jueves, 29 de mayo de 2008

Ibarretxe y su consulta psiquiátrica







La consulta de Ibarretxe no es popular, sino médica. Alguno dirá que este hombre no es de este planeta, y su parecido con el doctor Spock podría atestiguarlo, si no fuera porque Spock era un tío muy inteligente, claro. Él, gran parte de su partido (y de otros a su izquierda) y por consiguiente un buen porcentaje del pueblo vasco están gravemente afectados del Síndrome de Sabino (a la izquierda, en la foto, el señor Arana), que ataca las meninges y el bulbo raquídeo (o raquítico, que también le llaman así), y que produce los siguientes síntomas:
a) El afectado cree que su pueblo proviene de un nieto de Noé llamado Tubal.
b) También sostiene que el cráneo de su pueblo y su Rh son diferentes del resto de la humanidad.
c) Tiene propensión a sentirse colonizado, y a considerarse muy, muy pobre y desdichado, incluso cuando paga sumas astronómicas bebiendo zuritos y comiendo pinchos.
d) Tiende a inventar un pasado heroico encestral en que su pueblo fue nación, y a borrar los hechos históricos avergonzantes de su pasado más reciente (véase papel de PNV en Guerra Civil y después, véase rendición ignominiosa a Franco sin oponer apenas resistencia, véase sentimiento carlista ultraconservador arraigado en el imaginario de la gente, véase divisiones organizadas vasco-navarras, los requetés, apoyando a Franco, véase...). Tiene a imaginar un pequeño imperio con terrenos que ni siquiera pertenecen al país del que forman parte.



e) Siente un afecto paternalista por asesinos a sueldo a los que considera jóvenes descarriados.
f) Rechaza de plano todo lo que suena a español, cuando su economía depende totalmente de ese otro pueblo tan despreciable, cuando los vascos más prominentes han estado siempre a las órdenes de la Corona, cuando incluso esa lengua tan odiada e imperialista del enemigo no sería como es si no fuera por la influencia decisiva del vasco en sus orígenes.
g) Desea imponer una lengua en estado moribundo (al parecer, la que se hablaba en el Paraíso) que él no habla ni conoce a todos sus conciudadanos para así regresar al Edén Euskaldún; sin embargo, los mítines en que arengan para el uso de esa lengua se dan en castellano, porque de lo contrario no se entenderían.
h) Rechaza toda institución española, toda carta de derechos proveniente del estado, pero recurre a ellas cuando se ve en peligro, e incluso recurre a derechos feudales para pagar menos impuestos que otras comunidades más pobres que la suya.
i) Insiste con orgullo en que nunca fue romanizado (viendo los rostros de los líderes de ANV y del PCTV, uno puede admitir que eso es cierto, la verdad).
j) Insiste en que su pueblo es el que más ha sufrido del mundo, por lo que se comparan con Gaza, y utilizan Guernica para explicar esa conspiración mundial contra sus aspiraciones.


k) Aduce que nadie puede comentar sobre su pueblo, ya que solo sus habitantes son capaces de comprender esa realidad... olvidándose, por ejemplo, que algunos de los mejores hispanistas son británicos, y que la cultura y la historia vascas ni son desconocidas ni son tan especiales como para resultar difíciles de entender.
Este es el síndrome. Lo padecen muchos, no crean, por imposible que parezca. Incluso este síndrome se enseña en libros de texto como si fuese algo real y no imaginación. En mi opinión, con respecto a la consulta, creo que deberían dejarles vía libre. Es más, creo que el estado debería anticiparse y dar una independencia por sorpresa, y hacer como se hace en la secta de los Amish: permitir que el hijo viva fuera del poblado durante un periodo de tiempo estipulado (uno o dos años, no recuerdo bien), antes del cual podrá regresar sin perder derechos; eso sí, si no retorna, será rpudiado para siempre por su familia y su comunidad. Sería una buena solución, porque así, cuando vieran que los impuestos que generan no dan para cubrir ni los sueldos estratosféricos de sus funcionarios, ni el sostenimiento de la seguridad social y la enseñanza, ni el mantenimiento de carreteras y aeropuertos, ni dos canales de televisión autonómica con una audiencia irrisoria, y cuando perciban que todas las empresas fuertes radicadas en el País Vasco cambian de domicilio fiscal (el BBVA ya ha amenazado), y noten que su nivel de vida tan alto como ilógico se va al tacho, pues sus derechos feudales no les sirven de nada... entonces caerán en la cuenta de que han sido siempre unos privilegiados; que, por encima, lo que les enriqueció a ellos (esa industria obsoleta, carísima, deficitaria y de bajísima calidad mantenida por una cuestión de prestigio nacional, véase Altos Hornos) entorpeció el desarrollo industrial del conjunto de España; que ser insolidario no es de recibo cuando reciben alegremente el dinero del Estado que tanto rechazan para sus "cositas"; que su pueblo en tiempos históricos siempre fue dependiente de alguna corona, de algún tipo de estado; que las lenguas no son ni deben ser nunca sagradas: son instrumentos de comunicación que nacen, evolucionan y nunca acaban de morir, pues dejan su rastro en la sintaxis, en el léxico... ; que si la gente de Guernica tenía nombres y apellidos, como dijo el inefable Arzallus, ¿qué tenían los defensores de Madrid, que murieron a miles en una resistencia heroica durante tres años?; que los "chicos descarriados", esos malditos hijos de perra, son indefendibles por el tremendo daño que han causado a toda la sociedad, por muy vascos que afirmen ser; y, finalmente, otro de sus mitos absurdos, que si los romanos, que fueron capaces de someter la Galia y la Germania, populosas y belicosas como pocas tierras, no los conquistaron, fue simplemente porque no les dio la gana. Allí no se daba el vino (el chacolí difícilmente puede catalogarse como vino) ni el olivo. ¿Para qué, entonces? Solo el careto de las alcaldesas y concejalas de ANV y PCTV puede hacerte pensar que tal vez sí, algunos no fueron romanizados.


Bien. Aguardo con excitación a ver cómo acaba esta historia vesánica del señor Ibarretxe. Ah, y lo de Gaza... para partirse de risa, vamos. Que vayan a Gaza a tomar zuritos, que vayan.
PD: ¡Jon Josu, vuelve, por favor!

miércoles, 28 de mayo de 2008

Año Mariano

El caos absoluto del PP ha suscitado un milagro: hasta Pepiño Blanco dice cosas coherentes y da en el clavo. El susodicho Pepiño afirmó que Rajoy estaba probando de su propia medicina.Y nada más cierto que esto.
Porque Mariano, que ahora se nos descubre centradito, dio pábulo al catecismo de la conspiración elmundista, siguió al pie de la letra las consignas FAES en lo relativo a terrorismo, animó a las fuerzas más reaccionarias de España a tomar las calles, a la sublevación episcopal contra todo y todos, despreció al Presidente de Gobierno del modo más insultante que he presenciado desde que regresó la democracia a este país, fue capaz de afirmar que el Gobierno estaba sustentando a ETA y de no retirarlo, se produjo en toda sesión, toda interpelación, a través de su facundia decimonónica tan empalagosa, con el desdén, con el insulto más barriobajero, secundado por sus corifeos, exultantes ante tanta mala leche.
Pero, señores, es que ahora descubrimos que Mariano NO QUERÍA: qué ingenuos fuimos. Estuvo representando un papel de sicario durante cuatro años, y es tan buen intérprete que yo juraría que disfrutaba, exponiendo argumentos que no compartía, estrategias que detestaba, teóricamente. Es que a Mariano, como a Darth Vader, le absorbió el Lado Oscuro: no pudo eludir la fuerza aterradora de los agentes externos al PP, que se convirtieron en internos al dictar la agenda del partido (AVT, FAES, COPE, El Mundo, etcétera) y condicionar incluso ahora el rumbo del partido.
Las cuestiones son estas, formuladas desde la izquierda: ¿puede uno fiarse de un líder que imposta otra personalidad durante cuatro años? ¿es eximente ser rehén del núcleo duro? Mi respuesta es No, pero, con todo, prefiero que Mariano gane sus primarias a que ganen Los Otros. Lo escribo en cursiva porque es una película de terror, y porque en ella los personajes están muertos sin ser conscientes de ello. Y lo prefiero aunque sé que una moderación considerable del PP les posibilitaría ganar las próximas elecciones, pero sería bueno normalizar la situación y no volver a las dos Españas.
El punto de vista de la derecha es diferente. Al parecer, Mariano llevará al partido a perder sus principios (¿qué principios? ¿los del Movimiento?), por lo que se revela como un Judas, un infiltrado, un rojazo... ¡Rajoy, sospechoso de izquierdismo! Dios mío, pero, ¿a quién piensa presentar la derechona del PP? ¿A Millán Astray? Esos principios monolíticos tienen preso al PP. Y a Mariano, si intenta liberarlo de ellos, puede que le pase como a Sansón, que derribó el templo pero murió en el intento.
El caso es que los votantes demócratas del PP (que son mayoría abrumadora, y merecen todos mis respetos) están temblando ante la perspectiva de un golpe de mano. Estos votantes y simpatizantes comparten la teoría de Rajoy: no podremos ganar si seguimos dando miedo. Y de momento siguen dándolo. Si no, fíjense en esas decenas de septuagenarios que se congregan cada dos por tres en la calle Génova (¡qué paradoja! Antes solo salían a la calle los rojos, los violentos o los jóvenes descarriados; ahora la extrema derecha le ha cogido el gustillo, y, cuidado con ellos, que una vez adquieren derechos la calle será suya, cumpliendo la profecía de Fraga) para insultar a los más moderados, gritando unos vivas a España que huelen a rancio, porque esa España ya no existe, que suspiran por un ex presidente ("el mejor de la historia", afirman sin dudar) que ha hecho un daño terrible a este país, fomentando la ira por puro odio y soberbia, al no poder soportar ver cómo tuvo que salir del gobierno con 196 muertos a la espalda. Toda esta gente, incluidos la precanonizada María San Gil, Mayor Oreja, Elorriaga, Acebes, Ana Botella (vaya lumbrera, por Júpiter), Esperanza y demás, si de verdad quieren a su partido, deberían dejar sus intrigas palaciegas o, quizá mejor, donar su cuerpo a la ciencia.


(Al personal sanitario del centro de salud de El Berrón, que sé que sigue el blog: ¡Puxa Asturies!)

lunes, 26 de mayo de 2008

El Ave Félix

Me contó mi casera que, pese a la eucaristía de la vida, se había comprado un piso de segunda mano en el centro, con vistas hacia la medianía que parte en dos la Travesía de Vigo. Me dijo el precio, y me quedé acónito. Ella adujo que fueron ahorrando un poquito por aquí, un poquito por allá, ya se sabe, a pequeñas diócesis, y consiguió convencer a su marido, que se mostraba muy intrépido ante tal desembolso. Pero lo compraron, porque después de todo, la que maneja el catarro es ella. El piso lo arreglaron, y ahora está enzoquetado, con salpiques en vez de lámparas... es decir, a todo alcanfor.
También me comentó mi casera que últimamente anda triste. Su hija, que está casada con un cónyugue, según ella, quedó embarazada hace meses. Fue una sorpresa, aunque los muy arriesgados en vez de la píldora, usaban el método Longinos. Ante la noticia, mostró su desconcierto al doctor, quien, enseñándole los análisis, enunció: ¡A las pruebas me repito!Más adelante, la hija fue a hacerse una coreografía, y el médico vio que había poblemas. Un mes después abortó, por lo que tuvieron que hacerle un leningrado. Pobre... Ahora está deprimida, y el cónyugue se muestra preocupado, pues desde entonces no han vuelto a la vida marítima. Mi casera me comenta secretamente que, para la depresión, su hija no deja de tomar cláusulas, y que el cónyugue, a base de beber para olvidar, acabará imponente. Ese matrimonio está entre la espalda y la pared, afirmó, llorosa. No se preocupe, le dije yo, tranquilizándola, este matrimonio renacerá. Como el Ave Félix.

(A Jose y Manola)

La dificultad de lo simple (En Ávila, mis ojos...)

En Ávila, mis ojos,
dentro, en Ávila.
En Ávila del Río

mataron a mi amigo,
dentro, en Ávila


Un poeta anónimo escribió este poema en la Edad Media. Con solo doce palabras diferentes se transmite una historia llena de interrogantes: ¿quiénes mataron al amado de la voz poética? ¿por qué en Ávila? ¿hay alguna circunstancia histórica (o microhistórica) que explique este asesinato? El hecho es que con doce palabras el poeta es capaz de conferir misterio y dramatismo, con doce palabras populares, al alcance de todo aquel que la quiera leer o escuchar. Es el embrujo de la lengua. Qué lejos queda esta sensibilidad de la de tantos y tantos autores que escriben libros al peso, que consideran que utilizar palabras ya extinguidas u obsoletas para dificultar la comprensión del lector les otorga un halo de grandeza, cuando lo que les da es un tufo apestoso a sufriente pseudointelectual, que creen que el misterio o la intriga son engendros para mentes infantiles o cerriles, que creen, en definitiva, que cualquiera que no escriba como ellos no sabe lo que es escribir.
Pobrecitos. Son los mismos que alabaron encomiásticamente a Cervantes y su Quijote con ocasión del cuatricentenario, cuando hoy, si Cervantes volviera a escribir, sería cruelmente denostado y vilipendiado por estas lumbreras decrépitas, que creen haber inventado la literatura (me vienen tantos nombres... pero no los escribiré). Aunque esto tiene difícil solución: España sigue siendo un país barroco cuyos gurús de la literatura siguen embobados por la palabrería vacía del trilero.
Aun así, sé que en el fondo envidian esa sencillez de la que no son capaces, esa extrema dificultad en hacer pasar por fácil lo que es extremadamente arduo; intuyo que venderían lo que les queda del alma por poder haber escrito algo como el célebre minicuento de Augusto Monterroso:



EL DINOSAURIO


Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.



Otro ejemplo de sencillez, de brevedad (siete palabras), de ingenio, pues lo que vale en realidad es conocer los mecanismos internos de la lengua, y no rebuscar en las alcobas cerradas del idioma (esas que nunca se volverán a abrir, porque la lengua va dejando cadáveres en forma de palabras en su existencia) para epatar a un lector ingenuo que diga: ¡qué listo debe de ser, para usar estos términos! La magia de este dinosaurio está en dos palabras cruciales y una ausencia. El sujeto está ausente, por lo que queda libre para nuestra imaginación la identidad de éste (niño/niña/hombre/mujer...); el artículo "el" es crucial, pues nos informa de que el sujeto tenía previo conocimiento del dinosaurio; y, por último, el adverbio "todavía", que implica que ese dinosaurio estaba allí previamente al sueño del sujeto. He aquí la clave.

Qué simple, ¿no? Qué difícil, diría yo.

Como anécdota, cuando le preguntaron a la mujer de Monterroso, Irene Jacobs, si había leído el cuento, ella contestó, con ironía literaria. que lo había empezado, pero iba por la mitad. Perfecto colofón.



(A esos escritores que no afirman haber inventado la literatura)

viernes, 23 de mayo de 2008

Serbal de Cazadores



Este es, creo, uno de mis mejores relatos. En un principio lo concebí como algo aislado, pero finalmente lo integré dentro de la primera sección de Zabiega, titulada Historias de Zabiega; la segunda sección de este libro se titula Crónica del Traidor. Todas las historias están conectadas con Alas Negras, y mi deseo sería que en un futuro pudieran juntarse las tres secciones en un solo libro, aunque va a ser complicado. Obvia decir que Zabiega sigue, desgraciadamente, inédita.


En Serbal de cazadores el primitivismo de su personaje masculino concuerda a la perfección con la naturaleza que lo circunda. Ambos sienten la misma indiferencia hacia la vida o la muerte.









SERBAL DE CAZADORES



Era el mes de mayo en Zabiega, cuando la retama se adorna de flores amarillas y plateadas, y las cápsulas pardas del tojo se aprestan a exponer unas flores con el aroma del coco que se vende en las ferias. Él se aplastaba contra el suelo, viendo correr hormigas y arañas por los dedos sucios, de uñas renegridas, aspirando la fragancia de la lavanda, notando la aspereza de las uces contra sus pantalones, valorando los matices del serbal de cazadores que impregnaba de verde el contorno.
Ella no llegaba. Y tenía que hacerlo, siempre lo hacía. Al atardecer se encontraba con un hombre mucho mayor que ella, y allí, sobre la hierba fresca cercana al arroyo del alisal, daban rienda suelta a su pasión. Dos flechas amarillas cruzaron el aire, para perderse en la espesura. Eran mingolirones. Estos pájaros hablan poco, pero bien. Y traen suerte.
Las abejas y los abejorros emitían los últimos zumbidos del día, los grillos aclaraban la voz, la luz violeta se desparramaba entre los matorrales. No era el único hombre que había visitado el paraje de su mano. Había habido varios más, todos mayores que ella, mayores que él. Él tenía la misma edad que ella. Consuelo. Ella se llamaba Consuelo no sé qué más. Todos la llamaban Consuelo, como si lo demás no importase. A él le llamaban El Lobo, por el pelo enmarañado, por la sucia soledad, por su oficio de carbonero, que le obligaba a recorrer los montes en busca de leña, para después quemarla bajo un manto de tierra. Cuando llevaba el saco lleno del carbón, los niños huían presas del pánico, temerosos de acabar encerrados en él. Los mayores le tiraban piedras y le amenazaban. Se llamaba Dióscoro. Había dejado de ir a la escuela cuando su padre murió, congelado a la puerta de su casa, borracho como una cuba, en el helor de enero. Tuvo que hacerse cargo del oficio paterno Decían que su padre no había sufrido al fallecer, y a él eso le encolerizaba: quería que hubiese padecido lo innombrable por haberlos dejado abandonados, y más por haberles zurrado hasta cansarse todos los días de su maldita vida. Tuvo que ser un padre para los hermanos pequeños, y lo logró, pues todos le temían.
El viento del Sur agitaba los penachos de los alisos y los abedules. El arroyo bullicioso murmuraba, avisaba de algo. Notó un escalofrío y unas voces que se aproximaban.
Ella llevaba un vestido azul celeste sin mangas, con unas flores bordadas en la pechera, y unos zapatos fuertes, de cordones, idóneos para caminar. A lo lejos, podía parecer una niña. El hombre, un palmo más alto que ella, lucía camisa blanca y un chaleco negro. Tendría unos treinta años, pero el pelo estaba encanecido. Tenía patillas largas y una cicatriz en la mejilla, piel oscura y ojos árabes. Llevaba una gran medalla que destacaba en la camisa desabotonada. A aquella distancia no podía precisar tantos detalles: lo conocía de días atrás. Lo había espiado cuando regresaba a su casa, con su mujer y sus hijos.
Verde y magenta, brezo y carrasca, cerezos salvajes en la vaguada próxima. El serbal prendería de rojo el prado en agosto. Él conocía cada mata, cada hierba, cada hondonada o collado a los que el sonido acudía con mejor transporte.
Pero esa tarde se saltaban el guión. El hombre tiró de la muñeca de ella, que se mostraba reacia. Era caprichosa, mohína. El pelo largo y trigueño, los ojos claros, casi verdes, los labios llenos. La apretó contra él, los pechos grandes y redondos se aplastaron contra el torso duro de él; ella lo repelió con ambos brazos, frunció el ceño y la boca, escupió tres palabras. Él le dio una bofetada que la tiró al suelo, e instantáneamente arrepentido, se encorvó hacia ella a modo de disculpa. Se oían siseos, como los movimientos ondulantes de los liscanzos. Brillaba la medalla a la luz del atardecer. Una urraca alzó el pico, alerta. Consuelo, fuera de sí, forcejeó, aulló, se agarró a la camisa blanca. Él se desembarazó de ella, que lloraba. Consuelo, desconsolada. Nunca la había visto llorar. Se ponía fea cuando lloraba. Él se alejó deprisa, componiéndose la camisa manchada y rasgada, ignorante de que en el forcejeo se había desprendido la medalla, que guiñaba el ojo de cíclope en un lecho de brezo.
Él esperó a que el hombre desapareciese del escenario. Reclinada sobre el suelo, titilante, las caderas pronunciadas resaltaban más. Dióscoro había matado mil hijos en el páramo de las sábanas gastadas de su dormitorio, pensando en ella. Allí la tenía, a su merced. Inerme. Aspiró la fragancia de la salvia. Se despidió de las arañas y las hormigas tardías. Se incorporó. No había sol, no había sombra. Era su momento. Era el momento de El Lobo. Ella se sobresaltó al oír los pasos blandos. Se compuso. Sonrió. El Lobo, dijo, y soltó una carcajada hiriente. Se rió como se reía cuando notaba que él la miraba desde detrás de las cercas, desde las esquinas de las calles de Vega, desde las cañadas de los cerros, desde las escaleras a la salida de misa, compartiendo escarnio con sus amigas feas y gordas. Se rió como cuando el maestro le azotaba por no saber las cuentas. Se rió como se reía de los hombres que no la satisfacían, siempre allí, en el sucio tálamo de hierba, siempre en ese mismo lugar, y al cabo se iban desconcertados, avergonzados, alimentando un rencor. Él vio la medalla sobre el brezo y una idea cruzó su mente.
Sacó el cuchillo de una funda camuflada bajo la pernera del pantalón. El filo estaba sucio de la sangre de un zorro que había matado el día anterior muy cerca de allí. Un cambio del viento le trajo el hedor del cadáver gusarapiento del zorro. Ella no percibió ese olor hediondo. Ella solo vio la hoja de metal cuando estaba a un palmo de su vientre y, más asombrada que atemorizada, sintió la sensación urente de hierro en las entrañas. Abrió la boca sin gritar, abrió los ojos desmesuradamente, como queriendo evaluar el tamaño de su dolor, antes de que él le rebanase el cuello. Tardó poco en morir.
Él le cerró los párpados y pensó que la sajadura del cuello blanco no era más que otra de sus sonrisas. La despojó de toda la ropa. La hendidura de su sexo era muy similar a la que le había producido más arriba, debajo del ombligo. Se bajó los pantalones presto a hozar en ella como hacen los cerdos bravos. El vello púbico era trigueño, como el pelo. Dos láminas pardas asomaban del sexo cerrado. Ante la imposibilidad de penetrar el cuerpo sin vida, dudó si matar cien hijos más sobre la piel blanca como las sábanas de su cama, pero la sonrisa grotesca del cuello lo disuadió. No quería que se riese más de él, ni después de muerta. La golpeó repetidamente con el mango del cuchillo hasta causar moratones y heridas que apenas sangraban. Recogió la medalla de la mata y la encerró en la mano exangüe de Consuelo. De entre los dedos colgaba la cadena dorada pendulando con la brisa, suscitando la codicia en las urracas.
Antes de regresar a su casa, la miró por última vez. Pensó que las gotas escarlata, redondas y esponjosas, que asomaban de la herida eran muy similares al fruto de agosto del serbal de cazadores.

miércoles, 21 de mayo de 2008

A Kuro

Querido Kuro, no sé quién eres, pero me gusta que te guste el blog, porque si no, no entrarías en él (a no ser que seas de los que anda buscando erratas para jorobar), y también las puntualizaciones, pues en el caso del riñón de Santillana estaba yo totalmente equivocado. habrás comprobado que soy bastante vehemente cuando algo me gusta, y eso hace que uno gane en intensidad y pierda en objetividad, pero, depués de todo, ¿quién quiere ser objetivo? Coincido en el regate de Redondo en Old Trafford (forma parte de la historia del fútbol, más allá de chilenas o rabonas, y además, esa elástica negra del Madrid... cómo molaba), aunque no en el resultado del Madrid-Barcelona cuando Maradona marcó aquel gol antológico que hizo que Sandokán se empotrara en las redes. Creo que acabó 0-2, aunque tampoco pondría la mano en el fuego. El salto de Santillana previo al famoso no-gol de Cardeñosa fue realmente espectacular, y fue una pena que no lo recordara, siendo como fue un momento de la antihistoria futbolística hispana. Respecto a los locutores argentinos de los Valdano, D'Alessandro, etcétera en oposición al laconismo cómico de Di Stéfano, no diré que no es uno de mis temas favoritos. Solo un argentino puede relacionar el fuera de juego con Cioran, el saque de banda con Keynes.
Gracias por los comentarios, Kuro, quienquiera que seas. Solo puedo deducir que eres hombre, que tendrás más de cuarenta y cinco años, que eres del Real Madrid, que te gusta el cine y que disfrutas rememorando los momentos estelares.

El asesinato de Heráclito

Dicen que dijo Heráclito que nunca nos bañamos en el mismo río. Pero no es cierto. lo que dijo en realidad fue: "En el mismo río entramos y no entramos, pues somos o no somos los mismos". Es curioso, ¿verdad? Todos nos apostaría la plantación de algodón a que la frase era la primera. Es un caso más de frases erróneas, como por ejemplo: "Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó (...)". Esta cita es adjudicada a Bertolt Brecht, cuando su autor fue el pastor protestante alemán Martin Niemöller. Por no hablar de "Tócala otra vez, Sam", frase que nunca se llega a pronunciar en Casablanca, o "Elemental, querido Watson", sentencia que nunca pronunció Sherlock Holmes en ninguno de los libros de Arthur Conan Doyle. Creo que fue Goebbels, ese monstruo inicuo, quien dijo que una mentira contada varias veces se convierte en verdad (me echo a temblar: corregidme si no es cierto). Goebbels fue un despojo aberrante de la raza humana, pero eso no le quita inteligencia.

Por lo tanto, para mis fines, afirmaré que Heráclito dijo que nunca nos bañamos (o entramos) dos veces en el mismo río. Supongo que este axioma se podrá aplicar también a una playa, porque el mar, igual que el río, siempre está en constante movimiento y regeneración, es decir, ambos son mutables.

Así pues, yo, que toda mi vida he pasado al menos un mes de verano en la misma playa, y consecuentemente me habré bañado en ese mar delimitado unas dos mil veces, deduzco aquí y ahora que me he bañado en dos mil playas distintas. Esto, a decir verdad, produce la mareante perspectiva de nunca poder regresar al mismo lugar, como si estuviéramos viviendo constantemente en la serie de los sesenta Perdidos en el espacio. ¡Qué barbaridad! Creo que algo así, más aun que el advenimiento del viaje virtual, puede arruinar el turismo internacional, ya que un mismo punto espacial ofrece infinitas variaciones. Este Heráclito no creó más que desasosiego, aunque no fue su culpa.

Eso sí, me he enterado de un rumor que fluye desde la antigüedad. Se dice que un sicario destruyó toda la obra de Heráclito, a excepción de esas pocas célebres frases, para que aquella no llegase a la posteridad, y acto seguido lo mató. El chisme más difundido es que ese sicario fue pagado por Viajes Halcón.
A Luis Pedrido, un hombre que nunca ha hecho cola en los puestos del pulpo de las ferias populares.

Volar








Alguna vez he llevado a mis clases la reproducción de un cuadro fascinante, El mundo de Cristina de Andrew Wyeth. Con él, intentaba que mis alumnos desentrañasen conmigo el misterio de ese lienzo. Y siempre salía algo interesante, aunque casi siempre llegábamos a preguntas insolubles:


a) ¿Es esa mujer Cristina
b) ¿Por qué no se le ve la cara?
c) ¿Acaba de despertarse?

d) ¿Por qué parece estar en situación de alarma?
e) ¿Por qué está allí?
f) ¿Está aquella casa habitada?
Y, last but not least:
¿Qué está mirando?

Aquí radica el secreto, creo yo, de este cuadro enigmático. Da la sensación de estar mirando hacia fuera del cuadro, y esto es lo que nos desasosiega, aparte del paraje del Medio Oeste, tan proclive a ser usado en películas para carnicerías múltiples.
En esta foto de allá por los comienzos de los años cincuenta, en la playa de As Sinas, Vilanova de Arousa, mi madre corre atropellada y jubilosa hacia algo, mientras que mi padre se lanza en estirada canónica de guardameta. ¿Qué buscan? ¿Hacia dónde se precipitan? ¿Qué es eso fuera de foco que hace que literalmente vuelen? ¿Jugaban al balón? A mi madre no me la imagino, la verdad. ¿Había levantado el viento algo leve y valioso de la arena? No lo sé, ni creo que nunca lo sepa, ahí radica el sortilegio de los objetos fuera de foco, como los reyes solo percibidos por un reflejo en Las Meninas .
Lo único que sé con certeza es que en ese instante congelado e irrepetible de hace más de cincuenta años mis padres eran capaces de volar.
(Una vez más a Javier y Julia, mis padres)

sábado, 17 de mayo de 2008

Del celibato y otros temas









Tres de cada cuatro católicos practicantes están a favor de que el voto del celibato sea opcional para los sacerdotes, y el mismo porcentaje valora mejor a los misioneros que al clero que oficia en el propio país. Ignoramos lo que opinan los mismos sacerdotes del celibato, aunque imaginamos lo que piensa su cabeza más visible, incluso demasiado visible para mi gusto, Rouco Varela, representante de la vena más irracional y ultraconservadora del catolicismo. La verdad es que el celibato tiene su solera (no como la infalibilidad del Papa, de la que no se percató la jerarquía católica hasta 1870, ¡y eso que tienen línea directa con el Altísimo!), ya que ha estado ahí desde el Concilio de Nicea, hace 1.683 años, si bien en principio no era una prohibición de matrimonio, sino un veto al adulterio de los curas ya casados. Lo cierto es que Jesucristo nunca exigió a sus apóstoles que fueran célibes, y habría que analizar qué beneficios ha sacado la Iglesia de esta medida. Voy a pensar un poco........

He pensado unos minutos y llego a una conclusión: ninguno. Y lo peor es que, como dice una amiga mía, cristiana de base, teóloga y licenciada en Historia, que responde a las iniciales A.R. (no, no es Ana Rosa Quintana, pillines, y no digo su nombre por si le caen represalias), la Iglesia no sabe venderse. Tiene toda la razón.


Yo, en primer lugar, buscaría un asesor de voces e inflexiones, porque el tonillo insufriblemente amanerado de los curas me pone los pelos de punta; en segundo, sesiones de rayos uva a tutiplén, pues esas manos blancas como el papel de fumar me dan mucha, pero que mucha grima; en tercer lugar, obviamente, fuera celibato, y así, pudiendo liberal tensiones sexuales dentro del sacro matrimonio, quizá escándalos mayúsculos como los de las parroquias de Boston no vuelvan a suceder (fíjense que la pedofilia sacerdotal no existe, o es casi irrelevante, al menos, en las iglesias protestantes, donde los pastores se casan); en cuarto, aceptación de los métodos anticonceptivos, porque hay que tener valor para ir ¡a Brasil! y hablar sobre la maldad del sexo, la continencia, etcétera: esto demuestra lo alejados que están de la sensibilidad de sus teóricos fieles; en quinto lugar, que pidan perdón por sus muchos pecados, mostrando así la humildad que pregonaba Jesús, y que se dejen de estupideces como mantener la excomunión a Lutero; en quinto lugar, que se pongan al día en el tema del divorcio, más que nada cuando se fijen en que sus adalides políticos son los que más se divorcian de todo el arco parlamentario (pienso en alguno, como Álvarez Cascos, y me da la risa); en sexto, que coloquen a la mujer en un rol parejo al del hombre, por mucho que Eva haya sido la causante de todos los males de la humanidad, y que reflexionen, habida cuenta de que, si las mujeres desertaran de los templos católicos, estos se asemejarían a un local en que se celebra un mitin del Partido Humanista; en séptimo lugar, que aprendan a cantar un poco mejor, o que mejoren al menos el repertorio, dada la diferencia escandalosa de la musicalidad protestante comparada con los gallos desgarradores de las canciones de misa católicas; en octavo lugar, que el papa actual se deje de veleidades preconciliares, y que mire hacia adelante en vez de refugiarse en aquella Arcadia en que la Iglesia ordenaba y mandaba en la vida pública y en la privada, porque esos tiempos se comportan como las golondrinas de Bécquer; en noveno lugar, que los mandamases de la jerarquía escuchen a su gente de las misiones, y no para después excomulgarlos; que se fusionen con ellos, que admitan que esa gente sí que está haciendo una labor cristiana, y no ellos, siempre al servicio de lo más reaccionario, de esa familia monolítica que no existe, de esas persecuciones a gays, de los que la misma Iglesia está muy bien nutrida, del boato más esperpéntico y despilfarrador. No quiero tirar de Historia, porque me pasa como cuando escucho al PNV (otros meapilas): empiezo a calentarme y acabo en combustión espontánea.

Ah, y en décimo lugar, completando mi decálogo de consejos: que se autofinancien para calibrar así en rigor cuántos de esa supuesta ingente mayoría de católicos estarían dispuestos a dar dinerillo de sus ahorros a los curas parroquiales. En otras palabras, que dejen de chupar millonadas del dinero común para encima quejarse de lo malísimo que es el Gobierno, que por lo menos debe de ser bastante leninista. Leninista Zapatero, ¡ay, Dios, lo que hay que oír!


Sigan así, Rouco, Benedicto y compañía, y verán cómo en una generación la Iglesia Católica en España va a tener una representación en las iglesias de España similar a la de Nafarroa Bai en el Parlamento.






A Médicos Sin Fronteras, que hacen el bien sin querer adoctrinar a nadie

jueves, 15 de mayo de 2008

Santillana o la refutación de Newton


GRANDES HÉROES DEL DEPORTE


Yo era un futbolista nefasto, lo cual, siendo hijo de futbolista, no dejaba de ser frustrante. Miren en la foto de la izquierda, por cierto, la planta de mi padre, allá por los años cuarenta. Era un tipo duro y técnico, no en vano nació en Argentina: futbolista de potrero, como dicen por allá (pronunciado ashá). Pues, como decía, con el balón en los pies era un manojo de nervios, y miraba abajo como un cabestro. No era lo mío, aunque mejoré considerablemente con los años. Sin embargo, sí que fui un buen cabeceador, y debo reconocer que el espejo en que me miraba se llamaba Carlos Alonso Santillana, el nueve del Real Madrid durante tres lustros. No dejaba de ensayar sus remates, y debo decir que aún recuerdo dos goles antológicos de esta suerte futbolística: uno, en plancha, desviando el balón a la escuadra contraria (este se lo metí a mi primo Fran), y otro, entrando con potencia, y dando el balón en la cara interior del larguero (este, en los campos del polígono de Ponferrada). Son mis humildes momentos estelares.

De Santillana la gente tiende a recordar sus primeros tiempos, en que se mostraba muy torpón con el balón en los pies, y a negarle grandeza. En realidad era torpe en sus principios, era estilo Zarra, el ariete clásico. Se dice que incluso quería tirar los penaltis con la cabeza, pero creo que es exageración. Con todo, la gente olvida la evolución que se fue produciendo en él, y también algunos goles antológicos que, de haber sido firmados hoy en día por Messi, Cristiano Ronaldo, Kaká, etcétera, los diarios deportivos y los telediarios entrarían en autocombustión. Uno se lo marcó al Barcelona, por cierto, con sombrero de espaldas al central y subsiguiente volea con la izquierda desde fuera del área que entró por la escuadra. Creo que supuso el cuatro a cero de un partido de liga de finales de los setenta (¿1978?) en el Bernabéu.

Pero cuando hablamos de Santillana, los que de verdad lo disfrutamos, todos vemos a un hombre que rebasaba escasamente el uno setenta, despegando, dejando el suelo a un metro de distancia... y quedándose en el aire, en suspensión, unas décimas de segundo prodigiosas, decidiendo por dónde enviará ese balón con su testa de precisión. Marcó cientos de goles con la cabeza, y de él dijo Carnevalli, portero de la selección argentina en los setenta, que remataba tan fuerte con la cabeza como cualquier otro con el pie. Le creo. A él se rindieron los espectadores del Olímpico de Munich cuando superaba en cada salto al gigantón Schwartzenbeck (autor del trágico empate de la prórroga de la final de la copa de Europa de 1974, Bayern-Atlético de Madrid) y al monstruoso Maier (Alemania se ha especializado en porteros asesinos o, como mínimo con cara de perro: Maier, Kahn, Schumacher...). Ante él se plegó toda Italia cuando con un gol inverosímil (de cabeza, escorado y sin ángulo) batió al Inter de Milán en las semifinales de la UEFA de 1985. Ante él se rindió el Bernabéu cuando culminó la gesta de eliminar al Borussia en la UEFA de 1986, con un gol de fe y rebotillo (que también valen)y al Derby County, con dos goles antológicos, y otra vez al Inter, y al Colonia... y a todos los grandes. Porque él, aparte de volar, no claudicaba nunca, y su casta y valor le valieron numerosas lesiones, incluso romperse la órbita ocular.
Se ha hablado después de grandes cabeceadores, como Kocsis, o Zamorano, por ejemplo, pero, sinceramente, en este último caso,no hay que confundir potencia desmandada con potencia con precisión, y un toque de estética. Santillana era como un Ferrari en vuelo, era como el coche de Fantomas, se decía que tenía alas en los tobillos, como Mercurio. Sus enemigos lo recuerdan: Neeskens aún habló hace poco de él.
Otros dos delanteros españoles me dejaron una profunda huella por su humanidad y su honradez: Gárate y Quini. Eran rara vais en el fútbol español, lleno de indocumentados.
Quede el recuerdo de Santillana, su despegue de Harrier, su escorzo en pleno vuelo viendo cómo los enemigos van cayendo por pura gravedad, y quede la imagen de él conectando el cabezazo, enviando el balón a la raya de gol, imposible de alcanzar, como él. Un futbolista de raza, de casta y esfuerzo, que representaba a la perfección el clasicismo, esos valores de los que el Real Madrid hizo su bandera durante décadas... hasta que llegó la Quinta del Buitre, y Butragueño, el primer jugador posmoderno de España, lo destronó, y la cultura del club cambió radicalmente hacia un espectáculo, el de la Quinta (impresionante, debo decir), que olía a Axe en vez de a linimento. El Real Madrid ha vuelto desenterrar el bote de linimento y el tarro de la grasa de caballo para las botas. Veremos si pueden con el eclecticismo futbolístico de estos tiempo.
Gracias, Santillana, por los goles, y por la estética, y por el valor.


A Chiru, madridista hasta la médula, y a Paco Peña, socio y sufridor

miércoles, 14 de mayo de 2008

Kid Realidad vs Rocky Ficción

Rocky Ficción subió al ring con su bata de neoseda. Saludó a la concurrencia y alardeó del tono muscular que traslucía su traje especial de neoneopreno. En las muñequeras del traje llevaba sensores especiales que medían las pulsaciones de su rival. En el pecho, un dispositivo que hacía disparar rayos neogamma; las gafas especiales producían ondas sónicas, y su traje de neoneopreno camuflaba el mecanismo que creaba campos magnéticos a su alrededor. Las botas propulsoras le permitían volar a la velocidad del Concorde, y los guantes de neoneopoliestireno clonado desintegraban toda materia viva que tocasen. Además, Rocky Ficción peleaba en casa, en Nueva York. Entre el público estaban Spider-man, el Hombre de Hierro, Daredevil, Hulk, el Capitán América y toda la Patrulla X.

Frente a él se hallaba Kid Realidad, con su bata de boatiné almohadillada, sus calzones de nailon sobre el pantalón de licra metido en las botas verdes de pesca. Llevaba una capa, que su madre había cosido aprovechando los retales de una pancarta contra los poderes locales, y una camiseta de manga larga con lamparones de grasa que hacía poco por disimular una barriga más que prominente. La máscara de Kid Realidad parecía haber sido adquirida en las rebajas de un todo a cien, si es que tal cosa existe. Y su preparador estaba tan borracho que no paraba de cantar boleros y corridos.

El árbitro se despidió de Kid Realidad con lágrimas en los ojos, consciente de la desigual y breve batalla que iba a juzgar, y sonó la campana. Rocky Ficción se plantó delante de Kid, literalmente escojonándose de risa. Esperaba un superhéroe, un supervillano, un mutante, un replicante... algo digno de su artillería. Tardó dos segundos en saber qué le estaba pasando, antes de caer redondo en la lona aullando como un cerdo en San Martín. Kid Realidad le había dado tal patadón en los huevos que había resonado en todo el Madison Square Garden. El árbitro contó hasta diez, y luego hasta veinte, pues los gánsters de las apuestas le había mirado muy mal, pero no había manera de que se levantase. Lo sacaron del ring jurando en arameo. La novia de Rocky Ficción se amarró al brazo de Lobezno, que le daba mucho morbo saber si aparte de esas garritas sabía sacar más cosas.

Kid Realidad alzó los brazos hacia el público, que no sabía si aplaudir, abuchear o subir directamente a freírlo a tiros. Y entonces llegó el momento decisivo. Kid Realidad se despojó de su máscara. Debajo de ella, había otra máscara, pero esta era reconocible, amarilla y roja. Se oyó un ooohhh de admiración, y alguien del público gritó you got it, man! señalándolo con el índice. El público asintió en pleno, y, ahora sí, rindió una ovación al vencedor. Por fin lo habían comprendido. Nadie había sabido hasta ese momento que quien se había subido al ring no era otro que Súper Barrio.

A Luis y Paola, mis sobrinos de Tenochtitlán. Ah, y a César (también conocido como Séfar)

lunes, 12 de mayo de 2008

Experiencia Nocilla y neo-folk


Acabo de terminar el libro Nocilla Experience de Agustín Fernández Mallo, y debo confesar mi admiración por este joven autor. Delimitar lo que es novela o lo que no es se antoja bastante arduo. ¿Es esta obra una novela? La respuesta la daré más abajo. De entrada, estas son las diversas líneas argumentales de la obra: un Julio Cortázar fantasmal recorre los paisajes del libro con una nueva versión de Rayuela que encierra una teoría física; Ernesto planea contruir en Nueva York una Torre para Suicidas y un Museo de la Ruina; dos niños recorren zonas de la extinta URSS a través de oleoductos abandonados; Marc vive en una caseta en la azotea del edificio Windsor y escucha constantemente a Sufjan Stevens, lo cual le conecta con el enigmático aritsta Henry J. Darger; Radio 5 todo noticias se oye incesantemente en un transistor encendido en un abandonado Museo del Parchís en Ulan Erge, ciudad de una república asiática; Jota, un nativo de este país, pinta las calles con los cuatro colores de ese juego; el capitán Willard de Apocalypse Now tiene una nueva existencia; Harold, exultante tras superar su separación a base de comer cereales, recorre todos los Estados Unidos corriendo sin parar; Steve, cocinero vanguardista, propone comida teórica, e incluso se plantea cocinar el horizonte.
Y hay más, hay fragmentos de entrevistas a estrellas del rock y del pop, extractos sobre el código samurái de una película de Jim Jarmusch, disertaciones sobre la física (Fdez Mallo es físico, aparte de poeta), sobre los dados, sobre la coincidencia, el arte, la locura, la cultura pop. En todas las narraciones se adivina al poeta que las escribe, intachable su estilo, luminoso con frecuencia, y es destacable su gusto por lo inverosímil, por las ideas peregrinas, por las biografías inconcebibles. Todo nos lleva irremediablemente a una idea: la soledad más profunda del hombre rodeado de gente, la soledad contemporánea, el carácetr insondable de la vida, por mucha física por mucho de la teoría aleatoria que sepamos. Esa creo yo que es la tesis de Fernández Mallo.
Por otro lado, ¿hay unidad en todos los fragmentos? Seguro que en la mente del autor, sí, aunque hay algunas secciones de las que no consigo eextraer la funcionalidad, por ejemplo, las del rock, aunque posiblemente el autor haya querido crear un palimpsesto con vocación de universalidad. Consideraciones técnicas aparte, este libro va a ser, si no lo es ya, un referente de un nuevo modo de hacer literatura, que excede a la tendencia actual de ensayo novelado. Nocilla experience es algo así como poesía ficcional, o ensayo poetizado. ¿Es una novela? Como Fernández Mallo es gallego, entenderá bien mi respuesta: ni lo es, ni deja de serlo.

Como comentario al epílogo del libro, en que un amigo del autor le informa de que hay grandes similitudes de una de las historias de Nocilla Experience con la novela de Roberto Bolaño 2666, le diré que él, Fdez Mallo, me ha birlado un relato en que un hombre escribe una novela formada íntegramente por fragmentos de novelas ya publicadas. Es obvio que ya no lo acabaré. Es lo malo de leer obras ajenas.


Con respecto a Sufjan Stevens y su álbum The Avalanche, otro leitmotif del libro por sus referencia a Henry J. Darger, diré que no es muy común que un disco de descartes y extras sea mejor que su disco-madre, por así decirlo, en este caso, titulado Illinoise. Generalmente el material sobrante no llega al nivel de calidad del disco del que ha sido descartado. Solo hay, a mi parecer, dos caos que contradicen este axioma. Bueno, tres. Son el álbum blanco de The Beatles, All things must pass de George Harrison, y el mismo The Avalanche, de Sufjian Stevens. De los dos primeros no hablaré, baste decir que ambos fueron víctimas tanto de la hipercreatividad como de la tiranía de Lennon-McCartney. El disco de Stevens, representante de lo que se ha llamado Neo-Folk, sin embargo, está directamente relacionado con ese enigmático artista, Darger, quien pasó décadas encerrado en su habitación, pintando cuadros enormes y escribiendo una novela (lógicamente inédita) de unas 15 000 páginas que trata sobre unas niñas princesas, las Vivian Girls, que luchan contra hombres malvados que quieren torturar y asesinar a niñas inocentes. En el disco, uno de los temas, instrumental, trata de las Vivian Girls. La canción se titula The Vivian Girls are visited in the night by Saint Dargarius and his squadron of benevolent butterflies, y Stevens suele actuar ataviado con unas alas de mariposa en homenaje a estas niñas princesas. El título es desmesurado, como Darger, como el propio autor, Stevens, que quiere hacer un álbum por cada estado de los EEUU. Solo le faltan 48. Dios le ayude. O las Vivian Girls.

Consejo: oigan dos canciones de este disco. Una, The Henney Buggy Band y la otra, Springfield, or Bobby got a shadfly caught in his hair . La primera les alegrará el día, y nunca olvidarán el rocambolesco e hipnotizante punteo de la segunda, una mezcla de Crosby, Stills, Nash and Young con altas dosis lisérgicas.
A Jorge Álvarez Yágüez, hombre renacentista en tiempos neoposmodernos

jueves, 8 de mayo de 2008

Los Lorchos, un grupo de leyenda


LOS LORCHOS, UN GRUPO LEGENDARIO





Un lorcho es un pez de roca habitual en las rías gallegas, un pez muy poco apreciado por ser pequeño, feo, cabezón, y estar lleno de espinas. O sea, que atrapar un lorcho es lo más decepcionante que le puede ocurrir a un pescador. No es coincidencia que mis primos, Fran y Jose, y yo mismo, eligiéramos ese nombre para el grupo pop-rock-underground que creamos en 1976. Éramos tan underground que nunca llegamos a tocar delante de nadie, lo cual haría las delicias del artista más elitista del mundo.

Los Lorchos bebíamos de nuestros gustos musicales, por supuesto (principalmente Beatles y Bowie), y éramos capaces de hacer absolutamente irreconocibles nuestras influencias, lo cual también es meritorio. Por poner algunos ejemplos, en una canción, Tanda, intentamos hacer coros tipo Queen, y nos salió el coro de tres tipos intoxicados de Veterano de Osborne; o el caso de nuestro homenaje a Bowie, titulado El viejo camaleón moteado, que acabó por parecerse a Bob Dylan, más que nada por la extensión de la canción, y por el toque de la armónica.

Pero no he presentado a los músicos. Somos los tres de la foto, años después. De derecha a izquierda, somos Fran, Jose y yo. El único instrumento, digamos, racional, era la guitarra, que tocaba Fran. Era una guitarra imposible de afinar, por tener el mástil algo doblado, perteneciente a mi hermano José Javier. Fran componía la música, o, mejor dicho, iba adaptando acordes a las canciones que iba generando Jose sobre la marcha, pues ese era el secreto: ¡nunca sabíamos qué iba a salir! Y hay que admitir que Jose, si bien voz no tenía, sí que tenía un ingenio espectacular al irse inventando letras de canciones que, por encima, tenían sentido. Tal vez el defecto es que eran canciones-río, interminables. Yo, por mi parte, aporreaba con dos bic un tambor de Colón. Mi absoluta falta de sentido del ritmo era lo más destacable en mí. Tenía que alejarme del cassette en que grabábamos para que no se oyera solo el crak-crak de la batería. Yo era como el futbolista malo del equipo que lo único que hace es llevar el balón para que jueguen todos. Yo, ponía el cassette y el estudio de grabación.
¿Tuvimos nuestros momentos dorados? Por supuesto. Pedro el Arroás ha pervivido por siempre en nosotros (cuando era pequeño Pedrito le llamaban, quería ser ballenero, loco le llamaban, las chicas, ermitaño...); Nunca más sigue siendo legendario (ahora todo se acabó, me llevaré mis palos de golf, no le enseñaré a Johnny a hacer los deberes nunca más...); La historia de Gloria la astuta y su galán el Trompas estaba inspirada en temas interminables de Dylan, estilo Joey ; en La batea llena de carne podrida fantaseábamos sobre nuestra venganza homicida contra algunos habitantes del barrio de Corea, en Vilanova de Arousa; Barlovento sacaba a la luz el lado más moralizante de Jose (...donde te ahogas en alcohol, podredumbre y vicio...); en el tema "¿Bailas?" "No" acabábamos suicidándonos en el río Furelos (algo simbólico, pues es el apellido que compartimos los tres) al habernos dado calabazas en un baile todas las lugareñas de Melide; Castillos en la arena era algo así como nuestra Her Majesty, o incluso Wild Honey Pie de los Beatles, es decir, un divertimento atroz del que, no obstante salió una frase muy utilizada por nosotros: Una coca-cola nunca viene mal. Y me olvidaba de nuestra rama más intelectual, con El bañador negro: el interlocutor de la chica del bañador negro le pregunta si lee a Kant o Schopenhauer, y también se pregunta quién oirá el ruido de un árbol que cae en un bosque (esto era un plagio de la serie Kung-Fu, así como la melodía era un plagio de Pink Floyd).

Ya os habréis percatado que nuestro letrista no estaba dotado para canciones del verano, es más, que existía una tendencia exacerbada al dramatismo por su parte. Antes de grabar El viejo camaleón... le propusimos que la canción acabase bien. Era la típica historia del joven que se convierte en estrella de rock. Todo iba sobre ruedas, pero Jose no pudo evitarlo. En el último verso, un joven fan le mutila las cuerdas vocales. Y hubo más, una especialmente buena, de la que no recuerdo el título. Recuerdo esta frase: me sumerjo en las aguas para no volver a salir (observen el tono), me duele la mente, tengo las uñas muy sucias... Estas canciones y otras más formaron parte de nuestros tres elepés (cassettes, mejor dicho): Lorchos in the flowers, Mister Mojo y Nosotros, Los Lorchos.
Años después se grabaron dos canciones póstumas, esta vez, por fortuna para el desarrollo de todo, no intervine yo, sino Domingo Coto, que tocaba un organillo. La primera, instrumental, era Muy apurado, que sería una perfecta sintonía para un programa de radio; la otra, La muralla, era el homenaje de Los Lorchos a China Girl de David Bowie. Queda para la microhistoria el verso tus piececillos comprimidos por aquella horma fatal.
En rigor, debo decir que la formación de Los Lorchos fue una de las mejores experiencias de mi inestable adolescencia, experiencia incomprendida por el resto de la familia, me temo, que no llegó a captar el espíritu del grupo. Aún hoy recuerdo las canciones y me echo a reír, incluso escribiendo esta entrada me estoy partiendo de risa. Sí, la risa. La risa que van diluyendo los años. Nosotros nos reímos tanto, que creo que agotamos la producción. Eran días de risa, de incertidumbres, encontronazos, de un deseo de madurar y de dejar de sufrir en esa tierra de nadie que es la dolescencia, tumbados en la playa viendo cómo pasaban de largo el verano y nuestros deseos de aventuras. Nunca olvidaré aquellas grabaciones. Ninguno de nosotros lo hará. Era el aglutinante en momentos en que nos dispersábamos, sin saber en qué dirección. Es algo que quedará para siempre, perenne e inamovible como la playa de nuestra adolescencia.
A Jose y Fran, por todas la risas, por el coñac peleón de La Sirena, por esos días inolvidables e irrepetibles.








miércoles, 7 de mayo de 2008

¿Qué pasa en Alemania?



No bien nos enteramos del caso de Fritzl, los vecinos de Alemania se empeñan en mantenerlos los pelos como escarpias. El caso alemán últimamente consiste en infanticidios.




El antropólogo Marvin Harris dejó claro en uno de sus libros que el infanticidio es una constante en la historia humana, siempre en referencia con la sociedad tradicional, es decir, agraria. Un hijo o una hija podían ser una bendición (sobre todo el primero) o la condenación al hambre o a la necesidad, de ahí que "accidentalmente" muchas madres llorasen desconsoladas aduciendo que, sin querer, habían aplastado al bebé mientras dormían en la misma cama. Los bebés no pasaban de ser un mero factor económico más, mientras que ahora, en Europa, son una especie protegida, dadas las bajísimas cifras de natalidad (en España, creo que sigue siendo de 1'2 hijos por familia, por lo que toda familia, yo incluido tiene un hijo y un hobbit).




Por esa razón es aún más chocante la oleada de crímenes cometidos por mujeres contra sus bebés: no vivimos en una sociedad agraria, y el Estado provee múltiples recursos para que la educación sea posible. El caso más reciente de infanticidas en Alemania fue el de una mujer residente en Wenden que guardaba los cadáveres de sus bebés (¡tres!) en un congelador. Al parecer los tuvo clandestinamente años atrás, y no se le ocurrió mejor manera de camuflarlos una vez asesinados. ¿Qué pasa por la mente de personas así? De todos modos, si esto fuera lo peor, nos daríamos casi por contentos, ya que otra ciudadana alemana, una tal Sabine H., mató a sus ¡nueve! hijos, o porque otra madre de Erfurt asesinó a dos recién nacidos porque no le permitían desarrollarse como persona. Sí, en cambio como asesina infanticida. ¿Cómo duermen estas personas? ¿Es que este mundo está destruyendo las conciencias?




Lo preocupante es que estos crímenes van a más en esta sociedad en que vivimos. Los hijos, para muchas personas, son un obstáculo para poder ir de copas, de cámping, para estudiar o trabajar. Nunca ha habido tanta información ni tantos medios anticonceptivos asequibles para evitar embarazos; sin embargo, muchas, quizá demasiadas personas se embarcan en la aventura de la paternidad/maternidad creyendo que los bebés resultantes serán como perritos Yorkshire a los que poner lacitos, o como Geyperman a los que vestir y dejar abandonados en una caja. La gente rehúye toda responsabilidad. No es casualidad lo que oigo a veces decir a las madres a la puerta del colegio: "Yo no los educo, que los eduquen los maestros, que para eso cobran y tienen tantas vacaciones". ¿A alguien le extraña la conflictividad creciente en las aulas? ¿Alguien se asombra de que cada vez más padres denuncien las agresiones de sus hijos?




Estos hechos espantosos han sucedido en cadena, en Alemania. Pero no seamos inocentes: estos sucesos son solo la punta del iceberg, y han salido a la luz porque vivimos en la sociedad de la información, en una sociedad democrática que no censura contenidos, cosa que no sucedería, por ejemplo, en China. No creamos que aquí no suceden ni sucederán: también creíamos que nuestra sociedad no era racista, y resulta que vamos destacados en la clasificación de racistas-xenófobos. Todo puede suceder, todo puede estar sucediendo aquí, en Lyon, en Brighton, en Rotterdam. de hecho, en un país tan anodino y pacífico como Finlandia ya hubo una matanza en un colegio a la americana. No estigmaticemos, pues, a los austriacos o a los alemanes, por mucho que nos sorprendan estos asesinatos en cadena de un cariz tan semejante, porque todo país tiene sus cadáveres en los armarios, y, lo más triste, es que va renovando sus técnicas y sus objetivos homicidas por imitación.

Kakuroinómanos Anónimos

Hola. Me llamo Xxxx y soy un adicto. Gracias por los aplausos, pero no los merezco. Todo empezó cuando era pequeño, y me aficioné a buscar las 10 diferencias en dos dibujitos. Esto, a la larga, me llevó a las sopas de letras, y de estas, una cosa llevó a la otra, y acabé haciendo los crucigramas de siempre, los de las casillas en negro. Fíjense que, en vez de tener posters de Amancio o de Brabender en mi habitación, ¡tenía uno de Ocón de Oro! Creí que todo estaba bajo control hasta que un día encontré un Quiz en casa, oculto tras unas mantas viejas. Lo abrí, con el corazón rebotando en mi pecho, y vi el paraíso: ¡crucigramas blancos, dameros, columnas movedizas, mesas de relojero! Fueron años enganchado, con gran culpabilidad en mi conciencia, y una inmensa dejación de funciones. No me importaban ni el sexo ni el dinero, solo resolver los enigmas del Quiz.



Un día creí que todo estaba bajo control, a excepción de mi querencia al Damero Maldito de El País, que guardaba como un recordatorio de los oscuros tiempos pasados (además, el médico me recomendó dejarlo poco a poco, como los corticoides), cuando mi cuñado Juan me llamó a un aparte y me mostró algo. Era un cuadrado con 81 casillas, algunas cubiertas con números. Me costó entrar en el rompecabezas numérico, pero unas semanas más tarde estaba sudokizado. Ya podía aparecer King Kong en casa, ya podía salir la sobrina de Rouco en Interviu, ya podían atacar el Hospital Xeral con aviones, que yo no levantaba la cabeza del sudoku, aunque sí me quedaba tiempo para inyectar el vicio a mis allegados. En mis sueños, igual que cuando jugaba al Pac-man, veía casillas y más casillas, e inventaba estrategias que, al despertar, se revelaban inútiles. Y sí, lo reconozco, también repartí sudokus a la salida de las escuelas: ¡Dios me perdone, ya que yo no puedo!
Pero una mañana me levanté, rodeado de jirones de periódicos y revistas que robaba en los bares (mi hambre no conocía la saciedad), y decidí tirarlos a la basura. Pasé unos meses en que veía números en las paredes, la carne se me ponía de gallina, y vomitaba bilis con frecuencia. Era el sudokum tremens. Pero, con gran fuerza de voluntad, lo superé.




Hasta que, un año más tarde, cuando ya me creía limpio, una persona abrió un maletín y me enseñó algo a lo que no me pude resistir. En este caso las casillas estaban en blanco, pero tenían unos números de referencia a los lados. Había que sumar esas cifrar sin repetir números, y hacer coincidir todo sin tacha. Me resistí. Saca tu culo blanco de esta habitación: estoy limpio, le dije, considerando que hay que recurrir al doblaje de las películas para decir frases lapidarias. Pero el dealer insistió. Vamos, solo una pruebecita. Bueno, qué demonios, por probar no va a pasarme nada, total, por una vez... dije, sin mucha convicción.




Ahora ya no voy al trabajo. He dejado a mi mujer y a mis hijos. Vivo de la beneficencia, pero siempre me las arreglo para tener un Bic y un buen mazo de kakuros. Espero salir algún día del agujero y volver a ser profe de inglés; sin embargo... Bueno, gracias, gracias por su solidaridad. Que pase el siguiente.


A Juan Pedrido, profeta de la música indie



domingo, 4 de mayo de 2008

Dylan, Calamaro, Paloma







CANCIONES QUE DEBES CONOCER E INCLUSO ESCUCHAR




Para cualquiera se hace obvio que hay evidentes paralelismos entre Dylan y Calamaro. Solo hace falta ver las fotos de ambos, las portadas de los álbumes para saber que Andrés Calamaro se inspiró en Bob Dylan cuando realizó Honestidad Brutal (1999). Pero no en cualquier etapa de Dylan, sino en una específica, la de su elepé Blood on the Tracks. ¿por qué? La razón del mimetismo es la siguiente: Dylan sacó ese disco “inspirado” por su tumultuosa separación de Sara Lowndes (de hecho, dos años más tarde, en su álbum Desiree, le volvió a dedicar la canción Sara). Calamaro, pues, siguió el camino del maestro tanto en el concepto del álbum que iba grabando, como en su fraseo al cantar, como en la estética que adoptó: pelo rizo revuelto, gafas de sol ocultando las ojeras y los ojos inyectados en sangre. Parece mentira , pero ese año fue telonero de Dylan en España. Será que estaba predestinado.




Por lo tanto, Honestidad Brutal, más allá de un disco en que tienen cabida homenajes (a su abuelo Miguel, a Maradona, a Buenos Aires, al tango, a las rancheras), parece ser, ni más ni menos, un ajuste de cuentas con su pareja. Tenemos una antología del amante despechado, del que se resigna, del que muestra su desprecio a la que lo ha dejado, del que confiesa sus carencias, del que se reivindica pese a todo (no siempre con muy buen gusto, la verdad: “soy comandante de tu parte de delante” es uno de los versos más desafortunados de Calamaro, me temo). Y de entre esas treintaisiete canciones en que casi todo tiene cabida, sobre todo el amor, resplandece una: Paloma.
Calamaro confesó que no era consciente del valor de esta canción hasta que notó que se la pedían en todos los conciertos. El mismo Quique González añade siempre una estrofa de Paloma en su versión en directo de Pequeño rock and roll, otra de las joyas del rock hispano. Que Calamaro no lo advirtiese no es de extrañar, dada la vorágine de música y drogas en que estuvo inmerso en esos años. Qué lástima que este último calamaro haya perdido aquella incandescencia que poseía... aunque, por otro lado, menos mal, porque de seguir así a lo peor ahora hablaba de su obituario. Pero Paloma es una canción… No. Paloma es la canción. Es la canción que fluye lenta y al tiempo tempestuosamente, que podría empezar eternamente con esos acordes eléctricos poderosos (¡cómo me gusta lo eléctrico, las tardes, los cuerpos eléctricos!), que también podría sonar hasta la eternidad, a la que podríamos añadir cincuenta estrofas más sin llegar a cansarnos, Paloma es la canción que te comprime los pulmones y dinamita los lacrimales, que hace que salga el gas de los mecheros en los conciertos, que hace que cinco, diez mil cerebros se amalgamen en uno solo, Paloma es un sacrificio ritual, sin principio ni final, no puedo vivir sin ella. Aaaa.

A Manolo Pedrido, que sueña desiertos y leones allá en México.