Hoy estoy de bajonazo.
Si alguien ha visto la lista de finalistas del III Premio Iberoamericano Casa de América Planeta, que ha ganado la escritora Ángela Becerra, pues habrá notado que una de las novelas se titulaba "Zabiega", con el seudónimo "Agiebaz". Pues era mía.

Exceptuando el Felipe Trigo de Narración Breve 2001, que gané con "Alas Negras", es el tercer premio prestigioso al que llego de finalista, que yo sepa, pues antes no buscaba las listas en internet. Los anteriores fueron el premio Azorín 2007, en el que, según la prensa local, yo era favorito con mi novela "Ceniza y humo", pero al final ganó Jon Juaristi con "La caza salvaje"; y el Ateneo de Sevilla 2007, al que acudí con esa misma novela, galardón que se llevó Espido Freire con una novela cuyo título no recuerdo. Se da la circunstancia de que en todos estos concursos se exigía el anonimato del autor. Hay que ver el ojo que tienen algunos jurados, qué linces.
Por lo tanto, una pregunta al aire: ¿qué creéis que es mejor, llegar a las finales y perderlas, o ya ni llegar y no sentir la desilusión (decía Di Stéfano: "Las finales no se juegan: se ganan")?
Yo, anteayer, cuando supe que era finalista, estuve al borde de un ataque de nervios; mi excitación era de ese calibre que solo pueden controlar un par de gin-tonics. Lo hicieron, y además esclarecieron mi mente: ¿cómo me van a dar a mí, un desconocido, un primer premio de 200. 000 dólares, o un segundo premio de 50.000? La magia no existe: como mucho, podía aspirar al segundo premio, y aun así... Por cierto, Ángela Becerra estaba presente al producirse el fallo del jurado en la Ciudad de México, y recogió el premio in situ. Y eso que vive en España. Bueno, no nos pongamos irónicos, ni mucho menos llorones o malos perdedores. ¿No haría yo lo mismo de estar en su situación? Es normal que gane un premio un escritor que ha publicado en la editorial que lo financia, y si no, fijaos en los premios de Alfaguara, Anagrama, etcétera. Y también es cierto que hay muchos premios "limpios", y un ejemplo es el Felipe Trigo, ya que tuve el privilegio de ser parte del jurado en 2002.
Lo cierto es que pese a todo prefiero perder las finales a no jugarlas. Esta breve e intensa experiencia me ha ayudado a valorar una obra que siempre me había generado dudas. El hecho de estar entre los diez últimos, habiendo eliminado a 483, me produce mucha satisfacción. No es fácil. Seguiré intentándolo. Tendré que seguir escribiendo, vaya por Dios.