martes, 28 de mayo de 2013

Los reencuentros (niñez, 2)

Cuando era pequeño, yo vegetaba durante el año esperando a que llegara el verano. Mi patria, más que la niñez, era el verano en la playa. Todos los años se repetía la misma liturgia (alguno varió el orden, pero generalmente no): yo llegaba el primero a la playa después de un maratoniano viaje desde Ponferrada a As Sinas (en un Renault 4, o un Renault 6). Ese día o al día siguiente llegaba Todd desde Santiago  (en un Morris, un Ondini): rápidamente íbamos a las rocas, donde yo resbalaba en las algas y me crismaba la rodilla (una vez él ya estaba allí, y nos vimos en las barcas de Corea, una escena que se me antoja micénica). Y al otro día aparecía Freak, saliendo del Renault 4 (posteriormente Renault 6) de entre cuerpos, maletas, jaulas de jilgueros y una abuela voluminosa, con el polo vomitado tras un viaje homérico desde Madrid. Y en ese momento éramos uno y trino, pero no de jilguero, sino de trinidad, y no hablo de Jiménez, sino de algo eucarístico. Éramos los tres de nuevo, y la vida era otra cosa, para mí, de hecho, la vida se tornaba vida tras la hibernación. Íbamos corriendo a la playa, Freak nos traía el último grito capitalino, subíamos a la roca Pato, yo resbalaba y me crismaba la otra rodilla. Y el verano se extendía ante nosotros como la pasarela roja de la entrega de los Oscar, lleno de deseos, de planes, de aventuras, de bicicletas y pinchazos, de piraguas y pérdidas de remos, de tours de chapas, partidos épicos de playa, remedos de superhéroes. El verano era la patria, la vida. Ahora la vida ha desvirtuado los veranos, pero siempre que tomo la curva de los Caramuxos y enfilo la recta que da al antiguo campamento de la OJE (Paco Leis), ahora Albergue Xuvenil,  creo ver al campamentero de guardia, y a Todd, enorme, con sus pantalones  cortos y su camiseta amarilla, y a Freak con su pelo impeinable, sus Lee y un niqui de rayas aproximándose al "chalet" entre el rugido del bosque circundante. Y a mí, con gafas de pasta, sandalias y rizos, muchos rizos, esperando en el porche de piedra, medio tapado por las hortensias.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Simplemente acojonante Mic.

P.D. El coche de Todd era un Gordini

Anónimo dijo...

Es cierto, el Gordini célebre por sus múltiples accidentes y errores mecánicos...
Zenks, Freak

Anónimo dijo...

Joder, no me puedo quitar de la cabeza aquellos trozos de puke adheridos al mi Lacoste amarillo.
Bloody little remnants

Freak "Barf" masters

Anónimo dijo...

Gordini amarillento "the widows maker". La soledad del veraneante de fondo: En el sentido de las agujas del reloj.- Habitación A: Mari(1), Carlos (2), Nengs (3). Habitación B: Pepe (4), Pilarita(5). Habitación C, y no se trataba de un campo de fútbol: Con el dorsal 6 M Mercedes ( cama individual), Rosi (7) y Julita (8)( cama individual) y en la litera triple, construida por el dorsal nº 6, J. Carlos (9), planta baja, Francis (10) nivel medium, Joseito (11) rozando el techo, y por último, como invitado ocasional, con el dorsal nº 12 Miguelín compartiendo nivel medium o máximum. Y asómbrense amigos un water ( la ducha vino después) para tamaña tropa.... y hablan del famoso camarote..
T.B.
Buenísimo Maik!

Anónimo dijo...

Grazas, pelouros. Oye, el aprovechamiento del espacio en los años 60 desafiaba el principio de indeterminación de Heiselberg y la mecánica cuántica.
Kisses, cousins.

Anónimo dijo...

Si le dabas la espalda al reserva, te mojaba los arses.

Anónimo dijo...

Lo mío era wet sleep, y no wet dreams (demasiado joven para esto). Pero lo hacía por tu bien, Freak: yo ya sabía que la urea era muy buena para la piel, y tú tenías piel de lagarto y pelo de estopa (remember mom's morning compliments in the tiny outside toilet).

Anónimo dijo...

La urea en dosis razonables puede ser muy beneficiosa, pero su abuso en espacios cerrados ( como canoas indias hinchables ) o abiertos ( digamos un faro en medio de la ría), puede provocar efectos no deseados, siendo el más frecuente una ligera alopecia.