lunes, 9 de noviembre de 2009

Una ardilla y dos coyotes



Leo este párrafo en la novela Al pie de la escalera de Lorrie Moore: "... vi una ardilla que había atropellado un coche". Lo primero que pensé fue: Cary con la ardilla, ¿qué comen esos roedores en el Medio Oeste norteamericano? Pero cuando después la autora pasó a narrar el estado del cadáver de la ardilla, caí en la cuenta de que tal vez el traductor, en aras de la búsqueda de la falta de ambigüedad, debía haber cambiado el orden de la frase y decir: "Vi una ardilla que un coche había atropellado". Es como esa noticia que ya había comentado otra vez: "Mata a su vecino mientras rezaba". No sabemos si el asesino era un beato o si se aprovechó del fervor de aquél para asestar la puñalada trapera. Por cierto, la novela citada es altamente recomedable, y veo con cierto gozo que Babelia le ha dedicado unas páginas a la autora.
En otro orden de cosas, a finales de octubre leí una noticia en uno de esos periódicos (?) gratis que me dejó anonadado, pero como no le doy mucho crédito a estas publicaciones entré en internet (que tampoco es tan fiable) para ver qué había de cierto. La noticia, lúgubre noticia, era que una joven cantante canadiense llamada Taylor Mtchell había fallecido... devorada por coyotes. Internet me confirmó la noticia: la chica, de 18 ó 19, hacía una ruta, sola, por los montes de Nova Scotia, en Canadá, cuando fue atacada por los coyotes. Cuando la encontraron unos operarios del parque nacional, ya no pudieron hacer nada por ella. Qué muerte más horrible. Y horrendo fue también ver las fotos de la chica en la red posando para su álbum, o para promociones, una joven de apariencia inmortal, como todos los jóvenes.
Y esa muerte tan absurda me recordó a la de Jeff Buckley (en la foto), que se ahogó por echarse a nadar en condiciones francamente adversas, o la de John Kennedy, o la de John Denver, ambos pilotando avionetas sin la pericia suficiente. Creo que hay algo muy norteamericano en esto, en estos retos ridículos que se plantean a sí mismos con frases como "qué demonios, yo puedo hacerlo" o "tengo todo el derecho de ir a ese lago infestado de cocodrilos: soy un ciudadano americano" o "una maldita máquina no me va a amargar el día" o "si quiero nadar no habrá huracán que me lo impida, maldita sea". Seguro que a la pobre chica le previnieron de los peligros de hacer rutas por esas soledades sin más compañía que la mochila, y la chica dijo: "Qué demonios...". Pobre chica. Que hoy en día mueras devorado por coyotes no deja de ser una noticia tristemente espectacular.

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