viernes, 19 de noviembre de 2010

400 entradas


Anda, resulta que acabo de ver que esta es mi entrada número 400. Si me dicen en febrero de 2008 que iba a escribir 400 entradas del blog me habría carcajeado, pero ya véis. La verdad es que no es sencillo esto del blog: hay fases en que escribo como un maníaco, y otras en que no tengo nada que decir, como es de comprender. Con todo, no creo que lo deje. Mucha gente me anima a que entre en Facebook porque me dice que viene a ser lo mismo. Ja. Yo me apunté dos veces al Facebook. La primera, me borré porque, sinceramente, a mí, a mi edad, no me dice absolutamente nada. Sí, ya sé que podría tener 10 000 amigos, casi tantos como el cantante Roberto Carlos en su canción, pero... ¿quiero yo tener 10 000, o 100 000 amigos? No. Me borré y luego tuve que volver a apuntarme para estar en contacto con ex compañeros de facultad de los que no sabía nada desde hace más de veinte años. Nos reunimos hace unos meses... y a partir de ahí no he regresado al Facebook. Las redes sociales no están hechas para mí, soy un tipo más bien solitario, incluso algo sociópata, y eso de tanta camaradería me abruma. En fin, que seguiré, no sé si 400 entradas más (dificilillo), pero seguiré porque me siento más feliz y más cómodo en este blog. Sé que es mío, y que lo domino a mi antojo, y no tengo que soportar las chorradas que escriben esos teóricos amigos que no me interesan nada de nada. Gracias por visitarme en las tardes eléctricas. Y por cierto, mi asombro no conoce fronteras cuando conozco desde dónde entran las visitas al blog. Las más numerosas, claro, de España, pero hay también de Portugal, Francia, México, Colombia, Chile, Cuba, Argentina, EE UU y... no os lo perdáis: ¡Rusia! ¿Será por mi sobrenombre "moterof"? Quién sabe.
Feliz fin de semana.
Os adjunto una de mis primeras entradas, del 3 de marzo de 2008. Muchos no la habréis leído porque os habéis unido al club más tarde:


Dios es gallego

Tengo la teoría de que Dios es gallego. Lo demostraré.
Analicemos la historia de Moisés. Moisés sube al monte donde recibirá los Mandamientos. Al llegar a la cima, contempla una zarza que arde pero no se consume (posiblemente era "buxo", o boj, en castellano). Esa zarza le habla, lo cual no deja de ser bastante extraño, pero el caso es que él, curioso de nacimiento, le pregunta a la zarza quién es o a quién representa. La voz responde: "Yo Soy Quien Yo Soy". Moisés, aturdido por la respuesta, vuelve a inquirir: "Vale, ¿pero quién eres?". La voz responde esta vez: "Yo Soy Quien Es". Moisés prefirió dejarse de inquisiciones, y visto el talante de la zarza, y asimismo el uso sibilino y tortuoso del lenguaje del que hacía gala, decidió hacerle caso y bajar los Mandamientos a su pueblo.
Se dice que en realidad Moisés no murió a las puertas de Canaán, sino que emigró hacia Poniente, sentando un precedente en su propio pueblo (bueno, su pueblo emigró hacia todos lados).
Un día llegó a un lugar que con los siglos se llamaría Cambados. En el camino se cruzó con un hombre que iba en manga corta pese al viento glacial que venía del mar. Moisés, admirado, le manifestó que era el hombre más fuerte que había conocido. El hombre afirmó que eso era cierto, pero también que "era o que máis frío pasaba". Desconcertado por estas palabras, entró en una taberna a ahogar el pasmo que le producía la retórica del paisanaje A la luz del vino blanco contó la historia de la zarza a cinco lugareños que acababan de descargar mirra de contrabando. Cuando terminó el relato, uno le dijo: "Dígocho eu"; otro, "Ai, si"; otro, "Ai, non"; el cuarto le espetó: "Andas por aí, calamidá" , y el quinto dijo: "Fala para un menos" y salió de allí a paso lento.
Moisés entonces cayó en la cuenta de que Dios podía ser omnipotente, omnisciente, ubicuo e incluso inicuo cuando se terciaba, pero lo evidente era que, de ser nativo de algún lado, Dios solo podía proceder de esa tierra donde hablaban tan raro. ¿Quién si no podía responder a las preguntas de modo tan extraño?
Se quedó a vivir allí, pues se sentía más cercano a Dios (¡hasta había gente que se apellidaba Dios!), y un día, años más tarde, se encontró por casualidad con otro hebreo, aunque a este le habían obligado a emigrar. El hombre lo reconoció, y, sorprendido, le preguntó: "Moisés, ¿qué haces tú por aquí?" Moisés replicó, en el habla local: "Si cho digo sabes tanto coma min".

1 comentario:

Paula Molina dijo...

Hola Miguel:
Pues te deseo/ me deseo 400 entradas más. Leo todos los días tu blog y espero siempre alguna entrada nueva.

Paula Molina