Pues bien, esta obra de Eduardo Outeiro no es otra cosa que un palé, es decir, esa estructura de madera que hace de base para cargar grandes pesos de material de construcción, contenedores, etcétera. Al parecer la gracia del palé es que el autor lo ha restaurado, y así tenemos un palé del trinque, igualito que aquellos que vemos sujetando toneladas de baldosas para empedrar todas las calles de la ciudad, y además (y aquí entra la parte simbólico, conceptual) en vez de estar horizontal, está en sentido vertical. Macho, qué genialidad. La emoción me embarga, me consume, me subyuga. Papi, papi, yo también quiero un palé, dirán los niños de las futuras generaciones. Ah, el arte... qué cosa tan fascinante, ¿no? Algunos hablarán de Goya, Rembrandt, Velázquez, Cezanne... pero donde esté un palé, cuerpo a tierra, como dice mi padre.
2 comentarios:
Se ríen en nuestra cara. Aun recuerdo cuando en el viaje de la nieve pasamos por el Guggenheim. El montón de caramelos en el suelo o el palo clavado en la pared con tela enrollada me dejaron estupefacto.
PFF
Hace años fui con una amiga a ver dos exposiciones (una en una sala de un pueblo y otra en la Casa de la Parra) de un conocido artista gallego "multidisciplinar " (ojo al adjetivo!) . A mí no me gustó nada y a mi amiga tampoco. Años después en ARCO en Madrid el mismo artista expuso su obra (escultura, pintura, fotografía ...o sea "multidisciplinar " ) dentro de una galería gallega. Le dimos otra oportunidad y tampoco nos gustó. La galerista nos preguntó si nos gustaban las "performances " del artista a lo que mi amiga y yo contestamos como pudimos sin decir la verdad : NO. Cuando dejamos atrás las "performances "mi amiga exclamó : " Performances ? Para performance a da miña nai que cando ven da praza pon a froita nun prato e lle queda de p... madre ". Yo creo que nos toman un poco el pelo.
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