jueves, 20 de septiembre de 2012

Adiós, Santiago


   Me uno al sentir general dando la despedida a un hombre irrepetible, protagonista de los últimos 70 años de la historia de este país. Mejor que se haya ido a sus 97 años y no vea en qué va a acabar todo esto. Santiago Carrillo, eso sí, tenía tal insólita lucidez que creo que se dejó ir en plena siesta para ya no ver más. Con él se va una vida pero no se acaba la Transición, porque estos políticos depredadores actuales no son capaces de tener la altura de miras que tuvo aquella pléyade excepcional de profesionales impecables, servidores de lo público, y servidores, por encima de todas las cosas, de este país: los políticos que fueron capaces de ceder y aunar esfuerzos para que la reforma democrática llegara a buen puerto, eso que aún algunos, como el iluminado Anguita, coloca en la casilla del error, pues él habría preferido un enfrentamiento civil, al parecer. Alguien dijo que estos políticos actuales, que ni siquiera vivieron la guerra, no tendrían la gallardía de llegar a aquellos acuerdos cruciales en aquellos tiempos, y tiene razón. Y nadie perdió más que Carrillo con su política de reconciliación, pues de ese supuesto derechismo achacado por la izquierda, se aprovechó un desestructurado e inhábil PSOE para adelantarle por la izquierda y aniquilar al PCE para siempre jamás en los comienzos democráticos. 


   Carrillo tiene ese pasado con tinieblas que todos conocen y muchos se empeñan en recordar a toda costa. Alguien que haya vivido lo que él vivió posiblemente habría tenido las mismas sombras, y sobre todo alguien que acompañó, descalzo, a su padre a enterrar a un hermano recién nacido en una caja de zapatos, como relató en sus memorias. Las sombras, Paracuellos, los años soviéticos, las purgas... nada oscurece a mi parecer la figura de un político excepcional, que fue, ante todo, humano e hijo de su tiempo, y valiente como pocos (inevitable recordar el 23-F, aunque ni siquiera ese gesto le concedió réditos electorales, igual que a Suárez). ¡Qué fácil es exigir responsabilidades a gente asediada, viviendo en los tiempos más convulsos del siglo XX, cuando los que la exigen viven confortablemente en un butacón! Voy a echar de menos esa voz cascada mezclada con el humo del tabaco, analizando nuestro presente con la lucidez de aquel que ya ha visto de todo. 
Descansa en paz, y alégrate, Santiago, que adonde tú vas nunca irá Aznar.

1 comentario:

Pedro dijo...

Totalmente de acuerdo contigo, Miguel.

(Supongo que es una chorrada pero en estos casos siempre me acuerdo de los western o algun reportaje de la 2 en los que algunas sociedades son gobernadas por consejos de sabios, de edad mas que avanzada, que miran por el bien de todos en lugar de estar dirigidos por los que buscan su propio interes/riqueza y para ello utilizan a los que la palabra criterio les suena a griego)