sábado, 20 de noviembre de 2010

Adiós, Balillo



Cuando se murió mi perro Randa, un dálmata de pequeña estatura guapo a rabiar y mimoso como pocos, en enero de 1983, el disgusto fue tan descomunal (ocho años con él en casa, ocho años siempre a mi lado con una lealtad inquebrantable) que juré que nunca más volvería a tener un animalito en casa (no uso la palabra "mascota": para mí una mascota es la cabra de la legión, por ejemplo). Ya por aquel entonces se pusieron de moda los hámsters, y yo no me explicaba qué demonios le veía la gente a un ratón enjaulado. Pero, como siempre, llegan tus hijos y haces cosas que nunca pensaste que llegaría a hacer: por lo tanto, hace poco más de un año accedimos al deseo de mi hijo Juan de tener un hámster ruso en casa. Mis hijos le pusieron de nombre "Balillo", que es un personaje peculiar que crearon ellos cuando eran niños: para parecerse a un "balillo" hay que hinchar los mofletes y asumir una expresión de pachorra inmensa. Probadlo: seréis balillos. Algún día debo hablar largo y tendido sobre los balillos y sus subdivisiones. Los balillos son consustanciales de nuestra familia.
Al principio yo era de lo más excéptico con lo del hámster, pero debo confesar que Balillo me empezó a hacer gracia, con su vitalidad y su velocidad que dejaría en paños menores a Speedy Gonsales. Pronto Balillo se convirtió en una institución, una pequeña y huraña institución, ya que su vida consistía en dormir, enterrarse en el serrín, dar vueltas a una rueda frenéticamente y comer como un poseso. Desgraciadamente, el pobre balillo contrajo un tumor (qué raro se me hace aun hoy en día que los animales sufran nuestras mismas enfermedades) , y esa cara de ratoncito listo se le fue deformando
por unas monstruosas inflamaciones a rebosar de pus. Pasamos un mes tratándolo como a un convaleciente semihumano, pero al final ya no hubo nada que hacer. La verdad, ¿quién me iba a decir que se me iba a poner un nudo en la garganta cuando, al dejarlo en la clínica veterinaria, di un toquecito en la jaula para despedirme de él (para siempre) y asomó la nariz?
Me reafirmo en mis antiguas convicciones: nunca más tendré ningún ser viviente (excepto las personas) en mi casa.

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