jueves, 9 de junio de 2011

Vidas que penden de un hilo



Yo no puedo añadir nada a la muerte de Jorge Semprún. Todos los periódicos reseñan este fallecimiento, habla de él gente que compartió momentos históricos, desvelan hasta los últimos detalles de su vida y obra, porque Semprún fue un estandarte de gran parte del siglo XX en Europa: guerra civil, resistencia en Francia, apresado por la Gestapo, preso en Buchenwald, luchas intestinas en el PCE, intelectual... La vida de Semprún es el epítome de Europa. Pero esa vida larga y plena, llena de luces y sombras, como la de cualquiera que ha estado en las más altas esferas de la intelectualidad y la política, pudo haberse truncado en los primeros años de 1942, en Buchenwald. En su obra autobiográfica Viviré con su nombre, morirá con el mío, relata cómo se salvó de una muerte segura gracias a un desconocido. Un mando de las SS hacía cargar a los prisioneros del campo unas piedras pesadísimas. Semprún a duras penas podía con ese enorme peso, y advirtió que el mando de las SS había tomado nota, y se aprestaba a descerrajarle un tiro en la cabeza en cuanto la piedra cayese al suelo. Semprún supo que aquello era el fin, que nada se podía hacer, ninguna clemencia se podía esperar de aquellos seres inhumanos. Sin embargo, se produjo un revuelo que despistó al guardia, y ese momento lo aprovechó un joven preso ruso, que rápidamente cambió su piedra, mucho menos pesada, por la de él. No hubo palabras de agradecimiento, no hubo nada más. Nunca volvió a ver a aquel muchacho, ni llegó a saber su nombre: posiblemente lo matarían arbitrariamente, como solían hacer los nazis con los ruso-soviéticos. Semprún pudo continuar su vida, su carrera de escritor y guionista, de intelectual, su vocación política, gracias a un joven idealista que arriesgó su vida por la de un desconocido. Y Semprún nunca dejó de pensar que era paradójico que le hubiera salvado alguien que, muy posiblemente, defendía algo que él siempre combatió: el stalinismo.

1 comentario:

Paula dijo...

Gracias por la entrada.