miércoles, 14 de septiembre de 2011

Ruido


Leo en un libro sobre mitologías varias historias de Mesopotamia; al parecer, según antiguos mitos, los dioses habían creado al hombre para descansar, y para que los hombres trabajasen por ellos, algo muy similar a la actualidad, en que todos trabajamos o no por culpa de unas entidades llamadas Moody's o, paradójicamente, Standard & POORS. Pero el hombre, igual que la odiosa clase obrera, empezó a proliferar, y Enlil, un poderoso dios mesopotámico, dios del viento y del destino de los sumerios (el que sale en la foto con barba con rastas y actitud gestual de párroco reconviniendo salazmente a los monaguillos), mandó el diluvio a la humanidad (es decir, a los sumerios y a sus escasos vecinos) porque hacían demasiado ruido. La verdad es que, o Enlil era un tiquismiquis de impresión, o es que los mesopotámicos (que ya habían inventado la cerveza) habían creado sin saberlo nosotros el lugar más ruidoso del universo, ese cuyos decibelios pueden hacer que el mundo implosione: la sidrería asturiana. Otro dios hizo lo mismo que Enlil, pero porque el hombre era pecador. El caso es jorobar a la gente.
Los dioses vienen y van, como las culturas. Si este dios un día regresa a este mundo para dirigir a otros fieles, no sé qué demonios de plaga o castigo nos mandará cuando compruebe la existencia de las motos, los coches tuneados, las discotecas, el botellón, el tráfico urbano y, lo más importante, el "bar de abajo", sobre todo cuando se suceden las partidas de tute y dominó jugadas entre octogenarios mientras la televisión nos muestra a todo volumen Sálvame o un encuentro de la Champions. No habrá tsunami que llegue para el castigo. Preparaos, infieles.

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