martes, 15 de enero de 2013

Suburbia

   Solo nos movemos de noche. Se extingue la luz y comenzamos a correr por la carretera, alrededor de estos árboles tan parejos que nunca dan fruto, nos cogemos de la mano, saltamos lo que podemos, conducimos los coches que han estado aparcados en el barrio todo el día, se nos acelera el corazón. Vivimos, con el horizonte de la carretera que se corta a lo lejos. Hasta que vuelve la luminosidad y volvemos a nuestros lugares, inmóviles, hastiados de esta vida que empezó no sabemos cómo y una día acabará, no sabemos cuándo. Nos miramos con disimulo: sabemos que de nuestra quietud dependen nuestras vidas. Y vivimos, así, de este modo convencional, aunque otros piensen lo contrario.

-¡Estefanía!
-¿Qué pasa, don Ricardo?
-¿Ha movido usted las figuritas de la maqueta de la urbanización?
-¿Yooo? No, ¿por qué iba a hacerlo?
-No, es que... A veces me parece que se han cambiado de sitio. Qué estupidez, ¿verdad?
-Pues sí, don Ricardo. Tiene que dormir mejor por las noches.

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