
Qué bendición, qué maravilla que los nuevos gobernantes vascos no tengan que humillarse ante Dios en su juramento de responsabilidad civil, y que acepten la Constitución como marco de integración para todos los pueblos de España (¿o debía decir "El Estado"?). Qué maravilla que Patxi se apellide López, y que su segundo de abordo, Rodolfo Ares, tenga el apellido de una ría gallega, igual que me alegra que el presidente de Cataluña lleve el apell
ido de una poblacion andaluza y un vino fino. Ha llegado el tiempo del maketo y el charnego, igual que en EE UU ha llegado el tiempo de la piel chocolate. Lo que más me gusta es ver cómo gente como Marta Ferrusola o el inefable Arzalluz se tiren de los pelos: ¡se pierden las esencias! Qué bien que el País Vasco ha dejado de ser patrimonio de un partido confesional, cuyo núcleo más duro y relevante posee una idología de orígenes y raíces racistas (el "sabinismo"), que crea redes enormes de clientelismo y que muestra una lenitud absoluta con el mundo de la violencia. Creo que "the times they are a-changing", como cantaba Dylan. A partir de ahora, por fin, será el gobierno quien vaya escoltado, y no la oposición, lo que constituía una rareza extraordinaria en la política mundial. Ahora el PNV en su versión más reaccionaria reclama líderes carismáticos. Yo tengo uno, que a ellos no les agrada, por eso lo tumbaron: Josu Jon Imaz, tal vez el líder vasco más coherente, inteligente, responsable y razonable que han tenido nunca. Y tal vez el nuevo líder del PP en el País vasco, Basagoiti, sea también la mejor opción posible, lejos del vinagre y la revancha de los San Gil y Mayor oreja... aunque haya impuesto una presidenta de la cámara del OPUS.

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