domingo, 21 de noviembre de 2010

Llueve


Llueve. Un telón de agua se cierne sobre nosotros. Las hojas de los árboles de la ciudad lloran colmadas de alegría. Sigue lloviendo, con precisión aritmética. La luz se borra, los días se acortan, el ánimo se postra en un sofá. Los animales subterráneos cavan más hondo. Las gaviotas caminan en círculos por las playas, como padres primerizos esperando en la sala de espera de maternidad. Llueve música monótona, minimalista, una misma nota más fuerte, más suave, igual. Llueven basílicas, llueven pirámides, llueven mezquitas de agua en la ciudad. Los ríos rugen como tigres desperezados. Hay olas en el asfalto. Llueve. Pasó la luna de octubre, Luna de Cazador, estamos en la luna de noviembre, Luna Helada. Las gotas de los cristales se congregan, se paran o aceleran con el viento. Las baldosas de las aceras preparan sus trampas. Sigue lloviendo, las nubes sonríen. Esto es sólo el comienzo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me recuerda a algo que escribí yo hace un par de semanas:
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Fuera está lloviendo. Alzo la vista hacia la ventana y presto atención. El agua golpea los cristales. Es una lluvia fina, murmuradora. En la calle algunos motores contaminan el mágico sonido del golpeteo en la ventana. Un hombre corre por la acera. Una madre insta a su hija a que haga lo mismo. Corren bajo la lluvia. Cada vez es más fuerte. Lo que antes eran hilos transparentes ahora se asemejan a bolas que estallan al llegar al suelo, o a mi ventana. Antes de que mi mente eche a volar escucho unos pasos por detrás. Es mi madre. Devuelvo la vista al papel: Je suis, tu es, il est. Yo soy, tú eres, él es. Nous sommes, vous êtes, ils sont. Nosotros somos, vosotros sois, ellos son. Se vuelve a ir, sólo había venido a coger un jersey. Levanto la cabeza, deseoso de volver a mi estado anterior. La lluvia seguía ahí, como si hubiese esperado por mi. Las hojas de los árboles bailan con el viento. Las más viejas echan a volar, luchando contra las gotas que los impulsan hacia abajo. Por un segundo el mundo se vuelve blanco. Es la señal de que va a venir alguien, un rezagado en la orquesta. Y viene. Emite un débil estruendo y apremia a las gotas para que sigan cayendo. Poco a poco la calle va quedando vacía. Sólo el agua, el viento y las nubes parecen estar disfrutando. Sólo ellos y yo. De repente escucho una voz que me habla. Aquí es donde perteneces, me dice. Y a ningún otro lugar. Puedes llevar tu cuerpo a otros sitios, puedes irte con todas tus fuerzas. Al norte, al sur, al este o al oeste. Puedes amar esos campos verdes, esos castillos, esos pueblos. Pero tu alma pertenece a éste lugar. Nunca podrás llevártela. meigas, diaños, gamusinos e trasnos. Hogar de Breogán. Siempre al margen. Siempre un paso por detrás, pero encantadora, mágica y maravillosa. Amada por unos, despreciada por otros. Só os ignorantes, féridos e duros, imbéciles e escuros, non nos entenden, non. Nacer y crecer aquí es un privilegio, un regalo del cielo. El mismo cielo que ahora está terminando su concierto. La lluvia vuelve a ser fina y liviana. La misma oscuridad que inundaba las nubes ahora descansa sobre la hierba y el asfalto. A veces, después de una tormenta y para no enfriarse, el horizonte viste una bufanda de colores. Hoy no se da el caso. El señor vuelve a asomarse al mundo, la madre vuelve a caminar con su hija y los sucios motores vuelven a su trabajo. Ha pasado la tormenta, en el hogar de Breogán.
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Me gusta hacer textos breves sobre cosas puntuales, sobre todo en momentos de bajón o cuando me pongo sentimental. Tiempo después las releo y corrijo cosas que no me gustan. Aunque cuando cojo un libro cualquiera me doy cuenta de que estoy a años luz de escritores profesionales, por eso lo limito al "uso doméstico" xD

PFF

miguel otero dijo...

Recuerda que todos los escritores empezaron con "uso doméstico". Nunca te compares porque si lo haces, nunca escribirás.