miércoles, 30 de abril de 2008

¿Qué ocurre en Austria?















Aún estoy conmocionado por la noticia del "monstruo de Amstetten", Josef Fritzl. Una vez más, volvemos al tópico: la realidad supera con mucho todo relato imaginado. No intentaré ponerme en la mente de ese miserable, aparte de todo violador en su juventud, porque sería caer al abismo. Intentaré ponerme en la piel de una mujer, su hija, que ha sido violada durante tres décadas, que ha visto cómo nacían siete hijos de esa aberrante relación, que vio cómo su padre incineró en el horno el cadáver de uno de los hijos-nietos, un bebé; que ha presenciado cómo su padre confinaba a tres de los hijos al sótano, convirtiéndolos en una especie de mutantes, de vampiros inofensivos que no conocen la luz del día. El miedo es la peor mordaza. ¿Qué castigo merece Josef Fritzl? ¿Y qué castigo merece su esposa? ¿Es que no fue testigo de sus actos? ¿Es que se iba con él también de vacaciones pedófilas a Tailandia? ¿Es que no sospechó nada durante treinta años? ¿Es que se creía todos los engaños? ¿Es que no sabía que abajo, en el sótano, sucedía algo espantoso? ¿Era tanto el temor que le causaba su marido? Y lo peor es la certeza de que hubo gente que entró en ese sótano, y vio lo que sucedía... y no dijo ni mu: fontaneros, electricistas, alguien tuvo que entrar.
Además de todo, me espeluzna que los tres casos más llamativos y crueles de secuestros hayan sucedido en Austria, típico país aburrido, cuidado, pacífico... pero es que el horror se suele esconder tras parterres de peonías, vallas de madera perfectamente barnizadas y muros nobles cubiertos de hiedra. En Austria ocurrió lo de Natalia Kampusch, años secuestrada, sin poder salir de una casa; en Austria, también, el argumento de la película más sórdida, más repelente, más insoportable que uno puede imaginar, solo comparable a la de Fritzl: una madre encierra a sus dos hijas, de unos ocho y once años, creo recordar, en el sótano de la casa... durante quince años. Las niñas vivían en condiciones cavernícolas, ¡qué digo! ¡peor!, rodeadas de excrementos, hablando con los ratones (digo "hablando" para expresar la mutación del lenguaje que sufrieron, destino que compartieron con los niños del sótano de Amstetten: el horror borra incluso las palabras). Esas niñas son irrecuperables, como será Natalscha Kampusch (en la foto de abajo a la derecha), como serán la hija y los hijos-nietos de Fritzl.

Y ahora Austria, patria de Freud, empieza a psicoanalizarse, según un periódico nacional, en busca de una respuesta a las grandes preguntas: ¿por qué aquí? ¿por qué tantos casos? Dirán que el recuerdo del nazismo hace que la gente no husmee en casas ajenas, de ahí que estos casos sean posibles. Es fácil recurrir al nazismo, es una gran tapadera. Yo creo que el hecho de que nadie, ni los vecinos, sepa de estos casos es simplemente consecuencia del encierro voluntario de los ciudadanos para escudarse del mal, es decir, del mundo, es decir, de "los otros". Un miedo irracional a todo, fruto de la sociedad desquiciada en que vivimos, que posibilita que vivas treinta años al lado de alguien sin llegar a conocerle la cara. ¿Es esto la evolución y el progreso de la civilización? ¿Es tan respetable la privacidad? Y existe una incongruencia, pues estos casos han sucedido en ciudades pequeñas, donde las relaciones sociales son teóricamente más fluidas que en la gran y pecadora ciudad.

Yo, por mi parte, prefiero vivir rodeado de cotillas, y ser yo mismo un poco cotilla, a encastillarme en mi casa y observar cómo los hijos de los vecinos desaparecen un día para siempre sin que nadie haga a sus padres una pregunta sobre ellos. Aunque, si lo pensamos bien, es parecido a lo que se hizo en toda la Europa dominada por los nazis: la gente miraba a otro lado, no quería saber de los vecinos. La diferencia es que en aquellos tiempos sabían en su fuero interno qué había sido de ellos, y sabían sus nombres, sus apellidos, cuántos eran y qué hacían. Ahora todo es mucho más fácil. Basta vivir en una casa unifamiliar para aislarte del mundo entero. Me viene a la mente una frase del playboy geriátrico Vilallonga, quien adoraba las baleares porque allí nadie preguntaba, nadie se metía en tu vida. Le voy a coger miedo a las Baleares.

Asimismo poseo la evidencia de que lo maligno se reproduce de modos diferentes, dependiendo de las culturas. Por poner tres ejemplos, Gran Bretaña es el lugar donde los cadáveres de desaparecidos abonan las flores de sus mimados jardines (recuerdo un libro titulado "Felices como asesinos", de Gordon Burn, que narraba el caso real de una familia degenerada, los West (foto izquierda), que mató a ocho jóvenes, entre ellas, una hija de ellos y la prima de Martin Amis); España, el sitio de la llamada "violencia de género", donde los hombres matan brutalmente a sus ex parejas e incluso a los hijos de su relación con ellas, para después intentar suicidarse (deberían empezar por suicidarse, los muy miserables); Estados Unidos, el paraíso de las sectas religiosas destructivas que muchas veces acaban por armarse hasta los dientes y liquidar a quien sea, y de transtornados que atacan guarderías por supuestos traumas infantiles o adolescentes; Bélgica, edén de los pederastas. Hay más, pero otro día nos centraremos en el caso alemán que acaba de saltar a los diarios: infanticidios en masa en el rural teutón.



Pero volviendo al tema que empecé, creo que habría que obligar por ley en todos los países a vivir a la gente en bloques de edificios, donde el roce es inevitable. El caso es que han pasado sesenta años desde los campos de exterminio, y han cambiado las coordenadas. Ahora, en Europa central, el Horror, ese del que habló Conrad, habita en los sótanos de las zonas residenciales.


















lunes, 28 de abril de 2008

Merckx, héroe del deporte

MOMENTO ESTELARES DEL DEPORTE





Hay momentos del deporte que perviven como monumentos. del que hablará hoy es el Partenón del ciclismo: son las etapas decisivas del Tour 1975, en que la épica se fundió con la tragedia. Es la historia de Eddy Merckx, El Caníbal, el mejor ciclista de la historia, luchando contra los más grandes, en la época dorada del ciclismo mundial: contra él, contra su férrea dictadura, lucharon nada menos que Ocaña, Fuente y el equipo KAS, Gimondi, Moser, Van Impe, De Vlaemink, Thevenet, Poulidor, Zoetemelk, Van Springel... Compárenlos con los enemigos de Indurain o Armstrong. ¡Ay, qué risa!
La etapa 14, con final en el Puy de Dome, comenzó con Eddy Merckx de líder. Si ganaba ese tour, superaría a Anquetil: ¡un belga superando a un francés en Francia! Eso daba poco plaisir al ciudadano galo, que apostaba a muerte por su compatriota Bernard Thevenet. Al final de la etapa, se escapan Thevenet y Van Impe. Merckx subía a la caza de ambos, y ya los tenía a la vista, la gente se apiñaba, y alguien del montón soltó un puñetazo al hígado del belga, que se bajó de la bicicleta casi desvanecido. Aun así, consiguió acabar la etapa y mantener el liderato con respecto al francés.

La siguiente etapa, con final en Pra Loup, Merckx atacó, como siempre, en una bajada suicida. Iba destacado del pelotón cuando, al pie del último puerto, una pájara descomunal, consecuencia del medicamento para aliviar el tremendo dolor del hígado, lo dejó clavado al asfalto. Le adelantó el gran felice Gimondi, quien volaba hacia la meta cuando se le pincharon las dos ruedas. Llamó al coche del equipo, pero este no llegó, puesto que se había caído por un barranco (milagrosamente salvaron la vida los viajeros). En esta tesitura, Thevenet superó a Merckx y a Gimondi, quien aun así llegó de segundo, y ganó la etapa, enfundándose el maillot amarillo. Merckx estaba a menos de un minuto del francés en la general.


La siguiente jornada fue decisiva. La etapa acababa en el alto de Izoard. Merckx vuelve a escaparse al descender un puerto, y caza a un grupo de escapados... que le niegan la colaboración. Thevenet acaba por alcanzarlos, y demarra en el puerto, ganando esa etapa. Merckx consigue llegar segundo, transfigurado de los dolores que padece. El tour está prácticamente perdido.

Pero la cosa no acabó ahí. La siguiente etapa, en la misma salida, Ole Ritter chocó contra Merckx y lo mandó contra el asfalto. Resultado: fractura de pómulo y maxilar. El jefe de equipo de Eddy le rogó que abandonara (no podía comer sólidos, aún estaba aquejado del hígado, y el dolor era insoportable). No lo hizo. Resistió cinco etapas más en unas condiciones muy precarias, pero no le faltó arrojo para, incluso en los Campos Elíseos, escapar con un grupo y arañarle unos segundos a Thevenet. No fue suficiente, por supuesto. Sin embargo, Merckx, odiado por el público francés, despertó auténticas oleadas de admiración por su coraje titánico.



A partir de ahí, su carrera declinó. Fue en el tour 76 cuando culminó otra de sus epopeyas a lo Leónidas. Un Merckx crepuscular luchaba por llegar a meta, ascendiendo Alpe D'Huez, a más de diez minutos del líder de la carrera, de nuevo Thevenet. Merckx no tenía nada que hacer, y hasta el director del Tour le pidió que lo dejase, que incluso su vida corría peligro con aquel esfuerzo sobrrehumano. Merckx no cejó. Antes se habría cortado las piernas que bajarse de la bici. Llegó a meta, jaleado por todos sus antiguos enemigos, quienes, con lágrimas en los ojos, parafraseando la cita sobre Napoleón tras Waterloo, vieron la auténtica estatura del más grande campeón en su caída.


P.D.: Muchos años más tarde, Thevenet reconoció haber corrido dopado esos dos tours.


Esta entrada no habría sido posible sin la colaboración inestimable de mi primo Fran Vázquez, Freak para unos pocos, quien me inyectó el veneno de Eddy.

Esta entrada va dedicada a él, una de esas pocas personas imprescindibles que hayamos en nuestras vidas.

HAL 9000

MOMENTOS ESTELARES DEL CINE





Algunas de las escenas memorables de la película 2001 Una Odisea del Espacio, giran en torno al supercomputador de la nave Discovery, HAL 9000, cuyo nombre responde a la sencilla frase: "Computador Algorítmico Heurñisticamente Programado"". HAL 9000 ha sido incluido en una lista, una de estas muy americanas, de los malvados más malísimos de la historia del cine. Me parece excesivo; al lado de Hannibal Lecter, del malo de Cabo del Miedo , del de La noche del cazador (en ambos casos, Robert Mitchum, epítome del malo), de Bette davis en ¿Qué fue de Baby Jane? y muchos más, HAL 9000 es un teletubby. Porque la maldad de la máquina es totalmente diferente: carece del elemento psicológico necesario para hacerse odiosa, carece de una cara, de unas uñas pintadas, o una cicatriz, o unos ojos diabólicos, o de una boca cruelmente sensual, o de un mentón partido en dos.
Durante la segunda parte de la película de Kubrik, HAL va eliminando a la tripulación. Hay una presencia constante del ojo de su cámara, vigilando, estudiando los movimientos de los tripulantes, una luz roja como un ojo rojo, que forman parte ya de la antología esencial del Séptimo Arte.

Por alguna razón siempre he pensado que Kubrik tenía en mente la novela 1984 de Orwell, en la cual, como sabrán, todos los ciudadanos de la superpotencia de Oceanía son continuamente controlados por el partido a través cámaras, para que nadie pueda eludir la dictadura en lo cotidiano, ni siquiera en el pensamiento, o en el amor. Es una hipótesis, pero HAL 9000 y Big Brother para mí tienen puntos de contacto (¡qué vergüenza que a esos programas funestos de telerrealidad les hayan puesto el nombre de una creación brillante de un gran autor, desvirtuando totalmente la metáfora del "Gran Hermano" omnisciente). Recomiendo a los que no quieran leer la obra de George Orwell, que vean la película 1984 de Michael Radford, rodada justamente en 1984, con magistrales actuaciones de Richard Burton (su última película), John Hurt y Suzanna Hamilton. Preparaos, eso sí, porque es realmente deprimente, lo cual dice mucho en su favor, pues capta a la perfección la sordidez y la angustia que suscita la novela.




Tal vez la diferencia es que el Gran Hermano es indestructible e inicuo, una recreación de la conjunción de Hitler y Stalin amalgamados, y dirige un estado en que el hombre es un número, una cifra que puede ser borrada manipulando el pasado, mientras que HAL es simplemente desactivado por el astronauta Bowman, demostrando así la supremacía del hombre sobre la máquina.

Esa escena es particularmente intensa, con Bowman desconectando los módulos de HAL, flotando dentro del ordenador bañado en luz roja, mientras este intenta razonar con él para que no lo haga. Al final, la voz del computador se va degradando, como cuando poníamos discos de 45 rpm a 33 rpm, y acaba cantando una canción, "Daisy Bell", lo cual consigue humanizarlo, generar cierta empatía hacia la máquina. Es un instante mágico, memorable. es un resumen de la aventura humana, del miedo que tenemos a nuestras propias creaciones, de la sospecha que suscitan las máquinas inteligentes, las cuales, en tantas y tantas películas proféticas (la serie de Terminator, o Matrix, por citar alguna de las más recientes) acabarán por usar su sentido común maquinal, y borrarnos de la faz de la Tierra. Es lo mejor que podían hacer por este pobre planeta.





A mi sobrino Mario, genio de las matemáticas y friki del cine, con todo mi cariño por leer las tonterías que escribe su tío

domingo, 27 de abril de 2008

Esperanza (cha-cha-cha)












Cuando veo la cara de Esperanza Aguirre, siempre me hago la misma pregunta: ¿Habrá escapado del taller de Geppetto? Porque, mírenla sin prejuicios, por favor: ¿No tiene cara de muñeco de ventrilocuo? ¿no sería idónea para un personaje de José Luis Moreno? Esa cara de risa congelada cuando está repartiendo estopa a diestro y siniestro es casi propia de Chucky; ese disparar sin ton ni son, esa indiferencia al acabar con medio pueblo en un tiroteo, obedece a las normas de un mal pistolero. pero a ella todo le resbala: pide explicaciones a su teórico superior, ningunea al presidente honorífico del partido (quien le dedicó un "¿por qué no te callas?" del que ella hizo caso omiso), y se jacta de tener periódicos, antenas de radio y televisiones a su antojo. Es una muñeca altamente peligrosa, esta Espe, esta ex ministra de Cultura que travistió a Saramago y se quedó tan ancha. Aunque no es de extrañar, si Sánchez Dragó es su luminaria cultural.
Mi teoría con respecto a Espe es que, a diferencia de Pinocho, quien fue literalmente secuestrado por maleantes, ella se fugó del taller para iniciar una vida nueva, y se unió a otros muñegotes (Acebines el Farfullante, Fede el Charlas, el Morenito de Murcia, Marianico Zarabeto y otros) a los que un mago malo, el Conejillo Bigotón, convirtió en niños fierabrás. Ella fue más allá: se inventó algo mucho más peligroso que la nitroglicerina. Siguiendo las coordenadas del Conejillo Bigotón, inventó el regional-catolicismo, por mor del cual abortar o morir dignamente en Madrid se convierte en una odisea. Quizá no me crean, pero me parece que del escudo de Madrid han retirado el oso, y han puesto a un cura repartiendo hostias. Pobre Madrid, ciudad tan querida por mí. Empieza a parecer una sacristía con aeropuerto.
En fin. Espe sigue ahí, inamovible, imperturbable, impávida, con esa sonrisa que hiela la sangre. Me viene a la mente una vieja película que constaba de varios sketches relacionados con lo sorbenatural. Imposible recordar su título. En uno de los sketches, el muñeco de un ventrílocuo acababa cobrando vida y matando a este. No sé si ha llegado ya a ese estadio parricida, no la veo liquidando al Conejillo Bigotón, pero cuidado con ella. Tiene más peligro que un cubata de Cillit Bang. Me comentan que siguiendo la rueda del karma, ahora volverá a ser muñeca. Esta vez, creo que será una Barbie, y que saldrá al mercado en estos tres modelos: Barbie Liberal, Barbie Presidenta y Barbie Carpetovetónica. ¡Qué guay!




A Mercedes Vázquez, alias Nenx, mi número prima

jueves, 24 de abril de 2008

John Franklin Bardin










Hay autores que logran en vida un minúsculo éxito, y no es sino tras su fallecimiento cuando la crítica advierte su notoriedad. Es el caso de John Franklin Bardin (Cincinatti, 1919-Nueva York, 1981), autor norteamericano de novela negra, al que Guillermo Cabrera Infante colocó en el podio de los más grandes del género, junto con Hammett y Highsmith.




Yo accedí a JFB por pura casualidad. Sería el año 1989 o 1990 cuando compré Al salir del infierno, editado por la desgraciadamente desaparecida Versal. Me lo merendé literalmente, y corrí apresurado a adquirir otro: El final de Philip Banter. A estas alturas ya era un adicto, pero tuve la fortuna de leer su obra maestra, El percherón mortal, en tercer lugar. Este es, posiblemente, el libro que a más personas he prestado (así está, el pobre, todo descuajeringado), y uno de los que me ha suscitado emociones más intensas en este género literario, junto con, por ejemplo, El cuchillo de Highsmith, o El cromosoma Calcuta de Amitav Ghosh.




El secreto de JFB no es la trama, como en el caso de Hammett, ni el recurso del conductismo de los autores de esa época; tampoco es el cúmulo de hechos intrascendentes que llevan irremediablemente al desastre, o la presencia simultánea del Bien y el Mal en un mismo ser, como es el caso de mi admiradísima Patricia Highsmith. JFB recurre a explorar la línea tenue, la hebra, diría yo, que separa la locura y la cordura, la complejidad y la fragilidad de la psique humana, sin desdeñar unas tramas angustiantes, en principios inverosímiles, pero siempre , al final, perfectamente lógicas. Según algunas fuentes, fue la enfermedad mental de su madre la que le llevó a desarrollar sus preocupaciones y sus temas. En Estados Unidos esos años cuarenta y cincuenta fueron la época dorada del psicoanálisis trasladado a la literatura, y de ahí a las pantallas por medio de directores como Preminger, Hitchcock, Lang...


En el caso de Al salir del infierno, Bardin estudia el espejo roto de una mente disociada; en Philip Banter (de la cual hay una extraña y desconocida versión titulada Banter en que creo recordar que salía un Tony Curtis muy, muy crepuscular), el protagonista sufre pérdidas de memoria, y le aparecen notas en que se predicen los hechos que sucederán en breve; en El percherón mortal... Bueno, estimo que no debo dar pistas sobre esta novela: solo sabed que a la consulta de un psiquiatra llega un hombre con un hibisco en el ojal, que afirma estar aterrorizado por unos hombrecillos, que el psiquiatra, fascinado por el relato, empezará a investigar, y que su vida se convertirá en una pesadilla inimaginable. Corría el año 1946 cuando se publicó, y el mundo acababa de salir de la peor pesadilla de la historia, y la existencia había adquirido matices de inevitable nihilismo.
Las tres novelas han sido reeditadas en formato de bolsillo, y creo, sinceramente, que, ahora que el verano empieza a aproximarse, nada mejor que comprar las tres y leerlas en el orden que yo sugiero. No os decepcionarán. Y, lo peor, tal vez, es que os haréis conscientes de la fragilidad de esa flotador que a duras penas nos mantiene con el cuerpo por encima de los abismos insondables de la demencia, de la psicosis, de la paranoia, enfermedades eternas pero cada vez más actuales gracias a este modo de vida tan encantador que han elegido por nosotros. Lo mejor, justa y paradójicamente, que nos haremos conscientes de esto.

martes, 22 de abril de 2008

¿La quinta provincia?





Es obvio que todo nacionalismo se sustenta en unos cuantos pilares, como la lengua, la tradición, la raza (estos son altamente peligrosos) y, por supuesto, la tierra. El hecho irrefutable es que a todo territorio de vocación nacionalista no hay terreno que le valga: siempre hay que reclamar más, y recurrir a otro pilar fundamental, que es el irredentismo. Mi lugar natal es ideal para ejemplificar esta teoría.




Soy berciano, es decir, de El Bierzo, comarca perteneciente a la provincia de León, que a su vez forma parte de la comunidad autónoma de Castilla-León. Contrariamente a lo que muchos creen, El Bierzo no fue inventado por Luis del Olmo, aunque bien es cierto que ha ayudado grandemente a ponerlo en el mapa. Nací en Ponferrada, y, aunque llevo la friolera de 28 años de mis 45 viviendo en Galicia, y pese al hecho de que rezumo sangre gallega por los cuatro costados, sigo sintiéndome berciano. No he sucumbido a la llamada de entidades de gobierno superiores, ni siquiera a aquellas que denominan "históricas" de modo risible (si Extremadura, Castilla, Cantabria, Asturias, etc, no son históricas, apaga y vámonos). Y sigo conociendo cuáles son los límites de mi patria chica. No así algunos.


El año pasado vinieron a casa unos chicos muy agradables, con el propósito de vendernos una enciclopedia de Galicia. Mi mujer los atendió; de repente, vio algo hojeando las páginas y me llamó, muerta de risa. Pues sí: entre las maravillas de Galicia, los autores de la enciclopedia incluyeron... ¡Las Médulas!

Ya años antes había habido un pequeño escándalo porque este mismo paraje, Patrimonio de la Humanidad, salía en propaganda institucional televisiva de la Xunta de Galicia, al lado del Obradoiro y las rías. Sin embargo, aquella reincidencia me pareció excesiva. Les advertí bromeando que, si seguían así, en la próxima edición incluirían la Catedral de Salamanca y Las Batuecas como maravillas gallegas. No se lo tomaron a mal; razonaron como razona la gente gallega con respecto a El Bierzo: bueno, después de todo, eso es Galicia, ¿no?
¿Ah, sí?


De todos modos, ¿qué podemos esperar, después de ver el mapa de Galicia que se sacaron de la manga unos indocumentados denominados Nós-Unidade Popular (suena a La vida de Brian: deben de ser dos miembros, pero muy unidos), mapa, por cierto que algunos profesores presentaron en institutos como algo legítimo? El susodicho mapa incluye, además de los límites actuales de la comunidad, que les parecen poco, pese a la baja densidad de población de Galicia, los siguientes: El Bierzo, por supuesto, además de parte del Occidente asturiano, La Cabrera, Sanabria y una porción extremeña en que se habla a fala. Además, inventan nuevas denominaciones para estos terrenos conquistables (Seabra, Cabreira, Bércio, Terra Návia-Eu...) dándoles el toque portugués que tanto les entusiasma. Hay que echarle valor. Que tiemblen también, porque Portugal podría sumir ese mismo rol y empezar a reivindicar Galicia, de modo que Galicia, en vez de nación triunfante y libre, se quedaría en mera provincia portuguesa.


Pero no sorprende que estos expansionistas imperialistas de bajos vuelos recurran al manido historicismo del que hacen gala todos los nacionalismos: tenemos derecho, pues la Historia nos da la razón. ¿Sí? La Historia... ¿desde cuándo y hasta cuándo? Que tomen ejemplo de Al Qaeda, que reclama Al-Andalus 500 años después. ¿Quieren ser como ellos? ¿desde cuándo o hasta cuándo se considera que la Historia es un argumento legítimo? ¿Y si el resto de las comunidades colindantes hiciera lo mismo? Si hablamos de las primeras fases de la Reconquista (y no veo por qué no) habría solo dos comunidades: una, León, que abarcaría todo el norte, y la otra sería la Andalucía musulmana, que abarcaría todo lo demás. Si vamos más atrás, Italia tendría mucho que decir. O Túnez. O quién sabe quién, porque los pueblos prerromanos a saber de dónde vinieron. No se puede hacer un uso tan perverso de la Historia. Porque, ya puestos, es El Bierzo quien debería reclamar ser provincia, lo cual estaba incluido en la reordenación territorial que se produjo durante las Cortes de Cádiz, y de esta manera adherirse La Cabrera y Valdeorras. Desgraciadamente, un tirano, inútil, corrupto, zafio y de escasas luces como Fernando VII frustró los proyectos liberales, y por eso ahora Valdeorras, por ejemplo, forma parte de Ourense. A veces hay que callar los favores que te hace un dictador, como es el caso de esos borbones tan malos, tan malos, que le dieron el monopolio de las telas a los empresarios catalanes, tanto en España como en América, lo cual significó su gran despegue económico en detrimento de otras zonas de España, o esos reyes que otorgaron fueros especiales a vascos y navarros, fueros y privilegios de los que no se quieren desprender ni a tiros. Pero esto sería leer la Historia sin mitos.
En conclusión: cuando a un berciano le diga un gallego eso de que somos la quinta provincia, la Galicia irredenta, que allí somos todos gallegos, en vez de responderle con acritud, demostrémosle su incultura preguntándole si habla de Bierzo Alto o el Bajo, o replicando que del mismo modo somos la segunda provincia asturiana, o la décima castellano-leonesa, o... simplemente somos bercianos, gente que tiene el privilegio de haber nacido en una tierra fronteriza que, lejos de cerrarse en sí misma con estúpidos patrioterismos, aprende de todas las influencias para convertirse por derecho en ciudadana del mundo.


En fin, bercianos y no bercianos, solazaos con esta vista irrepetible del Bierzo Bajo, desde Castro Ventosa. Y no os preocupéis, que Las Médulas son nuestras, y que el invasor está lejos de avecinarse. Al menos, hasta nueva orden.

A Pedro Josa, amigo y berciano de condición

lunes, 21 de abril de 2008

Rulfo y el tío Celerino




A Pedro Páramo, a Juan Rulfo

Dentro de la sección de libros que uno debe tener e incluso leer, me parece casi una obviedad recomendar Pedro Páramo, para mí, sin duda, una de las obras maestras del siglo XX. Pero como todo se ha dicho sobre esta obra, hablaré de mis impresiones, y de cómo llegué a conocerla.
Fue en diciembre de 1979, cuando cursaba COU en el instituto de Conxo, en Santiago. Nuestro profesor de Literatura española, que se llamaba José Luis, y que fue uno de los docentes que más ha marcado mi vida, un día nos dijo: “No sabéis la suerte que tenemos de saber castellano, porque así podemos leer Pedro Páramo en su lengua original. Pues bien. Salí del instituto y fui directamente a la librería Follas Novas. Compré el ejemplar de Rulfo que también contenía El llano en llamas. Y empecé a leer esa misma tarde. Y lo que leí me cambió la vida porque me inclinó definitivamente a ser escritor, más que ningún otro autor que hubiera admirado antes, más aun que el mismo Borges.
“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.” Creo que es uno de los comienzos mejores que he leído en mi vida, si no el mejor. No en vano un autor del calado de Muñoz Molina empezó Beltenebros de esta manera, sin duda rindiendo un homenaje a Rulfo: “Vine a Madrid a matar a un hombre a quien no había visto nunca.” Otro comienzo impactante. Dice Vila-Matas que las primeras líneas son cruciales en una novela. En este caso, lo son, aunque no creo que sea condición sine qua non, porque ¿alguien recuerda cómo empieza Madame Bovary, por ejemplo? Es más, ¿alguien recuerda cómo empieza algún libro de Vila-Matas? Es que no hay nada mejor que subirse a un púlpito y soltar filipenses: paja en ojo ajeno, viga en el propio.
Pero bueno. Sigamos.
La fascinación que produce el libro de Rulfo no se detiene en la historia de Páramo y de Juan Preciado, su hijo no reconocido (historia de gran complejidad estructural, al entrelazar presente y pasado en fragmentos que van dejando tenues huellas sobre la identidad de cada personaje que los protagoniza), ni en la muerte final de Páramo (“Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras.”), ni en la disquisición sobre si Preciado llegó muerto ya a Comala, o si murió allí (“Tengo memoria de haber visto algo así como nubes espesas haciendo remolino sobre mi cabeza y luego enjuagarme con aquella espuma y perderme en su nublazón. Fue lo último que vi.”) Es el lenguaje en sí lo que nos transporta a otros terrenos, la poesía del lenguaje popular del estado de Jalisco y la violencia brutal que contrasta con él. Siempre me ha llamado la atención, por encima de todas las virtudes de la obra, cuando resuena la voz nostálgica de la madre muerta: “…Llanuras verdes. Ver subir y bajar el horizonte con el viento que mueve las espigas, el rizar de la tarde con una lluvia de triples rizos (…). Un pueblo que huele a miel derramada.”



El poderoso contraste entre la memoria de la madre, que recuerda Comala como un paraíso, y la cruda realidad que halla su hijo: es el infierno. Es un lugar poblado de muertos en una hondonada herida por la intemperie. Por eso la madre le había dicho: “Allí me oirás mejor. Estaré más cerca de ti. Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz.” Por supuesto: ella está muerta, y su hijo, también. Su hijo afirma haber muerto por los murmullos de los otros muertos. Pero me he dejado llevar. No creo que añada nada nuevo a la crítica de la obra de Rulfo: repito que solo quería dejar mis impresiones.



Años más tarde, cuando leí Mientras agonizo, de William Faulkner, encontré el hilo que unía a este con Rulfo. Faulkner, el gran maestro de los autores latinoamericanos del Boom, influyó, creo, decisivamente en Rulfo a través del personaje de Addie Bundren, la madre del clan de los Bundren, que muere pero también habla a lo largo del texto. Pero esta es mi teoría. Yo mismo he hecho hablar a los muertos en mi libro Zabiega.
Lo único que le puedo achacar a Rulfo es que fuera un “bartleby”, según definición de Vila-Matas (ahí sí que estuvo acertado), es decir, uno de esos autores que un día deja de escribir por razones ignoradas. Según sus propias palabras, lo dejó cuando falleció su tío Celerino, que era quien le contaba las historias que él novelaba. De él partieron, según Rulfo, las historias de El llano en llamas, situadas en los días atroces de las guerras cristeras; sin embargo no podemos tomar las palabras de Rulfo al pie de la letra, pues él mismo sufrió en sus carnes la violencia de esos días, y de la vida cotidiana mexicana, con la muerte de su padre, asesinado, de su tío José, también asesinado, o de su tío Rubén, muerto en una “balacera”. Una persona de su imaginación tenía suficiente para crear el mundo de ficción más cruel, más tierno, más adictivo, más desolador, el mundo de los llanos que creó, para bien de la humanidad.



Gracias, Juan Rulfo, dondequiera que estés. Cuando muera, que me lleven a Comala, a ver si puedo pasar toda la eternidad escuchando en tu voz las historias del tío Celerino.









A mi amigo Pedro Díaz García-Tuñón, que aunque tiene nombre de conde, no lo es.

martes, 15 de abril de 2008

Música y viaje


Playa de Las Sinas desde el Cón de Boeira



Cuando era pequeño, todos los años, a finales de Junio, mi familia y yo iniciábamos una aventura épica. Partíamos de Ponferrada para llegar a la playa de Las Sinas, en la Ría de Arosa. Era un viaje bíblico por su duración y sus vicisitudes. El maná nos caía en la parada obligada de Lugo, después de haber cruzado los puerto de Piedrafita y Campo de Árbol, infinitas curvas, horribles mareos... unas seis horas de coche para realizar menos de trescientos kilómetros. No existían aún los accesos a Galicia. Y pocos coches llevaban radiocassettes.
¿Qué hacíamos, pues, para combatir tedio y mareo? Cantar. Mi madre ordenaba cantar en cuanto arrancaba el coche (conducía ella), coche, por cierto, cargado hasta los topes. A la altura de Cacabelos (12 kms de Ponferrada) yo ya preguntaba si faltaba mucho, hasta el día en que amenazaron con dejarme allí. Nunca volví a preguntarlo. me tomaba en serio esas amenazas. Me viene a la mente también la pobreza de los lugares que cruzábamos, y cómo la gente nos miraba desde el borde de la carretera (no había muchos coches en la N-VI en aquel tiempo), y cómo a veces mi padre, bromeando, bajaba la ventanilla y saludaba efusivamente a los que miraban, y mi madre le reprendía: "¡Javier!" Eran los buenos momentos.
Pero volviendo a la música, aún recuerdo aquellas canciones, alguna de las cuales nunca he llegado a oír nunca, ni en la tele ni en ningún formato, como una que siempre iniciaba mi padre, que decía "Corcho con corcho, caña con caña..." Había también momentos mágicos, como cuando mi madre cantaba "El relicario"; momentos folklóricos, con temas bercianos, gallegos y asturianos ("Fuiste al Carmín de la Pola, llevaste medies azules..."); momentos charros, con las de Jorge Negrete, y el Trío Calaveras (a mí me entusiasmaban); momentos lunfardos con Gardel; momentos de peligro, cuando mi madre se puso a cantar "Te estoy amando locamente", de Las Grecas, con tanta pasión interpretativa que cerró los ojos y casi nos caemos por un precipicio; momentos de mentiras, porque los boleros siempre mienten, como dijo Sabina... Qué pena que ya no se cante en los coches.
Sin embargo, de todas aquellas canciones innumerables, hay una que se me quedó muy adentro. La relaciono cuando íbamos en el coche mi madre, mi padre, mi tía Chiru y mi hermana Susana, que es tres años mayor que yo (mis otros dos hermanos estaban en Santiago, en la universidad). Yo quería cantar "Pancho López" o "Cocula", pero Chiru y Susana imponían cosas más modernas, lo cual me hacía enfurruñar: sin embargo, no podía reconocerlo, pero me gustaban aquellas canciones de ellas, que eran básicamente de Serrat y de Mari Trini, nuestra pequeña Edith Piaf. De Serrat Susana cantaban "Fiesta" y "Señora" ( a mi madre le ponía muy triste esta canción: pues menos mal que no cantaban "Manuel" o "Si la muerte pisa mi huerto"); y de Mari Trini, recuerdo dos: una, "Amores", y la otra, la fundamental, la que se me quedó prendida: "Cuando la lluvia cae". "Cuando la lluvia cae se funde el hielo, y cuando me acaricias se quema el fuego, aún es tan temprano, nos queda tiempo..." Así empezaba. Yo era un niño, y no captaba cómo podía percibir mi hermana Susana esas letras en su primera fase de la adolescencia.
Años más tarde, décadas más tarde, mejor dicho, volví a oír la canción. Se me puso un nudo en la garganta. Se me vino a la mente uno de aquellos viajes, cruzando Galicia trabajosamente hasta que, por fin, al bajar el monte Cordeiro, veíamos el mar resplandenciendo en verde azulado entre los pinos costeros, y poco después veíamos Carril, y sabíamos que el peligro había pasado y habíamos llegado a nuestro lugar en el mundo. El mar, esa certeza de libertad, de aquellos veranos tan largos y tan calurosos de cuando eres niño, aquellos días de salitre y complicidades que parecían eternas.

Desde entonces, "Cuando la lluvia cae" representa para mí ese tiempo perdido y añorado. Y si pruebo a cantarla, se me salen las lágrimas.
A mis padres. Y al mar.

lunes, 14 de abril de 2008

¡Primicia!

¡PRIMICIA!
Algo muy gordo se está cociendo. Lo sé de buena tinta. Me informan de que el nuevo portavoz del Congreso, Alonso, se ha tomado medio kilo de Tranquimazín, que a Solbes se le entienden las explicaciones, que la vicepresidenta ha empezado a engordar, que el AVE ha desaparecido en el Triángulo de Les Esplugues, que Caldera... ¿dónde está Caldera?¿Qué es lo que sucede?
Pues porque hay pruebas concluyentes, esta vez sí, de un escándalo sin precedentes. Una vez ha fracasado la teoría de la conspiración etarra en el 11-M, en periódico madrileño de pretensiones mundiales y otro periódico de la misma localidad, este con ínfulas razonables, han completado una exhaustiva investigación que pronto será aireada por una emisora de vocación celestial. Es inminente. Y toda conspiración anterior, todo escándalo del pasado, queda en nada al lado de esto: como diría el inefable Caneda, legendario presidente del Compostela, gran intelectual también, lo anterior es "pataca minuta".
Se ha llegado a la verdad por casualidad, como suele suceder. Revisando una película, a un avispado reportero se le despertó el instinto. Pero, ¿ese no será...?, se dijo, alerta. Se llamó a un equipo técnico, que corroboró la suposición del periodista. la evidencia se ha encontrado, la verdad resplandecerá por fin sobre esta piel de toro tan tensa.
Ahora, a ZP se le ha borrado la sonrisa del Joker. Lo han cazado, literalmente. Rubalcava está elaborando un argumentario de urgencia. Este gobierno tiene las horas contadas.
Y es que, señoras y señores, por fin sabremos la Verdad. Por fin el oprobio dejará de reinar en España. Tienen las pruebas, que hable el imputado. Que lo niegue, si es capaz. La noticia está al caer, querido público. Apriétense los cinturones, respiren hondo y asimilen la primicia que está por venir, la cual, parafraseando a Les Luthiers, no solo es verídica, sino que además ¡es cierta!:
José Luis Rodríguez Zapatero, sí, él, ese hombre sonriente con cara de bueno... Repito, me tiembla el teclado, son momentos históricos. Que lo sepa todo el mundo:
ZAPATERO FUE QUIEN MATÓ A LA MADRE DE BAMBI
Esperen... Me llega otro mensaje... Sí... sí... en efecto. Señoras y señores, creo que también existe la evidencia de que Zapatero estaba presente en Dallas, el 22/11/1963, y parece que, pese a tener tres años, no es descartable que... ya me entienden, ¿no? ¿Es que el Mal tiene edad?
Seguiremos informando.
Devolvemos la conexión.
Biiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip

miércoles, 9 de abril de 2008

69 canciones de amor






El año 2000, aparte de traer la confusión generalizada sobre si era el primer año del tercer milenio o el último del segundo, trajo un disco de esos que debes conocer e incluso escuchar, e incluso, fíjate lo que digo, comprar. El disco (en realidad, los discos, pues es un álbum triple) en cuestión se titula 69 Love Songs, y su autor, esa banda extraña liderada por Stephin Merritt, The Magnetic Fields. No creo en las casualidades: seguro que Merritt eligió ese año fronterizo para elaborar un disco conceptual en la frontera de todo.


¿Qué puedes hallar en él? pues un poco de todo, desde música experimental hasta baladas estilo Leonard Cohen, a pop francés, folk americano, jazz, blues, folk irlandés, pop-rock de los 80, homenajes a Billie Holiday, reggae, melodías de los años veinte y treinta, y todo lo que puedas imaginar. Y lo más importante en este disco, aparte de su teórica simplicidad y de las voces de Claudia Gonson, Dudley Klute, LD Beghtol, Shirley Simms y el mismo Merritt(cada una perfecta en su registro) , es la ironía, por no decir la sátira de sus letras. Merritt ironiza sobre el amor, la sexualidad, la moda, las relaciones personales, los tópicos, y, sobre todo, acerca de todas las variedades del amor, el heterosexual, el homosexual, el bisexual, desde el celópata al síndrome de Wendy, siempre desde una óptica humorística, paródica, extremadamente inteligente.

Hay canciones que se autoparodian, y siguen siendo canciones de amor inolvidables como All my little words, la cual, para los amantes del inglés, incluye un neologismo sensacional: "unboyfriendable"; canciones en que un soldado sale del armario y se enamora de su compañero en una noche loca de permiso en París (The night you can't remember), con la insuperable línea: "Tú no te acuerdas de París, pero París aún se acuerda de ti"; canciones de amor no correspondido, como Busby Berkeley dreams, en que el enamorado sigue viendo a su amante danzar en los escenarios giratorios de los musicales de Berkeley; hay lunas que canta un blues, y Clinton acompaña con su saxofón, con un sonido de soledad; sátiras a la moda como Underwear; canciones de amores imposibles que llevan al rechazado la adicción, como Reno Dakota; canciones de violencia conyugal con asesinato incluido, una versión perversa de Pimpinella, como Yeah! Oh yeah!...

69 Love Songs no es un álbum más. Es, en rigor, uno de los álbumes más originales e inteligentes (incido especialmente en esta palabra) que he oído en mi vida. Stephin Merritt, también periodista de profesión, no defrauda a nadie. Es neoyorquino hasta la médula, pues de todos los estados de los EEUU, solo en esa ciudad, esa Babilonia moderna, se pudo grabar algo así: canciones con mensaje, con referencias literarias, cinéfilas, políticas, filosóficas... Un bicho raro en este mundo tan adocenado. Sería imperdonable pasar por este mundo sin haber oído este disco inigualable.
A Carola, Queen of the Savages

domingo, 6 de abril de 2008

Rey Gaspar



No sé si estaréis de acuerdo, pero pienso que de los tres Reyes Magos hay uno que siempre me ha parecido un intruso. Cuando era pequeño, lo veía así: por un lado, estaba Baltasar, el rey negro, exótico y sabrosón; por otro, Melchor, el rey rubiazo y venerable, imagen de la venerabilidad, que recordaba a algún amigo del Capitán Trueno. ¿Y Gaspar? Era un bulto emparedado entre el exotismo y la majestuosidad. Sería por tener el pelo castaño, que es tan común aquí. Digo yo. Y es curioso que ni los Reyes de Oriente han escapado a consideraciones políticas: los progres tendían a rechazar a Melchor (¿por rubio? ¿por pinta de centoeuropeo? No lo sé), y a alabar a Baltasar; pero bueno, es lógico si pensamos en que era la época de la descolonización, de Malcom X, Angela Davis, los Panteras Negras, Luther King, etcétera. Una vez más, de Gaspar no había noticias.


Pues algo de un cariz aproximado le ocurrió hace un mes a otro Gaspar: Gaspar Llamazares. Porque aun siendo el tercer rey en votos, quedó, con dos únicos diputados, totalmente periclitado por los dos reyes del electorado español (los cuales, por cierto, ni son exóticos, ni majestuosos), e incluso algún marquesillo de provincias y algún baroncete de pueblo le pasaron por encima gracias a la inefable ley electoral española, sumada a la Ley D'Hont.


Pero, dejando aparte estas leyes, existe una paradoja en la existencia de IU. Muchos podrán alegar que en los momentos difíciles el PSOE les roba los votos "útiles", pero yo creo que IU está a expensas de un partido totalmente opuesto: el PP. Es decir, si el PP se modera y deja de sacar el colmillo retorcido(parece que se va encaminando poco a poco a esa deseada moderación), la gente del amplio espectro de izquierdas perderá el miedo a que el PP gane las elecciones, y muchos miles de votos regresarán a IU.


Con todo, esto sucederá algún día, sobre todo si el nuevo líder de IU resulta ser alguien del estilo de Llamazares (Rosa Aguilar sería perfecta), o sea, alguien a quien el odio por el PSOE no le ciegue, y le lleve a adular a y a cooperar con la extrema derecha con tal de tumbar a los socialistas, cosa que hizo el infame Califa, jugando a las cartas con Aznar, alabando a Gómez de Liaño, a Pedro Jota, etcétera. Los extremos se tocan. Los totalitaristas se miran en los espejos y no se distinguen unos de otros. Gracias a Anguita dejé de votar al PC y a IU durante años.


Quede para la Historia también la despedida de Gaspar, el rey que se coló en la foto, con las lágrimas de sus allegados, con la dignidad de un hombre bueno y necesario, un político capaz de conjugar en afirmativo el verbo dimitir (otro pierden dos elecciones, y ni mu). Desgraciadamente, la línea dura anguitista del PC estará haciendo leña del árbol caído. Árbol del que esperarán sacar sus Frutos (¿pillan el gracejo?).


Ave Rey Gaspar. Vuelve, por favor, como el turrón por Navidad.




Al mismo Gaspar Llamazares.