Todo el mundo tiene estrés. La petarda que sale en las tertulias de la tele lo tiene. Los profes lo tenemos. Los alumnos se estresan. Los controladores aéreos nos estresan, y dicen que ellos también se estresan. El gobierno se estresa, por supuesto, y la oposición, sólo de pensar que el PSOE cambie de candidato; también se estresa la economía, y qué decir de los bancos y las cajas (¡pobres! ¡cuánto sufro por ellos!). Pero lo que me resulta ya un poco cansino es que ahora se estresa hasta la pata de la silla. Vamos a ver. Los jardineros municipales hablan del estrés que sufren los árboles urbanos. Habrá que "desplantarlos", mandarlos unos meses a los Ancares, y volver a traerlos. Una especie de IMSERSO para las especies madereras, vaya. Los geranios de mis maceteros también se estresan, pero porque tienen el síndrome de abstinencia del tabaco: cuando no salgo a la terraza a fumar se les ve muy irritables. Pero lo que es el colmo es lo que oí hace un mes sobre el césped de los estadios. Tanto el césped del Bernabeu como el del Nou Camp sufrían (¡desdichados!), agárrense que tiene tela, "estrés pos-vacacional". Por favor... ¿Y dónde se nos cura el césped? ¿En la campiña irlandesa? ¿En Baden-Baden? Ya está bien de estupideces. El césped está requemado por el sol del verano, y punto. Esto es como cuando te encuentras un niño repelente e insoportable. Descuida, que o es un superdotado o es hiperactivo. Pues no. Es gilipollas.
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