Es obvio que todo nacionalismo se sustenta en unos cuantos pilares, como la lengua, la tradición, la raza (estos son altamente peligrosos) y, por supuesto, la tierra. El hecho irrefutable es que a todo territorio de vocación nacionalista no hay terreno que le valga: siempre hay que reclamar más, y recurrir a otro pilar fundamental, que es el irredentismo. Mi lugar natal es ideal para ejemplificar esta teoría.
Soy berciano, es decir, de El Bierzo, comarca perteneciente a la provincia de León, que a su vez forma parte de la comunidad autónoma de Castilla-León. Contrariamente a lo que muchos creen, El Bierzo no fue inventado por Luis del Olmo, aunque bien es cierto que ha ayudado grandemente a ponerlo en el mapa. Nací en Ponferrada, y, aunque llevo la friolera de 28 años de mis 45 viviendo en Galicia, y pese al hecho de que rezumo sangre gallega por los cuatro costados, sigo sintiéndome berciano. No he sucumbido a la llamada de entidades de gobierno superiores, ni siquiera a aquellas que denominan "históricas" de modo risible (si Extremadura, Castilla, Cantabria, Asturias, etc, no son históricas, apaga y vámonos). Y sigo conociendo cuáles son los límites de mi patria chica. No así algunos.
El año pasado vinieron a casa unos chicos muy agradables, con el propósito de vendernos una enciclopedia de Galicia. Mi mujer los atendió; de repente, vio algo hojeando las páginas y me llamó, muerta de risa. Pues sí: entre las maravillas de Galicia, los autores de la enciclopedia incluyeron... ¡Las Médulas!
Ya años antes había habido un pequeño escándalo porque este mismo paraje, Patrimonio de la Humanidad, salía en propaganda institucional televisiva de la Xunta de Galicia, al lado del Obradoiro y las rías. Sin embargo, aquella reincidencia me pareció excesiva. Les advertí bromeando que, si seguían así, en la próxima edición incluirían la Catedral de Salamanca y Las Batuecas como maravillas gallegas. No se lo tomaron a mal; razonaron como razona la gente gallega con respecto a El Bierzo: bueno, después de todo, eso es Galicia, ¿no?
¿Ah, sí?
De todos modos, ¿qué podemos esperar, después de ver el mapa de Galicia que se sacaron de la manga unos indocumentados denominados Nós-Unidade Popular (suena a La vida de Brian: deben de ser dos miembros, pero muy unidos), mapa, por cierto que algunos profesores presentaron en institutos como algo legítimo? El susodicho mapa incluye, además de los límites actuales de la comunidad, que les parecen poco, pese a la baja densidad de población de Galicia, los siguientes: El Bierzo, por supuesto, además de parte del Occidente asturiano, La Cabrera, Sanabria y una porción extremeña en que se habla a fala. Además, inventan nuevas denominaciones para estos terrenos conquistables (Seabra, Cabreira, Bércio, Terra Návia-Eu...) dándoles el toque portugués que tanto les entusiasma. Hay que echarle valor. Que tiemblen también, porque Portugal podría sumir ese mismo rol y empezar a reivindicar Galicia, de modo que Galicia, en vez de nación triunfante y libre, se quedaría en mera provincia portuguesa.
Pero no sorprende que estos expansionistas imperialistas de bajos vuelos recurran al manido historicismo del que hacen gala todos los nacionalismos: tenemos derecho, pues la Historia nos da la razón. ¿Sí? La Historia... ¿desde cuándo y hasta cuándo? Que tomen ejemplo de Al Qaeda, que reclama Al-Andalus 500 años después. ¿Quieren ser como ellos? ¿desde cuándo o hasta cuándo se considera que la Historia es un argumento legítimo? ¿Y si el resto de las comunidades colindantes hiciera lo mismo? Si hablamos de las primeras fases de la Reconquista (y no veo por qué no) habría solo dos comunidades: una, León, que abarcaría todo el norte, y la otra sería la Andalucía musulmana, que abarcaría todo lo demás. Si vamos más atrás, Italia tendría mucho que decir. O Túnez. O quién sabe quién, porque los pueblos prerromanos a saber de dónde vinieron. No se puede hacer un uso tan perverso de la Historia. Porque, ya puestos, es El Bierzo quien debería reclamar ser provincia, lo cual estaba incluido en la reordenación territorial que se produjo durante las Cortes de Cádiz, y de esta manera adherirse La Cabrera y Valdeorras. Desgraciadamente, un tirano, inútil, corrupto, zafio y de escasas luces como Fernando VII frustró los proyectos liberales, y por eso ahora Valdeorras, por ejemplo, forma parte de Ourense. A veces hay que callar los favores que te hace un dictador, como es el caso de esos borbones tan malos, tan malos, que le dieron el monopolio de las telas a los empresarios catalanes, tanto en España como en América, lo cual significó su gran despegue económico en detrimento de otras zonas de España, o esos reyes que otorgaron fueros especiales a vascos y navarros, fueros y privilegios de los que no se quieren desprender ni a tiros. Pero esto sería leer la Historia sin mitos.
En conclusión: cuando a un berciano le diga un gallego eso de que somos la quinta provincia, la Galicia irredenta, que allí somos todos gallegos, en vez de responderle con acritud, demostrémosle su incultura preguntándole si habla de Bierzo Alto o el Bajo, o replicando que del mismo modo somos la segunda provincia asturiana, o la décima castellano-leonesa, o... simplemente somos bercianos, gente que tiene el privilegio de haber nacido en una tierra fronteriza que, lejos de cerrarse en sí misma con estúpidos patrioterismos, aprende de todas las influencias para convertirse por derecho en ciudadana del mundo.
En fin, bercianos y no bercianos, solazaos con esta vista irrepetible del Bierzo Bajo, desde Castro Ventosa. Y no os preocupéis, que Las Médulas son nuestras, y que el invasor está lejos de avecinarse. Al menos, hasta nueva orden.
A Pedro Josa, amigo y berciano de condición
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