jueves, 2 de diciembre de 2010

El terror



Humor y terror envejecen horriblemente en el mundo del cine. Cuando era pequeño, decían que El cuervo te ponía los pelos de punta, al igual que Boris Karloff o Bela Lugosi. Cuando pude ver sus películas más que miedo me dio la risa. Esto se percibe ahora con claridad, en estas nuevas generaciones de cinevidentes. El exorcista, por ejemplo, aterrorizó a mi generación y a las anteriores. En muchos cines hubo ataques de histeria, y las cifras de los contadores Geiger de pesadillas se multiplicaron exponencialmente. Hoy en día, niños de doce años dicen que se rieron con la película (algunos hablan de boquilla, porque otros tuvieron que volver a dormir con sus papis), y afirman ser adictos a las secuelas de Saw, esas películas morbosas consistentes en automutilaciones que más que espanto dan arcadas.
Yo siempre he sido aficionado al terror, pero más al terror con suspense, o al sobrenatural, que a las cafradas. Recuerdo con gran emoción El resplandor, o alguna menos conocida, como El otro, o La reencarnación de Peter Proud, o me fascinó en su tiempo Carrie, con sus connotaciones de puritanismo y paranormalidad, o El corazón del ángel. Los vampiros nunca me han dado miedo, ni los hombres-lobo, ni las momias ni mandangas: tal vez lo satánico me ha seducido más que lo anterior, o incluso los zombies o los infectados por virus raros, o mejor aun, las posibilidades que ofrece la mente humana para evaluar la complejidad de los miedos. En mi caso, hubo una película que fue la que cruzó un límite hasta entonces inabordable: La matanza de Texas. Después de verla, a principios de los ochenta, me fui a la cama con una sensación de inquietud hasta entonces desconocida. Me metí en la cama, y aún seguía oyendo la sierra mecánica de Leatherface. Tuve las imágenes de esa película en mi mente durante mucho tiempo, muy a mi pesar, pues me causaban un rechazo, una repugnancia insondable. Ahora, La matanza de Texas casi se emitiría en horario infantil. Sólo hay que ver las series de dibujos animados para concluir que las cosas han cambiado mucho. Ahora imperan el sadismo, la carnicería, la casquería, por encima del grito de espanto. Y la verdad es que me gusta ir al cine y pegar brincos. Por eso, el vídeo promocional de REC me pareció una auténtica genialidad: aunque la peli abuse un poco de casquería, el efecto de realidad quedó muy conseguido. Y los brincos y sobresaltos son como la vida misma: son la vida misma:

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El Exorcista asusta siempre que no adviertas a la persona que lo va a ver.

pedro dijo...

No se si les les puede calificar de terror, pero me quedo con Alien, Psicosis, El exorcista y Dracula principe de las tinieblas que a mis 12 años me dejó pegado a la butaca de gallinero del cine edesa, y eso que no hacia mas cerrar los ojos

Anónimo dijo...

Yo también soy bastante aficionado al terror (tirando a suspense) y, sinceramente, me sentí decepcionado con algunos clásicos, véase El Exorcista o El silencio de los corderos. En defensa de la primera he de decir que ya conocía las escenas famosas, pero aún asi cada vez que empieza una escena de miedo te la cortan a los 2 minutos mientras muestran a la madre preocupada, fuera de la habitación. Lo que yo llamo "cortar el rollo" Lo que más miedo me dio de la película sin duda fue la música. Y el silencio de los corderos... ni siquiera sé porque dicen que es de terror. Yo veo poca tensión y mucha oficina.

Supongo que tendría que haberlas visto cuando salieron, cuando aún eran algo nunca visto.

Para mi, la mejor película de terror-suspense es Los Otros, y eso que llevo tiempo buscando alguna peli que le quite el trono.

PFF