Fui yo el miércoles a cambiarle unos pantalones a mi hijo en la planta 3 del Corte Inglés de Vigo, ésa que se autodenomina "Joven", y en la que ya tengo vedado entrar. Un dependiente me estaba atendiendo cuando una dependienta le fue a preguntar algo. Él, con una sonrisa condescendiente, le dijo: "Espera, espera, que no soy obicuo". Yo creí haber oído mal; de hecho cada vez oigo peor dado el estado general otorrinolaringológico: mi médico al ver mis radiografías faciales afirma que es difícil distinguir que mi calavera sea humana. Pero había oído bien, porque el hombre repitió, recreándose en la suerte: "No tengo el don de la obicuidad". A lo mejor es que piensa que en vez de venir del latín "Ubi" (+ quo), la palabra viene de "Obi" (+ Wan Kenobi), que tenía muchos poderes. Como este hombre resolvió rápidamente el pequeño problema, incitó a sus compañeras (mujeres, al fin y al cabo, parecía expresar con su mirada paternalista) a ser polifacéticas. La respuesta de una de ellas fue lo más sorprendente de todo. Dijo: "Yo soy polipatética". Me quedé pensando en ese neologismo. Si lo había inventado así, sobre la marcha (poli=muy + patética), esa mujer debería estar de asesora en la RAE. Ahora que, dado el tenor de las conversaciones, a lo mejor es que quería decir "peripatética", es decir, tal vez reivindicaba pertenecer a la escuela de Aristóteles. Nunca lo sabré.
En otro orden de cosas, me están animando a regresar al Facebook, ya que la gente lo utiliza para sus blogs, de modo que escribiría estas tonterías que escribo desde ese Facebook. A mí el Facebook no me gusta casi nada, y eso de tener tantos amiguitos que ni conozco no me convence. Pero tal vez el presente está ahí, no lo sé. ¿Qué hacer? Quizá algún día lo sepa. Pero me da pena dejar este espacio del blog, porque lo considero mío, mientras que el Facebook me recuerda a esas viviendas de los anuncios de Ikea en que todo está a rata por tirante.
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