Prácticamente todas las lenguas que conocemos empezaron siendo lenguas "pidgin" o "macarrónicas". Por ejemplo, el español empezó siendo un bajo latín de la soldadesca que se fue contaminando del sustrato de la lengua de los pueblos sometidos. El español (cuando digo el español, digo cualquier lengua romance o germánica, o de donde sea) debió de tener esa fase embrionaria durante varios siglos, hasta que ese pastiche lingüístico se asentó en algo nuevo. Hoy en día existen lenguas pidgin en zonas de Asia, y existe una lengua pidgin en los EE UU, que posiblemente, no sabemos cuándo, acabe por convertirse en una nueva lengua, con su cultura y su literatura respaldándola. Hablo del Spanglish, esa mezcla curiosa de español e inglés que se habla en varias partes de los EEUU. De momento, sus resultados son bastante cómicos, claro, pero si esperamos unos siglos, el factor gracia se pierde. Hay ejemplos hilarantes del Spanglish, como por ejemplo llamar "chores" a los pantalones cortos ("shorts"), "marqueta" al mercado ("market"), "vacunar la carpeta" a pasar la aspiradora ("vacuum the carpet"), "te llamo p'atrás" a te devuelvo la llamada ("I'll call you back"), "el rufo del bildin" al techo del edificio ("the roof of the building"), "parquear el carro" a aparcar el coche ("park the car") y muchas más. Pero de todas, tal vez las joyas de la corona sean las siguiente, que planteo al lector:
a) Una tienda delibera groserías. ¿Qué demonios hace esa tienda?
b) Un negocio precisa mujeres estériles. ¿Qué negocio es ese?
c) Alfredo está corriendo para la oficina de mayor. ¿Qué cuernos hace ese Alfredo?
Las respuestas son:
a) La tienda lleva la compra a domicilio ("deliver groceries")
b) El negocio necesita empleadas fijas ("steady women")
c) Alfredo se presenta al cargo de alcalde ("He's running for the mayor's office")
Bien. Da un poco de miedo pensar en estos estados embrionarios de una lengua. Uno puede acabar hecho un lío. Sin embargo, quién sabe si una de las lenguas del poder en un par de siglos será esta extraña mezcolanza que provoca tanta risa y tanto desconcierto. Seguro que los soldados romanos se partían de risa con las ocurrencias de los carpetos, vetones, castrexos o vacceos... Poco iban a sospechar ellos que Cervantes, Valle Inclán, Quevedo, Pla o Celso Emilio Ferreiro iban a hacer de sus lenguas un monumento.
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