Me encantaría ser inocente y creer. Me encantaría ser capaz de olvidar el pasado y regocijarme con el anuncio de los fantoches de ETA, cuya escenografía recuerda cada vez más a un escenario de La bola de Cristal. Pero ahí todos son la Bruja Averías. Pero no puedo crérmelo. Y sólo un partido, ERC, les ha creído. Será que son inocentes, cándidos, algo así. O un poquito lerdos, me parece a mí, sobre todo si pienso que ese partido fue liderado por Carod Rovira. Fíjate que ni se lo cree el PNV...
Ahora nos viene lo de siempre: algunos del PP, por ejemplo Mayor Oreja, dirá que esto sucede porque el gobierno negocia en secreto. Temo pensar lo que dirán las AVT en cuanto pongan la COPE y lean El Mundo. Una vez más, la culpa de la tregua también será, de alguna manera, del gobierno. El gobierno lo negará todo, como en Expedientes X, pero el PP dirá que la verdad está ahí fuera, es decir, en los canales de la TDT. Zapatero volverá a poner esa cara seria que le queda tan ortopédica, esto acentuado por su movimiento de brazos a lo títere y su silabeo a 13 rpm; Rajoy esgrimirá su verborrea decimonónica de boticario en la tertulia del casino de la ciudad de provincias, con eshas eshes que tanto le resbalan, que tanto afearían a un premier en potencia. Luego saldrán los turiferarios de ambos: una mujer salida de una peli de vampiros; otra que parece la novia de Porky; otra con una sonrisa más falsa que un Trolex; uno que habla mejor que todos juntos y debía ser el presidente. Es un dèjá vu (creo que he escrito bien los acentos) que dura seis años. Y ahora, la tregua. Ojalá fuera verdad. Ojalá, por fin, nos libremos de esta maldición, y ese día también paguen por sus pecados todos los que afirmando ser demócratas apoyaron casi siempre a ese mundo cerril, absurdo, rigorista y violento del nacionalismo radical del País Vasco.
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