Dicen que cuando nació Eladio Fontes, posteriormente conocido como O Burro, había señales en el cielo. En efecto, eran las fiestas de la Ascensión y estallaban los cohetes. Su madre pronosticó: "Será un randa o será fogueteiro". Fue lo primero. No en vano le llamaron O Burro tanto por sus pocas luces como por otro atributo que destacaba enormemente entre la masa común.
Su juventud fue un campo de aprendizaje sobre la seducción: no hubo prima ni vecina que saliera indemne a sus zarpas. Con el tiempo se fue avezando en ferias y fiestas rurales, hasta llegar a ser una leyenda dentro del galán rústico. Las tanteaba en la feria, las citaba para la fiesta, y allí, si la ingenua picaba, triunfaba y seguía celebrando después. Si no picaba, se reservaba la opción del día siguiente: nadie como él supo explotar las posibilidades de la sesión vermut: "Chejan con resaca, baixas de defensas", argumentaba sentando cátedra a su viejo amigo, Torcuato Santórum O Lince, hombre que atesoraba trece dioptrías en cada ojo y que vivía el sexo vicariamente a través de Eladio, al no poder casi ni vérselo.
Un día, en su madurez, fue al médico de familia, que le obligó a hacerse unos análisis. "Non creo nos analís", dijo él rotundamente. Cuando volvió para comprobar los resultados le sorprendió ver a la prensa en la consulta. Su médico de cabecera le hizo sentarse en una silla, permaneció de pie junto a él y mostró los resultados de los análisis a los reporteros afirmando a voz en grito: "¡Está vivo, es un milagro! ¡Este hombre vive con 1200 de colesterol y 28 de tensión!" Fue un gran momento de gloria para O Burro, portada en El Correo Gallego, y posteriormente entrevistado por Iker Jiménez.
El tiempo no pasó en vano, su sangre se había vuelto color País tinto y sus plaquetas color País blanco (tal vez, junto con el chacolí, los peores vinos del mundo), y sus andanzas en las fiestas de verano se espaciaron. Recurrió al IMSERSO, nuevo espacio para su vida depredadora. Destacaba poderosamente metiendo mano a sus compañeras de viaje a Benidorm, viudas y por tanto alegres. "Qué calavera eres, Burro", le decían, después de soltarle un bofetón. Él se reía, pero volvía a meter mano. Era O Burro, al fin y al cabo. Se dice que una octogenaria enamorada de él le regaló un pijama, por ver si podía vérselo quitar por la noche. Él dijo solemnemente: "Eu solo durmo cunhas jotas de Varón Dandy". Lo más insólito es que nunca había oído la frase de Marilyn Monroe. Creyó que era una marioneta de Herta Frankel.
La vida de O Burro acabó tristemente cuando O Lince pasó a recogerlo en su Seat Panda para ir a tomar tazas a Padrón. O Lince no se percató de que el contenedor contra el que chocó no era otro que su amigo O Burro. Lo detuvieron por homicidio involuntario, pero una vez hablaron con él, lo soltaron sin cargos y con dos botellas de Barrantes de regalo. Nunca superó este triste suceso O Lince, pero aún sigue tomando tazas.
A su entierro acudieron tantas mujeres que todos creyeron que había muerto un obispo o un gay. Todas tenían algo que decir de él, y casi ninguna algo bueno, pero allí estaban, como testigos de una especie inútil que se había acabado de extinguir, como ese pájaro llamado Dodo, que se extinguió de puro imbécil. O Lince quiso leer un sermón de despedida, pero leyó, y muy a duras penas, un folleto de ofertas de Carrefour. Fue la despedida que O Burro siempre habría soñado: le fascinaban las áreas comerciales, y fantaseaba con ser sesenta años más joven para explotar todas sus posibilidades.
Rezad una oración por O Burro, pues él también fue joven, e incluso delgado e hipotenso, como vosotros.
P:D: El curso ha terminado, y a partir de ahora me centraré en la nueva novela. Las dificultades para acceder a zonas WIFI donde estaré durante los dos próximos meses son tales que prácticamente, mis fieles, leales e insensatos lectores, me despido hasta comienzos de septiembre o finales de agosto. Volveré, que dijo McCarthur en Filipinas. Feliz verano y sed muy felices, que nos hace falta.
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