sábado, 6 de junio de 2009

Mi abuela Mercedes

(Me había quedado esta entrada en el borrador. Con ella, aprovecho para volver a despedirme y agradeceros los comentarios)

Mi abuela Mercedes, o tal vez debía decir "Mersedes", con el seseo típico de la Galicia central y occidental, era una mujer baja, rotunda y con unas piernas de delantero centro. Nunca la oí hablar en castellano. Nació a principios del siglo XX, pero llevó una existencia diferente al resto de las mujeres de su edad. De jovencita, por ejemplo, conducía una camioneta para llevar a la familia y allegados a las fiestas de los aledaños de Conxo, barrio de Santiago donde su familia había residido como mínimo desde el siglo XVII. Ver conducir a una mujer en 1920, por ejemplo, no era algo muy común, pero ahí ya se le vio la querencia por las máquinas, y el rechazo absoluto a las labores femeninas (sólo sabía cocinar dos platos, y de mala gana): lo suyo era emplastecer, alicatar, ensamblar, trabajar el estaño, reparar electrodomésticos, enyesar... De hecho, su maleta es legendaria. Allá donde fuera, llevaba un maletón bestial que sólo mi hermano Jose era capaz de desplazar, ya que en él, en vez de mudas, ropa, etcétera, llevaba todo tipo de herramientas. De ahí que su "blasfemia" favorita era: "Me cajo hasta no último tornillo"· También se "cajaba" en Soria, pero eso era una defecación muy hispana (lo más ofensivo que he oído de un lugar, mucho más que lo de Soria, es lo siguiente: "Albacete, caga y vete". Jo, pobres albaceteños). Otros insulto suyo para el recuerdo era "formija puñeteira" (hormiga puñetera), y un modo de exhalar furia se resumía en "xa estou hasta os pulmóns" (ya estoy hasta los pulmones).
Al empezar la guerra fue a la cárcel de muejres de Santiago, pues al parecer alguien muy cercano a su familia la denunció por exhibir una espiguilla en la solapa cuando murió Mola (la espiguilla, en la Galicia rural y antropológica, era una muestra de alegría). En la cárcel vivió en condiciones lamentables, hasta el punto de pagar ella de su propio dinero la construcción de unas letrinas. Se hizo respetar, y no es de extrañar, dado el carácter que tenía. En esa cárcel se despidió de varias mujeres a las que iban a fusilar al alba. Estas cosas endurecen una personalidad, indudablemente. Finalmente logró salir, posiblemente gracias al peso del dinero, pues la familia de mi abuela era de labradores ricos, y grandes poseedores de terrenos. Su marido murió prematuramente, y se echó la familia a sus anchas espaldas.
Mi abuela, aparte de lo del resto, era asesora fiscal e inmobiliaria amateur para la gente de Conxo, reparadora de todo enser doméstico, muy amiga de las fiestas y de los "aturuxos" (son los gritos tribales que se emiten al cantar pandeiradas), de beber el alcohol de un trago "para que non fixera capas" (para que no hiciera capas), según su teoría gástrica; era también tacañísima en la vida cotidiana (era capaz de andar kilómetros con tal de encontrar mejores precios, por ejemplo con pollos mutilados por alguna razón), pero no así en las grandes inversiones.; no obstante, compartía con su generación la obsesión de "quérenme comer os cartos" (se me quieren quedar con el dinero), que le afloró definitivamente con la demencia. Mi recuerdo de ella es el de una mujer con un vestido oscuro prototípico, unas medias hasta la pantorrilla, unas zapatillas negras, gafas para ver de cerca y una herramienta en la mano, emitiendo una especie de gruñido constante acomodado al ritmo de la respiración que alternaba con un "me cajo en Soria" de vez en cuando. También sus estiornudos tenían tela, y no sólo por el volumen brutal que alcanzaban: al soltar el primero decía: ¡Ay, hoxe!" (¡Ay, hoy...!), y al soltar el segundo, "¡Ay, logo!" (¡Ay, entonces...!). Curiosa costumbre.
Muy prematuramente sufrió demencia senil. Al principio, tal era su vigor desmesurado que al no poder dominarla, pasó un cortísimo período en un sanatorio pasiquiátrico. En la primera visita que le hizo mi madre, el médico no dejaba de admirarse: pese a la medicación de caballo que circulaba por sus venas, aún tenía fuerzas para echarle la bronca al jardinero del sanatorio. "Non é así" era una de sus frases legendarias. Más de un técnico de lavadoras tuvo que huir de su piso o espetarle que lo arreglase ella, si tanto sabía. Todo un carácter.
La demencia arrastró su salud como un torrente irrefrenable. Murió en 1983. Mi abuela "Mersedes", todo un personaje.

(A Mariano, MariT, por su amabilidad, y por revelar su identidad)

1 comentario:

einsir dijo...

Ay, qué penita. De todos modos supongo que los blogs en general ocupan etapas de transición. Mucha
suerte y mucho coraje con aquello que emprendas, un saludo