Yo fui así. Tendría tres o cuatro años, y se me eligió para algo tan pijo como un desfile de ropa de niños en el casino de Ponferrada. El peinado casquete de la señora que ríe indica a las claras la era en que se hizo la foto: principios a mediados de los años sesenta. Al parecer, según me contaron, yo previamente estaba muy contento porque llevaba unos zapatos de charol, y aquello no era cualquier cosa. El resto de la ropa se me puso como fuera, que no me acuerdo. Solo recuerdo algo: el pánico escénico. De repente me vi caminando en la penumbra, rodeado de personas mayores sentadas mientras cenaban opíparamente (u ovíparamente, eso no lo sé) y me sentí como lo peor que me podía sentir: el centro de la atención. Según creo, me quedé parado con esa cara de atontao que se ve en la foto, como un enfermo de parkinson al que hay que dar un empujón para que arranque, y posiblemente tuvo que venir mi madre al rescate (mi padre seguramente estaría dándole la brasa a alguien adyacente y no se enteró de mi primera y brutal crisis de identidad). Ese día supe que no estaba hecho para la pasarela, ni por físico ni por actitud, y que las aglomeraciones de personas me causaban gran ansiedad. Lo raro fue que no me hubiese meado encima, cosa a la que era proclive. Bueno, todo eso lo deduje yo muchos años más tarde de la foto susodicha, que no era tan listo (ni mucho menos).
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