viernes, 11 de noviembre de 2011

El acoso

El acoso escolar empieza por  agresiones leves, pero insistentes. Es fundamental cortar la enfermedad en sus inicios. El acosador prueba la resistencia de la víctima,  calibra con frialdad su capacidad de respuesta, pues el acosador es un personaje carente de sentimientos ni empatía. Si nadie interviene, el acoso va aumentando progresivamente. De empujones, vamos pasando a golpes, y de golpes a humillaciones cada vez más severas. Los que rodean al acosado en las aulas generalmente fingen no ver, no oír, no saber. Si alguien levanta la voz en favor del acosado, muchas veces incluso será rechazado este defensor por la mayoría borrega. Es la triste naturaleza humana. En los centros de enseñanza debemos estar muy atentos a estas actitudes, pues acosar es delito penal, que no se olvide esto. Hay que ser muy valiente, además, siendo alumno, y queriendo defender al acosado, sobre todo cuando el acosador goza del beneplácito de la clase. El cobarde es el que acosa, no el que denuncia, ni el que sufre el acoso. El cobarde es el que mira hacia otro lado. Y el mayor cobarde es el que acosa, por supuesto. Nunca he sabido de un acosador que fuera más pequeño, menos numeroso, más débil que su víctima. Yo creo en la justicia poética, y creo que los acosadores, incluso aquellos que ven cortados de tajo sus deseos de hacer daño, acabarán sufriendo lo que han hecho sufrir a otros. Porque son cobardes, porque son despreciables, porque son unos auténticos hijos de puta, y porque hay una justicia que se eleva sobre la de las instituciones, y es la de los hombres y mujeres de bien. Por eso.
Estad alertas. Y sabed que el valor es perder tu tranquilidad e incluso tu seguridad cuando defiendes a un compañero, a un amigo, y te enfrentas a la incomprensión y el rechazo de los demás. Eso, u no otra cosa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me tocó una vez intervenir como parte de equipo directivo en un caso de "supuesto " acoso ( que luego se demostró verdadero acoso) hacia un alumno en un centro escolar. El protocolo fue largo, se demostró que el alumno estaba siendo acosado, la labor de la Inspección educativa era la mirar para otro lado;afortunadamente , la orientadora del centro hizo su trabajo de una manerta muy profesional y se castigó al acosador. Lo más triste : el acosado tenía interiorizado el acoso y lo utilizaba como para integrarse, asumiendo las humillaciones. Es algo que me pone los pelos de punta con sólo recordarlo.

Anónimo dijo...

No me extraña, porque a mí me pone los pelos de punta solo pensar adónde pudo llegar el caso en que me inspiro.