No hablo de Louis ni de Neil, hablo de Lance, el tejano ciclista, ése que padeció un cáncer de testículos, y cuando se curó y regresó a la competición, ganó siete tours de Francia seguidos. Sí, siete. Y en siete años no tuvo ni una pájara, ni un leve desfallecimiento, ni un catarro, ni nada. ¿Hay alguien que se lo crea? Pues no. He visto correr a los más grandes de la historia, y siempre flaqueaban alguna vez; de hecho, incluso el más grande, Eddy Merckx, ganó el Tour 1971 y el Giro 1974 gracias a la fortuna. Hace 25 años un compatriota de Armstrong, Greg Lemmond (vencedor en tres tours), anunció que dejaba el ciclismo porque sucedía algo extraño: de un año para otro, así, de repente, todos los ciclistas del pelotón eran más rápidos, resistentes y guapos que él. ¿Cómo era posible? Fue cuando empezó la famosa EPO... época coincidente, por cierto, con la era de Indurain, asesorado sabiamente por su médico Sabino Padilla, famoso, entre otras cosas, por haber salpicado de dudas todas las empresas en que participó (ciclismo, maratón, fútbol), incluido el Ath. Bilbao, que tuvo su triste caso con Gurpegui.
En fin. Pues ahora resulta que Floyd Landis, otro ciclista norteamericano, antiguo gregario de Armstrong y desposeído de un tour por dopaje en favor de Pereiro, afirma que Armstrong y su equipo se hacían transfusiones de sangre, método de muy difícil detección. En Francia, nación que está siempre ojo avizor con respecto al dopaje, desconfiaban de Armstrong desde hacía mucho tiempo, y tal vez Landis les haya dado razones para desposeer al tejano de alguno de sus tours. Ojalá. Yo en este tema estoy absolutamente con la desposesión, llámese el ciclista como se llame (Delgado ganó un tour muy, muy polémico, por ejemplo, e Indurain decidió retirarse sorpresivamente cuando empezó a circular el rumor de que la EPO salpicaba a todos, y en mayor medida a los equipos españoles). Porque Armstrong, aparte de ser un personaje muy sospechoso, encima es el peor compañero de equipo de la historia: lo del Tour 2009 fue algo insólito en la historia del ciclismo, pues nunca antes un gregario había puesto a todo un equipo contra su líder (Contador), e incluso le había atacado: eso va contra los principios de este deporte, y sólo un bicho se podría atrever a hacer algo así. Un grandísimo campeón como Bernard Hinault afirmó que aquello era lo más vergonzoso que había visto en su vida, y celebró el triunfo del madrileño como si fuera propio. Ahora, que corra Armstrong el próximo tour, y ojalá Contador lo destroce, inmisericordemente, y ojalá el público le vuelva la espalda. Lo siento, pero siempre lo he sabido: es un tramposo, y morirá siéndolo. No me creo la ciencia-ficción, señores.
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