Si hay una película que conjuga literatura, cine y música a la perfección, esa es Apocalypse now!. Para mí, esta película es la mejor adaptación que he visto de una obra literaria, El corazón de la oscuridad de Joseph Conrad (obra de la que se va a hablar mucho de ahora en adelante, dado que fue pionera en la
denuncia del esclavismo colonialista, y está emparentada con la última novela de Vargas Llosa, El sueño del celta), transfiriendo el escenario del Congo Belga a la guerra de Vietnam, y la trama de la búsqueda del comerciante loco, Kurtz, a la misma búsqueda, del coronel demente Kurtz, en la última gran interpretación de Marlon Brando.
Hay demasiadas escenas que pasan por mi cabeza cuando pienso en ella: el ataque de los helicópteros con la música de La cabalgata de las Valkirias de Wagner, el helicóptero en llamas colgado de un árbol, las fotos del coronel Kurtz con sus informes (y la célebre frase "Matadlos a todos" ("Kill them all")), el caos del último puente que cruzan para adentrarse en las tinieblas, la primera visión del poblado de Kurtz, el rostro de Martin Sheen emergiendo del agua, el cráneo de Brando en la penumbra, un jovencísimo Lawrence Fishburne bailando Satisfaction
en el bote militar, el paralelismo del sacrificio del cebú y el asesinato de Kurtz, el surfista de la compañía, el fotógrafo de Kurtz con sus innumerables cámaras (Ed Hopper), la escena del surf en pleno bombardeo, la matanza de la familia del shampán, las palabras del coronel Kilgore (un memorable Robert Duvall diciendo "Charlie no hace surf"... "Huele a victoria", refiriéndose al olor del napalm)... innumerables, sí.
Pero hay dos escenas impactantes, que son la del principio y la del final, ambas con la banda sonora de la canción de The Doors The End. Al principio vemos a Martin Sheen en un trance de locura, sudoroso, borracho y golpeando un espejo (creo que la escena fue tal cual; no en vano Sheen sufrió un infarto durante el rodaje). Al final de la película, la aviación bombardea el poblado de Kurtz, y suena la larguísima canción de Jim Morrison, con su letra enigmática y perturbadora: "Perdidos en un desierto romano de dolor donde todos los niños están locos"... "El autobús azul nos está llamando: conductor, ¿adónde nos llevas?... "El asesino despertó antes del amanecer, se puso las botas, cogió un rostro de la galería ancestral y caminó vestíbulo abajo..."
Siempre he tenido el convencimiento de que Coppola tuvo esta canción en mente desde el primer momento al realizar la película. Y la canción tiene su tela. Cuando la cantaron por primera vez, allá por el final de la década de los sesenta, el propietario del local los echó a cajas destempladas. Una parte de la canción representa un diálogo entre un hijo y sus padres. Es así:
"Padre" "¿Sí, hijo?" "Quiero matarte. Madre, quiero..." Y Morrison pronunció esa palabra que os imagináis, pues la canción quería ejemplificar la hondura del sentimiento edípico. No me extraña que los echaran: aquello era excesivo hasta para la California de 1969.
Recomiendo que los que vean esta película elijan la versión que llegó al cine, y no la larga revisada por el director. En esta hay 50 minutos más de metraje, que a mí se me antojan irrelevantes. Y a los que no la hayan visto sólo les puedo decir que nadie dijo que la cosa fuera fácil: la parte de Kurtz ha echado para atrás a más de uno; hay que prestar atención a sus palabras, poderosas como pocas, propias de un hombre que ha cruzado el umbral de las convenciones y ha ido a parar al territorio donde no existen la moral, la hipocresía ni las buenas intenciones, sólo existe "el horror, el horror". Este es el tráiler original de la película, donde si os fijáis podéis ver por un instante a un joven Harrison Ford:
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