miércoles, 24 de noviembre de 2010

Homer y Langley, y el apocalipsis


Homer & Langley es el título de la novela más reciente del norteamericano Doctorow. Si hay algo que me gusta cuando hablamos de películas o libros son estos que te permiten ver la evolución de una sociedad a través de ellos. Es el caso de El Padrino, de Forrest Gump o, en caso de literatura, de esta novela de la que hablo. En ella, Homer (ciego, como no podía ser de otro modo) y su hermano Langley (un pirado que quiere llegar a conseguir una especie de periodismo definitivo) viven en una mansión ruinosa de la Quinta Avenida de Nueva York, mansión que llenan de todos los cachivaches que encuentran, incluidos coches viejos: o sea, un síndrome de Diógenes exacerbado. Pero el caso es que desde esa casa en que están recluidos ven pasar el siglo XX por delante de sus ojos. Es una novela entrañable, simpática y con su punto trágico.
En otro orden de cosas, las cuatro conversaciones que sostuve ayer con cuatro personas distintas apuntaron a lo mismo: la visión catastrofista de la crisis. Ya he oído que el estad
o presentará suspensión de pagos a finales de mes, que estamos arruinados, que nos van a recortar más los sueldos, que van a bajar las pensiones, que van a echar a miles de funcionarios, que hay que huir de aquí mientras aún tengamos piernas y no tengamos que empeñarlas en el monte de piedad. Debo reconocer que no soy impermeable a estas cosas, y que el miedo asoma
cuando los especialistas hablan del poder de los especuladores, cuyas oscuras intenciones apuntan a liquidar el estado, aunque afirmen que nuestra situación no tienen nada que ver con Portugal, Irlanda o Grecia. Yo no sé qué es la verdad: desconozco estos temas, se me antojan un galimatías insoluble. Sólo sé que hay un partido que dice saber la solución a nuestros males, y que no es capaz de disimular su placer al ver que las cosas van mal, y que no ha planteado una moción de censura por si acaso (no vaya a ser que tampoco sepan qué hacer), porque al final la fruta (victoria electoral) caerá madura. A mí me recuerdan a los agoreros de ciertas sectas escatológicas: siempre están anunciando el fin del mundo, y un día seguro que acertarán... pero no va a quedar nadie para celebrarlo. Ni ellos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo no entiendo nada de economía ni de predicciones acerca de cuándo va a acabar esto pero reconozco que me está afectando:será la influencia de los medios pero se está instaurando un pesimismo preocupante. Con respecto a los que saben qué hacer y no están gobernando, qué fácil es decir lo que dice González Pons o Montoro sobre posibles cifras falseadas; eso también es preocupante: ver que la clase política no arrima el hombro y aprovecha para avivar el fuego.

pedro dijo...

Es que la cosa esta chunga y mas que parece que puede ponerse.
Ahora bien el que no está hace su papel "cuando yo esté ...", pero es que el que está es lamentable, y lo es desde hace mucho, mucho tiempo.

Al final como dice anonimo lo malo es que unos y otros solo miran por sus intereses, pero lo veradderamente lamentable es que tenemos los gobernantes que nos merecemos. Asi de simple.