Tres latas vacías flotan al garete sobre las olas que van a romper contra el peñón. Son tres tamaños diferentes, tres envases que algún tiempo atrás contuvieron, de mayor a menor, los cadáveres untuosos de atunes, mejillones y anchoas. Su preferida es la más pequeña, vivaz y ligera como un barco pirata.
Barcas rojas, barcas blancas,
Gasas de lluvia, catedrales de niebla,
Sobre la zarca esfera inacabable.
Barcas rojas
Simón, aplastado contra la roca, extiende el brazo para recogerlas antes de que se hundan, y, con celo, con ternura, sacude el agua que ha inundado las sentinas y las vuelve a colocar sobre la lámina ondulante del mar.
Mercurio de la tarde, índigo del alba,
Esplendor mineral de los colosos
Que guardan los blandos caminos,
Barcas blancas
La marea se retira morosamente, las peñas emergen con la lentitud intimidatoria de los pasos largos que se aproximan con la mano en alto. Los plásticos del fondo, los hierros herrumbrosos, las botellas habitadas por los inquilinos del agua están ahora a la vista.
Los transparentes caminos plateados,
Los desiertos turquesa, grises, zaínos,
Adonde no llegan las velas
Barcas rojas
Jirones de árbol rasgan el cuerpo del agua,
El ejército del mar en retirada
Barcas blancas
A lo lejos ve su figura. Es pequeña, casi imperceptible, pero en unos minutos se habrá agigantado. El sol declina, la sombra se alarga. Se hunde
La luz a través de los dedos del pino
El crepúsculo ataca por la espalda
Barcas blancas
El mar se aleja, quién sabe adónde irá, quién sabe por qué volverá, quién sabe si rinde cuentas a alguien, si está endeudado con las montañas de la lejanía.
El cincel del niño borrando
El lenguaje de las gaviotas,
La mano del niño
Que aspira a detener bajamares
Barcas rojas
Barcas blancas
Se le distingue bien. Trae los aperos, la cara de pocos amigos, el aliento agrio, las manos duras, los pies torcidos, el ánimo sudoroso. Se hunde, a cámara lenta,
El rayo estival, rayo verde,
La luna del perro, luna gualda
Barcas rojas
Barcas blancas
El cuerpo del mar se retrae, no dice adiós, no dijo hola, está presente y está ausente.
La memoria eterna, congelada
El último recuerdo, los postreros días del sol
Que parece que siempre regresan, que creemos que nunca nos fallan
Hasta que un día no llegan
Barcas negras
Ha vencido a la marea. Simón la rescata del agua, orgulloso, luminoso, vibrante. Muchas veces ha soltado las naves al viento del norte, con la esperanza de que un día no regresen. Pero siempre lo hacen. Incomprensiblemente, siempre vuelven a aparecer en su playa, como si poseyesen una maroma invisible que los ata a ese pedazo de costa. No ocurrió así con su libro, el único libro que nunca tuvo, el que le dio el maestro, el que su padre arrojó al mar. Ahora los peces leen poemas. Por eso cada vez vienen menos, porque han comprendido lo que es la tristeza.
Los años que pasan, el tiempo perdido,
Las risas han partido a los verdes campos de los héroes
Las sirenas han muerto sobre los arrecifes
Las barcas rojas y blancas cabalgan sobre el lomo del reflujo. Unos pasos se acercan, y la tarde estalla en sombras. Y no duelen los golpes que recibe, ni duelen los gritos, ni las manos heladas, ni la cintura empapada, ni el rastrillo que ha de empuñar para secuestrar los seres que se esconden bajo la arena de bajamar, sino que duelen los años que pasan, el tiempo perdido, las risas que un día partieron a los campos de los héroes, las sirenas muertas en los arrecifes.
Barcas negras
3 comentarios:
Impresionante.
Ballena, Media Luna y V. D. ?
En efecto: Miss Janet Van Dyne, Ballena, etcétera.
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