Se monta un tremendo pifostio porque el eminente físico Stephen Hawking afirma que Dios no existe: Dios es el compendio de las leyes físicas del universo. Me sorprende poco, la verdad, la reacción carpetovetónica de las jerarquías: es como cuando yo iba al instituto, la religión era obligatoria y, harto ya de todo, le decías al cura que tú no creías en nada de aquello. La reacción era furibunda, por supuesto, y el argumento más que endeble: te echaban en cara no creer en algo invisible, intangible e indemostrable. Todo lo contrario de Hawking, y de los avances experimentados en la astrofísica, que incluso ha demostrado la posibilidad (científica, no teológica) de la creación de materia del vacío. Sé que la física a esos niveles es algo totalmente incomprensible para nosotros, los mortales de a pie, pero ¿no es más improbable que un ser crease primero la luz y luego los astros?
De todos modos, hay algo que nadie, ni Hawking ni Karmele Marchante, podrán nunca explicar. Las leyes de la física se rebelan intentando aprehender un ser del planeta Tierra: la duquesa de Alba. ¿Por qué? Pues porque tiene una íntima relación con la percepción del universo tal y como la entendemos. Me explico: casi todos los días, antes del telediario de la 1, hay un programa de cotilleo ñoño (comparado con el cruento despelleje de otros programas). En él, una moza afirma siempre lo bien que está la duquesa de Alba, y acto seguido se produce la siguiente escena: vemos a una anciana inexpresiva a fuerza de kilos de bótox, con una boca del tamaño de aquellos comediscos de los años 60; algo se debate dentro de la cavidad bucal de la mujer, pues parece como si estuviera masticando un chicle, un chicle de proporciones gigantescas, seguramente debido a algún desarreglo nervioso. Acto seguido la mujer contesta, más o menos, a la pregunta de la entrevistadora, y ahí suena una voz similar a la del Pato Donald tras someterse a 20 electroshocks, entrecortada y difícilmente comprensible. Después, se ven imágenes de esta pobre anciana en biquini (¡Dios mío, aunque no existas te invoco!), acompañada por un galán funcionarial que más parece su nieto mayor. Es de lo más patético (en el sentido auténtico de la palabra, es decir, el patetismo, la tristeza, no el ridículo, como usa la gente ahora, traduciendo mal del inglés). La prensa rosa vende esto como un romance, y a la duquesa de Alba como una mujer en estado maravilloso pese a sus 82 años. Les sugiero que conozcan a mi padre, que también tiene 82 años: si les asombra la duquesa, mi padre está para las olimpiadas de Londres. Pero hay consenso sobre la duquesa, y yo me pregunto: ¿existirá un universo paralelo en que la duquesa se asemeja a Monica Belluci? ¿Puede la ciencia explicar esto? Rotundamente no.
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