jueves, 16 de abril de 2009

¡Kansas, Kansas! (1)




En enero de 1986 fue a la universidad de Lawrence, Kansas, a trabajar de lector de español. En el contrato se incluía además matricularse en unos cuantos cursos de Humanidades. Yo elegí Literatura Hispanoamericana (impartida por el profesor Souza), Modernismo (el profesor Doudorff, un tío entrañable, una rara avis)y Super-Portugués (no recuerdo su nombre, pero sí que nos tenía bastante manía a los españoles), un curso acelerado de esta lengua en su versión brasileña.
Pero hablaré de mis primeras impresiones al llegar allí. Llegué de noche y mi amiga Ángela Llanos, a la que no veo desde hace veinte años, me vino a recoger al aeropuerto de Kansas City, Kansas (pues hay también Kansas City, Missouri, separadas ambas por un puente sobre el río Missouri). Cuando desperté al día siguiente todo estaba nevado. Salí de la casa que compartía Ángela con su amiga Lisa (su "roomy", como dicen allí) y comprobé algo: el aire era distinto, no sé si es que allí hay más o menos ozono, o más o menos oxígeno o hidrógeno, pero era distinto: allí el aire era aséptico, no olía a nada. Otra cuestión: creía que lo más liso que había visto en mi vida era Albacete, pero nada que ver con Kansas, un inmenso campo de fútbol extensible a todo el Medio Oeste, mayor aun que el campo de Oliver y Benjy.
Al día siguiente fui a la facultad de Humanidades y conocí a mis compañeros de departamento: aparte de Ángela, había dos puertorriqueños muy simpáticos y sandungueros; una peruana hierática como el Gran Inca; Jesús,un mexicano afable mientras no le tocasen el tema de los gachupines; Ana, una colombiana encantadora; Dilkash, una india de India muy maja; una argentina muy habladora (¡qué raro!), y de entre los nativos, de los que me dejo algunos porque la memoria es endeble, destaco a un norteamericano inmenso que debía de pesar 200 kilos y que llevaba a sus clases un dinosaurio de peluche de color verde: ¡Pensad en que estoy hablando de la universidad, y no de la escuela primaria!
Paseé por los pasillos enmoquetados del edificio, y vi las puertas de los despachos de los "professors" (catedráticos, por así decirlo). Excepto uno, todos tenían carteles antisandinistas y anticastristas, carteles que te planteaban la pregunta: ¿De qué lado estás? Era obvio que si no estabas del suyo, lo llevabas crudo. Me percaté de que entre el ambiente universitario de Santiago de Compostela y el de Lawrence había algo más que un océano inacabable. Por fortuna, visité la biblioteca... y me quedé atónito: ¡más de un millón de libros, aparte de fondos microfilmados! Como Santiago, vaya.
Salí del campus algo descorazonado y asustado de mis responsabilidades inminentes, y con un jet-lag que ni te cuento. Y me mudé a una casita de pioneros ubicada en Missouri Street, típica casita de madera (la pequeñita de la foto), con otro amigo de Ángela, Tim Doolittle (en la foto aparecen ambos, en un lago artificial llamado Clinton Lake). Fue en la convivencia donde advertí que, aun estando en la órbita occidental, españoles y norteamericanos no teníamos mucho que ver, excepto en el caso del humor negro, que allí se estila bastante (sin ir más lejos, me contaron tres chistes sobre el accidente mortal del Discovery). Y eso que Tim era un tipo realmente majo y tuvo mucha paciencia conmigo. Gracias Tim, wherever you are. Pero esto lo dejo para más adelante.

(A Ángela, mi ángel protector en Lawrence, Kansas)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hi:
¿Do you remember the Basketball games we played?

- Steve Farmer