domingo, 11 de abril de 2010

Ángel Sanz Briz, un héroe con todas las letras






Una de las historias de heroísmo más conmovedoras y rocambolescas que conozco fue protagonizada por Ángel Sanz Briz ( la izquierda), el secretario de la embajada española en Budapest, a finales de la II Guerra Mundial. Supe de esta historia gracia a un libro del periodista Diego Carcedo, Un español frente al Holocausto.
Sanz, aun siendo un hombre del régimen franquista, aliado de Hitler, se horrorizó al ver lo que los nazis alemanes y los húngaros (La Cruz de Flechas) hacían a los judíos, a los que estaban aniquilando con una velocidad y una crueldad inverosímiles. Sanz encontró un resquicio legal para salvarlos: según una ley poco conocida sancionada por el general Primo de Rivera, todos los judíos sefardíes poseían la nacionalidad española. Sin embargo, en Budapest había como mucho un par de cientos de sefardíes, por lo que Sanz tomó una decisión que puso en peligro su vida y la de los que colaboraron con él: falsificarían visados haciendo pasar por sefardíes al mayor número de judíos posible. Su colaborador más famoso fue el falso cónsul italiano Giorgio Perlasca (foto de la derecha), fascista, aventurero y negociante que también quedó horrorizado por la masacre, y utilizó tanto el dinero que tenía para inversiones como la carta de recomendación firmada de puño y letra por Franco (Perlasca había combatido en el bando nacional en España) para sobornar a oficiales de las SS y conseguir que hicieran la vista gorda.
Entre estos dos hombres y algunos funcionarios húngaros de la delegación consiguieron salvar a más de 5 000 judíos, que pudieron cruzar Europa y huir del Holocausto. Todos estos hombres se jugaron la vida por una causa a la que podrían haber vuelto la espalda, pero justamente ahí está la materia del héroe.
Cuando los soviéticos llegaban a Budapest, la delegación española tuvo que abandonar Hungría, y fue Perlasca quien se quedó a cargo de la operación. Las noticias posteriores se quiebran con el horror de la guerra. Sanz volvió a España, continuó su carrera y fue reconocido posteriormente por el estado de Israel: su nombre figura en el Panteón de los Hombres Justos. La historia de Perlasca es más cinematográfica: un día, en la década de los setenta, una superviviente húngara afincada en Italia reconoció en un indigente al cónsul falso que la había salvado de la muerte. Era Perlasca. Su figura se restituyó en Italia, donde ahora es un héroe. Incluso se filmó una película sobre sus peripecias (El cónsul Perlasca).
Por eso, cuando la gente cree que un héroe es algo similar a Rambo, o a un personaje de la Marvel, tengo que decirles que no. Un héroe es una persona común que se olvida de sí mismo, y de la suerte de lo que más quiere, para socorrer a aquellos que no tienen ninguna posibilidad. El hecho de que ambos fueran filofascistas engrandece aun más su figura: es un grito de esperanza para el ser humano, saber que independientemente de tus ideas seas capaz de sacrificarte por otros..
Vaya esta entrada por dos hombres buenos, de esos que, desgraciadamente, nunca han abundado mucho.
Y por cierto, su historia me inspiró para escribir la novela Ceniza y humo (finalista en los premios Azorín y Ateneo de Sevilla, en 2007). Dentro de una semana, más o menos, sabré si me la publican en la editorial KRK de Oviedo. A ver si de esta vez hay suerte, ya que en el aspecto deportivo se me ha agotado.

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