sábado, 23 de mayo de 2009

¿Los vencejos? No, los plastas


Por estos tiempos llegan los vencejos al patio interior de mi edificio. Son unos auténticos Fórmula1 del aire, pero están un poco transtornados. Además, aparte de los vencejos veloces, llega siempre en estos días, en este mes, la misma cantinela cuando voy al bar, a Correos, al súper, o al mismo infierno. Qué, ¿ya de vacaciones? Yo contesto al principio con paciencia, y explico que no, que falta un mes para dar las vacaciones. Acto seguido, la persona que se dirige a mí me dice, con una mezcla de resentimiento y algo más, que no es admiración: Qué bien vivís. Yo respondo a esta persona que sí, que vivimos muy bien los profes, sobre todo aquellos a los que nos gusta nuestra profesión, y paso a pedir a la persona que me habla que recuerde cuándo acababa las clases en el instituto. Esa persona cae en la cuenta de que damos casi dos meses más de clase ahora que cuando yo estudiaba BUP. Pero da igual: Qué bien vivís. Pues sí, vivimos muy bien, para qué negarlo: hazte profesor y lo comprobarás; solo tendrás que estudiar varios años, aprobar unas oposiciones y ya está, ¡magia!
Yo también me pregunto por qué ese "qué bien vivís" solo va dirigido a nosotros, y no, por ejemplo, a los farmacéuticos, a los empleados de banca (que tienen seis pagas extras), a los médicos especialistas (que cobran como mínimo el doble que nosotros, perteneciendo al mismo escalafón del funcionariado), a los jueces (prefiero no hablar de ellos), a los electricistas y fontaneros (que, como Godot, nunca aparecen) o a otros funcionarios. Y me respondo automáticamente: ¿qué tenemos nosotros que no tiene ningún otro oficio en España? Las vacaciones. Ahí radica el recelo, el resquemor, o, más directamente, ese odio solapado que hace que la gente quiera que nos rebajen las vacaciones a toda costa, aun a riesgo de jorobar sus propias vacaciones. Yo me he hartado de explicar que tenemos las mismas vacaciones que el resto de Europa, pero repartidas de modo distinto ( o sea, que no somos los más vagos u omisos), y da igual que les entregue un informe oficial en que se constata que somos el segundo país de Europa con más horas de docencia. Da igual. Tenemos vacaciones... y arderemos en el infierno por ello. Y cuidado, porque cualquier indocumentado nos puede dar lecciones sobre cómo dar una clase porque eso lo hace cualquiera: puñetazo en la mesa y a copiar. Obvio.
Lo último que me pregunto es lo siguiente: ¿Por qué, si somos tan envidiados, de los ciento y pico alumnos que tengo este año solo uno quiere ser profesor? Es la pregunta del millón. Adivina, adivinanza...

1 comentario:

Lara dijo...

No sé si soy yo ese uno que mencionas, pero me daré por aludida: Me has pillado; es porque envidio tus vacaciones.

Jeje, ya sabes que no... que lo que te tengo es admiración, pero no porque tengas las mismas vacaciones que un adolescente... La verdad es que no sé por qué quiero ser profesora, sólo sé que es por tu culpa o gracias a ti, según como lo mires.

Un día dijiste que tú ibas a hacer la carrera de Historia pero que en el último momento cambiaste de idea y te metiste en Filología Inglesa... y aun sigo preguntándome qué querría estudiar yo ahora mismo si te hubiese conocido como profesor de Historia, jeje.

Prefiero no imaginarlo y dejar las cosas como están :)

Un beso, y gracias.

P.D.: No es por contradecirte, pero yo cuento cinco aspirantes a futuros profesores solo en nuestra clase, jeje.