lunes, 23 de noviembre de 2009

La indignación de Philip Roth


El autor norteamericano Philip Roth, creador por ejemplo de Pastoral americana, La mancha humana o Me casé con un comunista, es una eminencia literaria a nivel mundial, y es también la voz más profunda, el cronista decisivo de la historia norteamericana del siglo XX, y asimismo un referente moral y político de este país. Así pues, no es de extrañar que no le den el premio Nobel (que no es un premio promovido por una marca de tabaco bajo en nicotina y alquitrán, aunque a veces lo parezca).
Su obra más reciente, Indignación, demuestra a las claras todo lo que he dicho, y recomiendo encarecidamente su lectura. En esta novela se relata la historia de Marcus Messner, un
estudiante de origen judío que va a una universidad del Medio Oeste (quintaesencia del conservadurismo) en 1951, y ahí entra en confrontación con los valores sempiternos, es decir, ultraconservadores, de la América Profunda. Es difícil destacar unas partes sobre otras, porque, a diferencia de la verborrea insufrible que nos acosa en toda edición actual, Roth va al grano y elimina lo superfluo. La lucha titánica de Messner contra fuerzas superiores, la atmósfera opresiva en que quiere sobrevivir, se antojan excesivos para un joven librepensador y ateo como él. La referencia histórica es la Guerra de Corea, traumática como pocas en la historia de los EE UU, y su sombra se proyecta sobre todos los jóvenes del campus, ya que fracasar o transgredir puede significar ser alistado como carne de cañón. Para la memoria, la tensa discusión entre Messner y el decano Caudwell, lucha de ideologías homérica, y la relación con Sylvia, con todos los interrogantes. Roth no sólo nos circunscribe a la gran historia, sino también a la microhistoria, es decir, a las leves variaciones sociales, como por ejemplo la actitud de los jóvenes ante el sexo en el año 1951, o el miedo de las autoridades a que los jóvenes no participen en círculos sociales integradores y "gregarizantes", o el antisemitismo latente en esa sociedad calvinista: nadie como él puede abrirnos los ojos, nadie como él desmenuza la urdimbre que constituye una sociedad. El final de la novela es sobrecogedor: no puedo contarlo, sería una traición. Roth es un genio literario. Por eso, no ganará el Nobel. Eso queda para otros. Y a veces no puedo evitar exclamar: ¡qué otros! Como decía Borges, mejor que se dediquen a la dinamita, que es como empezaron.
(A Tomás Ruibal, por los cafeses literarios)

No hay comentarios: