Hans Küng (Lucerna, 1928) ha redactado una carta que se publica hoy, jueves 15 de abril, en El País. Suelo tirar los periódicos, pero esta vez guardaré este artículo, porque pienso que puede entrar en la historia igual que otros edictos o mandatos del pasado. Porque en su carta abierta a los obispos católicos, Küng desmonta con frialdad analítica y pasión ecuménica todo el entramado de la jerarquía actual cuyo objetivo principal es acabar con el legado del Concilio Vaticano II, y regresar a Trento. Küng siempre ha sido un teólogo crítico, y ya fue uno de los responsables de la revolución del Concilio Vaticano II; perdió la licencia docente al publicar un libro sobre la imposibilidad de la infalibilidad papal en 1979, lo cual provocó su enfrentamiento con el inefable y ultraconservador papa polaco, Wojtila; pero pese a este apartamiento sigue siendo una voz respetada... y temida en la jerarquía.
Küng no deja títere con cabeza, empezando por Ratzinger: denuncia el regreso a la liturgia latina, el perdón a las facciones ultraconservadoras y antisemitas de la iglesia católica, el alejamiento y/o enfrentamiento con las demás religiones del Libro, la mascarada de los vergonzosos casos de pedofilia, el liquidamiento del VaticanoII, el mantenimiento de dogmas de fe que fueron inventandos siglos después de la muerte de Cristo. Küng no se dedica a repartir estopa porque sí, por rencor, venganza u otros motivos: escribe esta carta para que los obispos católicos sean conscientes de todo el mal que se está haciendo, de la oportunidad histórica de dar un giro radical y asumir los propios pecados, que son muchos. Pide una rebelión contra la alta jerarquía, un reconocimiento público de errores y pecados, una supresión del celibato obligatorio, una adecuación a estos tiempos, ya que de lo contrario la gente se alejará definitivamente de esta iglesia. Ahora vendrán los cavernícolas de la Conferencia Episcopal, enrocados en Trento, a mancillar el nombre de Hans Küng, un hombre decisivo en la marcha que quiso llevar a cabo la iglesia más humana y progresista de la historia, es decir, la de Juan XXIII, Pablo VI y el malogrado (quién sabe cómo) Juan Pablo I.
Es necesario leer la carta de Küng para entender muchas cosas... y para no entender la cerrazón de estos extraños hombres vaticanos que perdieron el oremus (nunca mejor dicho) y se lanzaron al monte, huyendo hacia atrás, siempre hacia atrás.
2 comentarios:
Yo tambien lo lei y la verdad es que esta muy, pero que muy bien.
Yo no suelo quedarme recortes, apenas tengo tres o cuatro, entre ellos dos de Antonio Gala (del que por otro lado no he sido capaz de terminar ningun libro y sus articulos no me suelen gustar) pero este que te transcribo me gustó mucho, tanto que lo tengo en el trabajo en un corcho de madera y de vez en cuando me gusta leerlo.
Ahi te va:
El laicismo distingue a Europa de Norteamérica y del Islam. Los administradores del misterio, que reproclaman exclusivos propietarios de le verdad, acaban siempre por barrer para dentro. La Iglesia tiene en eso una larga experiencia. Quiza habría que recordarle que Juan repite en su evangelio y en su primera carta una misma frase: A Dios nadie lo ha visto jamás. Y que su imagen ha sido inventada, en consecuencia, por una u otra religión. La religión es siempre cosa de los humanos, incitados por sacerdotes que van a hacer un Dios a su imagen y semejanza: protector de cosechas, benefactor, amenazador, todopoderoso, sanador, milagroso y vengativo. Jesús de Nazaret no quiso fundar una religión así. Sólo pidió que nos reuniéramos y que, en recuerdo suyo, compartiéramos el pan. Todo el resto es un triste montaje. El catolicismo es muy poco cristiano.
Yo tambien lo lei y la verdad es que esta muy, pero que muy bien.
Yo no suelo quedarme recortes, apenas tengo tres o cuatro, entre ellos dos de Antonio Gala (del que por otro lado no he sido capaz de terminar ningun libro y sus articulos no me suelen gustar) pero este que te transcribo me gustó mucho, tanto que lo tengo en el trabajo en un corcho de madera y de vez en cuando me gusta leerlo.
Ahi te va:
El laicismo distingue a Europa de Norteamérica y del Islam. Los administradores del misterio, que reproclaman exclusivos propietarios de le verdad, acaban siempre por barrer para dentro. La Iglesia tiene en eso una larga experiencia. Quiza habría que recordarle que Juan repite en su evangelio y en su primera carta una misma frase: A Dios nadie lo ha visto jamás. Y que su imagen ha sido inventada, en consecuencia, por una u otra religión. La religión es siempre cosa de los humanos, incitados por sacerdotes que van a hacer un Dios a su imagen y semejanza: protector de cosechas, benefactor, amenazador, todopoderoso, sanador, milagroso y vengativo. Jesús de Nazaret no quiso fundar una religión así. Sólo pidió que nos reuniéramos y que, en recuerdo suyo, compartiéramos el pan. Todo el resto es un triste montaje. El catolicismo es muy poco cristiano.
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