viernes, 4 de mayo de 2012

Una historia trágica

Acabo de terminar el libro Las armas y las letras de Andrés Trapiello. En él hace un estudio exhaustivo de  los literatos y pensadores españoles durante los años de la guerra civil. Y debo decir que no deja títere con cabeza, creo que con una acidez muchas veces excesiva, pensando sobre todo en el tiempo atroz que tuvieron que vivir esas personas, que se jugaban la vida por sus meras palabras. Sin embargo hay algunas raras excepciones, como el discurso de Unamuno en el paraninfo de Salamanca, Antonio Machado como eje moral fundamental de España y Miguel Hernández, un hombre bueno marcado por la tragedia. Resalta Trapiello un poema demoledor de Hernández, Canción última, como síntesis de esos terribles últimos tiempos. Fue cosa de leer los primeros versos y casi echarme a llorar, tanto por la tristeza inmensa que me produce la figura de Miguel Hernández como por la nostalgia de aquellos años de mi niñez en que Serrat inundaba el aire, gracias a la insistencia contumaz de mi hermana Susana. Leí esos primeros versos y me vino la letra, y la música, y la portada del disco de Serrat, fondo negro con la foto icónica de Hernández arengando a los soldados en el frente, y también ese otro retrato a plumilla tan conocido que le realizó Buero Vallejo en la cárcel (a la izquierda). Este poeta no fue fusilado porque Franco temía que después de lo de Lorca la opinión mundial se le volviese a poner en contra (tienen gracia esos temores en un asesino de masas como él: se sabe que preguntó a uno de los gerifaltes de Falange si realmente era tan bueno como para no fusilarlo), pero eso no evitó que falleciera en la cárcel, enfermo y joven, que hubiera sabido de la muerte de hambre de su único hijo, a los ocho meses de edad, ese hijo al que dedicó sus Nanas de la cebolla. Miguel Hernández destaca poderosamente, junto con Machado, en ese paisaje apocalíptico que fue nuestra maldita guerra, por unos valores que hoy no sobran: rectitud, honradez, compromiso, humanidad.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El primer hijo de Miguel Hernández fue Manuel Ramón, muerto a los 8 meses de edad. Dos meses después nace Manuel Miguel, el bebé de las Nanas de la cebolla, escritas al saber Miguel desde la cárcel que Josefina comía sólo pan y cebolla, y así amamantaba a su hijo. Este hijo le sobrevivió hasta los 45 años de edad, año 1984, en el que se murió de una embolia pulmonar

Anónimo dijo...

El primer hijo de Miguel Hernández fue Manuel Ramón, muerto a los 8 meses de edad. Dos meses después nace Manuel Miguel, el bebé de las Nanas de la cebolla, escritas al saber Miguel desde la cárcel que Josefina comía sólo pan y cebolla, y así amamantaba a su hijo. Este hijo le sobrevivió hasta los 45 años de edad, año 1984, en el que se murió de una embolia pulmonar

Anónimo dijo...

Gracias por la aclaración.
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