
Un día creí que todo estaba bajo control, a excepción de mi querencia al Damero Maldito de El País, que guardaba como un recordatorio de los oscuros tiempos pasados (además, el médico me recomendó dejarlo poco a poco, como los corticoides), cuando mi cuñado Juan me llamó a un aparte y me mostró algo. Era un cuadrado con 81 casillas, algunas cubiertas con números. Me costó entrar en el rompecabezas numérico, pero unas semanas más tarde estaba sudokizado. Ya podía aparecer King Kong en casa, ya podía salir la sobrina de Rouco en Interviu, ya podían atacar el Hospital Xeral con aviones, que yo no levantaba la cabeza del sudoku, aunque sí me quedaba tiempo para inyectar el vicio a mis allegados. En mis sueños, igual que cuando jugaba al Pac-man, veía casillas y más casillas, e inventaba estrategias que, al despertar, se revelaban inútiles. Y sí, lo reconozco, también repartí sudokus a la salida de las escuelas: ¡Dios me perdone, ya que yo no puedo!

Pero una mañana me levanté, rodeado de jirones de periódicos y revistas que robaba en los bares (mi hambre no conocía la saciedad), y decidí tirarlos a la basura. Pasé unos meses en que veía números en las paredes, la carne se me ponía de gallina, y vomitaba bilis con frecuencia. Era el sudokum tremens. Pero, con gran fuerza de voluntad, lo superé.
Hasta que, un año más tarde, cuando ya me creía limpio, una persona abrió un maletín y me enseñó algo a lo que no me pude resistir. En este caso las casillas estaban en blanco, pero tenían unos números de referencia a los lados. Había que sumar esas cifrar sin repetir números, y hacer coincidir todo sin tacha. Me resistí. Saca tu culo blanco de esta habitación: estoy limpio, le dije,
considerando que hay que recurrir al doblaje de las películas para decir frases lapidarias. Pero el dealer insistió. Vamos, solo una pruebecita. Bueno, qué demonios, por probar no va a pasarme nada, total, por una vez... dije, sin mucha convicción.

Ahora ya no voy al trabajo. He dejado a mi mujer y a mis hijos. Vivo de la beneficencia, pero siempre me las arreglo para tener un Bic y un buen mazo de kakuros. Espero salir algún día del agujero y volver a ser profe de inglés; sin embargo... Bueno, gracias, gracias por su solidaridad. Que pase el siguiente.
A Juan Pedrido, profeta de la música indie
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