miércoles, 24 de febrero de 2010

Los misterios de escribir una novela



Leí hace poco un libro de P. D. James sobre la literatura de detectives y misterio. Lo más interesante de él no son sus opiniones sobre otros autores, sino justamente cuando habla de su experiencia al escribir. Y resulta increíble contemplar cómo a todos los que escribimos (seamos famosos o no, como es mi caso) nos ocurren las mismas cosas. La autora británica comentaba que a veces, por muy organizada que tengas una novela, por muy controlado que creas que está todo, de repente surgen variables de algún lado, nadie sabe de dónde, que incorporas al material como si éste hubiera sido creado precisamente para estas novedades sorpresivas. Me sucedió en Alas Negras, donde este personaje surgió de manera inopinada en el curso de la redacción, y me está sucediendo en lo último que estoy escribiendo (que, me temo, está condenado una vez más al ostracismo librero). A veces uno piensa que Platón tenía razón, que en realidad nuestros recuerdos o nuestras ideas no son tales: siempre han estado ahí, esperando al momento para salir a la superficie, como si el ser humano compartiera un subconsciente oculto que se va derramando día a día durante su vida. Esto explicaría el dèjá vu; esto explicaría que los más grandes, como Rulfo, como Borges, fueron los afortunados que tuvieron acceso a la Caverna platónica mucho antes y mucho mejor que el resto de los mortales.

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