lunes, 18 de mayo de 2009

Mi tío Carlos



En un tiempo en que la mediocridad era moneda común en España (los 60 y los 70) había una persona en la familia que representaba algo crucial: existían otros mundos, otras mentalidades más allá de los Pirineos. Era mi tío Carlos Vázquez, un santiagués irrepetible, diferente, adorable, con aires a Charles Aznavour.
La historia de Carlos es curiosa. De joven, en los años 40, fue a París a estudiar violín. No sé si antes o después de esto fue premio Sarasate de violín. Más tarde se casó con mi tía Mari; en ese tiempo Carlos tenía un grupo llamado "Sky"(en la foto, Carlos es el guitarra), grupo de grandes músicos que tocaba para los americanos en la base de Torrejón de Ardoz, y en los saraos y bacanales de la Marbella de los 50 (a la izquierda, una foto del puerto de Marbella. Mi tío parece James Dean). Más tarde, dejó la vida "on the road", y pasó a tocar el violín en la Orquesta de RTVE, además de formar parte de la orquestilla de los Payasos de la tele (Gabi, Fofó,...), por lo que no era difícil verlo algunas veces en pantalla: ¡en la tele de los 70! ¡Cómo fardábamos de tío catódico! Además, siempre conseguía que el cámara lo enfocase en medio de la orquesta en los programas especiales de Fin de Año o de Nochebuena, e incluso hizo una aparición en el espacio "Novela", tocando la guitarra española en una obra ambientada en la Andalucía castiza. Todo un personaje, mi tío Carlos. Más tarde hizo oposiciones a la Orquesta Nacional. Las aprobó, y pasó a tocar la viola hasta que se jubiló. Es simpático pensar que él, de formación clásica, lo que más admiraba era la guitarra de Jazz y la Bossa Nova; le aburría soberanamente la música contemporánea, y para él Wes Montgomery, Django Reinhardt, Grapelli o Jobim eran los genios reales, nada de Stockhausen o los Estocásticos.
Pero aparte de sus dones musicales, Carlos era un conversador inagotable e indestructible, inasequible al desaliento, infatigable; un tipo con una mentalidad increíblemente abierta para aquella España tan pacata; un hombre que había viajado por todo el mundo y tenía anécdotas de cada rincón, anécdotas que reflejaban nuestras grandes carencias con respecto al "extranjero"; un hombre que valoraba las pequeñas cosas (las partidas de cartas, incluso los solitarios, los vinos antes de comer, las charlas con todos...) con un amor que pocas veces he visto; un hombre con una incapacidad absoluta para la resolución de asuntos prácticos, incapaz también de cuidarse de sí mismo, dejando siempre los asuntos referentes a él bajo la vigilancia intensiva de mi tía; un tipo cariñoso, que disfrutaba con la gente, y ensayaba sus coñas durante horas frente al espejo mientras se preparaba la ensaimada que disimulaba su evidente calva; un fumador impenitente al que ni siquiera arredró su infarto para desesperación de su familia... y un hombre que se enfrentó a su muerte con la mayor serenidad y valor que he conocido. Siete años antes de su fallecimiento había sufrido un infarto, y arrastraba graves problemas arteriales. Un día, las arterias le fallaron, y no hubo nada que hacer. En el cara o cruz salió cruz. Y pese a aquel infarto que había tenido, el corazón le resistió admirablemente. Lógico. Carlos tenía el corazón más grande del mundo. Todos sus sobrinos quedábamos hipnotizados con tío Carlos. Cómo lo echamos de menos, aún después de tantos años.
(A mi tío Carlos, y a mi tía Mari, que no hace mucho se volvió a reunir, por fin, con él)

1 comentario:

Anónimo dijo...

He leído cuatro veces esta entrada (Well, I’m biased) y creo que es imposible hacer un mejor homenaje a Pat. Gracias Mick

Wes “freak”Montgomery (SonofcarlosandMari)