre judía, estoy casi convencido. de hecho, más de una vez me han dicho que podría ser judío (me insistía en ellos una amiga de Santiago, Matesa, y también lo cree Joel Simkin, el marido de mi cuñada Vitu, también él judío, pero canadiense), aunque también en Grecia la gente se me dirigía en griego porque creían que era uno de los suyos, y asimismo otra gente cree que tengo sangre árabe: lo evidente es que la familia Otero no proviene de sangre celta, sino de sangre levantina, puede que mediterránea o de Oriente Próximo. Daría algo por tener una máquina del tiempo y saber cuándo y cómo fue la evolución. De dónde partió el primer miembro de esta centenaria familia que en este instante lleva el apellido Otero. ¿Saldríamos de Ur, de Sidón, de Marsella, de Mittani, de las colonias de la Magna Grecia? ¿Seríamos la bala perdida de un mercenario romano que le cogió gusto a Gallaecia? Qué bonito es imaginar.

viernes, 5 de febrero de 2010

La increíble historia de Sergio y Estíbaliz




Aún recuerdo cómo eran en la primera formación de Mocedades: ella, con esa pinta de ser la más aplicada del colegio de ursulinas; él, con cara de estar eternamente flipado sin estarlo. Pronto dejaron esa formación y se montaron el dúo, Sergio y Estíbaliz, de imborrable huella en la historia de la música popular española. Sus primeros y únicos éxitos fueron "Volverás", que fue a Eurovisión, y "Piel": ambas tratan de jóvenes descarriadas, con letras que rondan la poesía sin llegar a ella, y con una moralina tan apabullante que ni Disney se atrevería a llegar tan lejos. Pero, ¡Dios mío!, evolucionaron: un día se pasaron a algo que quería asemejarse a la música disco, y cantaron el inolvidable "Stay on the line", que perdura en nuestras memorias gracias a una insuperable parodia de Martes y Trece. No tengo palabras para definir esta canción, ni para describir los trajecillos que llevaban al interpretarla, y el baile que ejecutaban sumariamente: ¿qué hacían dos personajes salidos de una insufrible novela bucólica intentando hacerse los marchosos?
Su evolución se transformó en otra cosa. Tras una época oscura (más oscura, diría yo), un día reaparecieron, ella con la misma cara de haber sido la alumna ejemplar en todas las promociones de las jesuitinas, aunque se soltó las trenzas, y él... con barba larga y canosa, más grueso, queriendo parecerse a Jorge Cafrune. Me impactó, lo confieso. Dicen que Bowie fue el gran camaleón musical: ¡ja! Es que no conocen a Sergio y Estíbaliz. Acaso, si en vez de tener ese nombre artístico se hubieran puesto "Sergio & Estíbaliz" (o S&E) habrían subido más.
La última vez que los vi pertenecían ya a ese grupo de desguace llamado El Consorcio, donde se han vuelto a reunir con Amaya y demás de Mocedades. Fue triste ver cómo cantaban esa canción del "chacachá del tren" e iniciaban una conga geriátrica en la cual más de una cadera acabaría en urgencias. Eso sí, Sergio seguía sonriendo, flipado, como siempre.
Pero para ejemplo de sus dones, este fragmento de una canción:

Le llamaban 'piel' y ella lo sabía
lo sabía y explotaban su niñez
hasta que un día la tarde se lo dijo: cuidaté, cuidaté, cuidaté

Bien. es obvio que en vez de "puta" prefirieron decir "piel". Después no queda claro: ¿quiénes explotaban su niñez? ¿es un caso de pedofilia? Y por último, "la tarde" ¿es una metáfora de su madre, o de sus amigas más íntimas? pero esto sigue:

Pero un día seducida por el aire
de la mano de la noche se marchó
y su piel que antaño fuera piel de lujo
en rebajas de enero quedó.

Un momento: todo gran momento del arte requiere un respiro. Vamos a ver: "el aire" debió de ser el típico gañán que la engañó... o quizás el clásico circo itinerante con el que se fugó, perpetuando una larga tradición. Eso de que su piel era "piel de lujo" da que pensar: ¿era una de estas que se anuncian en la sesión contactos y dice 'Vanessa, gallegaza, exclusiva, 120/60/90, foto real, griego y francés sin'? Obviamente la cosa le fue mal y tuvo que reducir el caché, como demuestra esa impactante metáfora de las rebajas de enero, cutres siempre a no ser que sean de El Corte Inglés.
Pero, ¿de qué me extraño? En la primera estrofa definen a "Piel" como "dorada como el sol sobre la miel", y de habla y mirada "ingenua y procaz a la vez". Vamos, el sueño de todo pedófilo. Al final, el otoño cruel la marchitó y maduró su piel. Pobre Piel. Vaya canción, jopelines.



jueves, 4 de febrero de 2010

Planeta Nini

Vi en la tele un avance de un reality que se emitirá próximamente (corregidme si me equivoco). En ese avance salían representantes de la generación nini, es decir, ésos que ni estudian ni trabajan, pero viven como rajás parasitando de sus padres. Me impactó que uno de esos chupópteros, de unos veinte años, afirmara que lo más que le robó a su madre fueron 1.000 euros (como si fuera poco). También salían madres quejándose de sus hijos nini, sabedores de que le robaban el dinero, chicos y chicas afirmando su inalienable e inexcusable derecho a salir de marcha durante tres días aunque no ganen un chavo, gente de la calle dando su opinión sobre este fenómeno, chicos partiéndose de risa cuando se cuestionaba su actitud nini... En fin. Cuando yo tenía la edad de los nini sólo había tres opciones: estudiabas, trabajabas o eras delincuente común. Los nini no parecen tener la energía suficiente ni para la última opción: sólo roban a padres y familiares, con lo que el dolo queda en casa. Cumplen la máxima histórica: vive de tus padres mientras no puedas vivir de tus hijos. Pero, si estos ninis tienen hijos, en justa penitencia para ellos, también serán ninis, digo yo. Dos generaciones de ninis compartiendo tiempo y espacio quizá sean demasiado para una sociedad, o para el mundo. Tal vez el planeta implosione ante tal gilipollez, tal majadería, tal morro. ¿Dónde metemos a los ninis? ¿En cárceles, reformatorios, frenopáticos, cotolengos, campos de trabajos forzados? Yo los llevaría a unas minas de sal, a la vieja usanza, o tal vez a galeras, que mola: en vez del tam-tam les pondría música trance: todo un detalle. Pero lo peor es la siguiente pregunta: ¿por qué hay ninis? Preguntádselo a los padres que ahora se quejan: preguntadles cómo eran, qué hacían los ninis cuando eran minininis, cómo trataban a sus progenitores y a los demás, qué desmanes causaban y cúales eran los castigos que les impartían, preguntadles si cuando suspendían ocho asignaturas la culpa era de los profes malvados, no de ellos, que no la hincaban; preguntadles también si alguna vez les dijeron que no a algo, si les inculcaron los valores más básicos para un ciudadano común, a qué edad empezaron a salir hasta las ocho de la mañana. Hablo con cierto conocimiento de causa: lo mejor de ser profesor es que eres un barómetro de la sociedad. Yo he tenido y tengo ninis en clase. Se les distingue fácilmente. Son unos auténticos gilipollas.

lunes, 1 de febrero de 2010

Un mal sueño

Ayer tuve un mal sueño, dije yo y no Martin Luther King. Volví a la infancia-adolescencia, pues no recuerdo ni qué aspecto tenía yo en el sueño. Sentado en un pupitre, expectante, por fin me llegó la hoja del examen que tenía que hacer. Era de matemáticas. El primer problema tenía que ver con ángulos, y con una fórmulas endemoniadas. Leí el siguiente: ni idea de cómo resolverlo. El siguiente me puso al borde de las lágrimas: era uno de esos en que un tren sale de Medina del Campo y otro de Tordesillas, y que cuándo se cruzarán sabiendo que el de Tordesillas va a ir más despacio los últimos kilómetros debido a un descarrilamiento, y el de Medina irá a toda pastilla ya que el maquinista está ebrio. No pude leer el cuarto problema porque las lágrimas me lo emborronaron. Iba a sacar un uno o, tal vez, un cero, si el profesor era despiadado. Y lo era. Tenía los rasgos de un profe de matemáticas que tuve en 1 BUP, al que temía mucho más que al mundo, el diablo o la carne. Bueno, la carne siempre me ha gustado, pero El Mundo me resulta apestoso, y el diablo me importa un pepino. En fin, que reviví durante el sueño toda aquella angustia que me producían las matemáticas, toda aquella sensación de pensar, además: ¿por qué carajo los protagonistas de los problemas no hablan claro? Digo lo de hablar claro porque una vez me cayó en un examen el típico problema en que uno le pregunta al otro cuántos años tiene, y éste le contesta que su edad es la suma del cuadrado de la raíz cuadrada de la mitad de la edad de su hija pequeña, sumado al cubo de la edad de su hija mayor (por ejemplo). Si un amigo mío me dice eso en vez de decir, por ejemplo, cuarenta y siete, le pego un sopapo. No se deben reavivar NUNCA los viejos odios, y lo mío con las matemáticas es un rollito hutu-tutsi. Cuando las aprobé en 2BUP, gracias a la benevolencia del profesor, Elías (le llamábamos "Tarzán" porque era clavado a Johnny Weissmuller), salí al patio del instituto y quemé el libro. Creo que del humo que generaba salían diabólicos seres planteándome preguntas raras, trayectos ferroviarios, medidas de superficie, antes de desvanecerse. Ese día, por fin, fui libre. Pero maldito sea el sueño que tuve ayer. Poco me faltó para llorar de rabia.