miércoles, 17 de abril de 2013

Telefonistas

Ellas no lo saben, pero son unos nuevos iconos de nuestra cultura: se habla más de ellas que del trampolín de Falete. Sé que han empezado leyendas urbanas sobre ellas: dicen que son capaces de hablar durante tres horas sin decir nada, de pintarse las uñas de los pies mientras hablan de la tarjeta SIM, de tararear un tema de José Luis Rodrígues "El Puma" mientras comentan las nuevas promociones de Movistar. Son las telefonistas, esas  a las que llamas cuando necesitas algo de Movistar, y de repente, sin saber cómo, en un bucle espacial inusitado, te encuentras hablando con personas salidas de un culebrón de las 5 de la tarde en Antena 3. Son temidas, son odiadas, son vilipendiadas... Sí, todo eso y más. Pero es que con hablar de manera comprensible, o simplemente con hablar de modo extrañamente relajado (me recuerdan a Eva Mendes en un anuncio de la tele) pero solucionar algún problema del usuario, el encono (no estoy hablando del exguardameta del Espanyol) se transformaría en agradecimiento. Estoy convencido de que es una estrategia empresarial de la empresa telefónica: nos remiten a través del Atlántico con gente que no entendemos, y nos desesperamos, y acabamos por rendirnos y seguir, mal que bien, en la misma puñetera empresa telefónica, ante la certeza de que si cambiamos regresarán esas voces, esa charla oblicua que hace comprensible a Marlon Brando en "El padrino", en cualquier otra operadora.  Si Gandhi estuviera vivo y tuviera un móvil, tal vez una llamada al 1004 sería la prueba del algodón para confirmar su no beligerancia.

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