Los bares castizos o especiales han ido desapareciendo de las ciudades. La gente se empeña en reivindicar estatuas, nomenclaturas, jardines, aparcamientos, pero nadie reivindica esos bares, que son lo que da un toque especial a una ciudad, muy lejos de esa frialdad que confieren las franquicias.
Uno de esos bares, el Suárez, de Ponferrada, fue mi cuartel general duante años. Creo sinceramente que pasábamos más tiempo allí que en casa, y no es de extrañar, porque nunca ha vuelto a haber un lugar tan original en mi ciudad. El Suárez era un almacén de antigüedades (organillos, muebles diversos, instrumentos antiguos apilados de cualquier manera), y una caja de sorpresas. Los que iban por primera vez tenían que pasar ciertas pruebas iniciáticas: tenían la famosa flauta que te llenaba la cara de harina si soplabas, el teléfono que te soltaba una descarga eléctrica, la araña de pega que bajaba desde el techo y te daba un susto descomunal, cigarrillos explosivos...: aquello era una mezcla de los Santos Inocentes y Carnaval, pero todo en uno y a diario. Puedo afirmar que de los días más felices de mi vida (de nuestra vida, porque seguro que los dos Pedros, Gonzalo o Manolo piensan lo mismo) los pasé en este espacio tan extraño y tan conmovedor. El bar lo regentaban dos hermanos, Fito (el de la foto) y Jose (lo siento, Jose, pero no encontré foto), dos personas entrañables, especiales, de ésas que no abundan, y que fueron quienes le dieron ese toque genuino al bar. Es que hasta las tapas tenían sus nombres unívocos: Pazinger (patatas con panceta), Parabólicas (oreja con patatas)... Del Suárez surgió, además, la célebre Peña Camuñas, organizadora de todo tipo de bailoteo, guateque, sarao e, incluso, del primer desfile de Carnaval que se produjo en la ciudad (recuerdo que mi padre era concejal de Cultura y Deportes cuando esto sucedió: o sea que mi padre también tuvo algo de culpa). Digo con orgullo que formé parte de esa caterva de pirados, gracias a Zeus, y que incluso dibujé las pegatinas para alguna de las fiestas temáticas: conservo una sobre una fiesta de los sesenta. El éxito del Carnaval fue bastante sorprendente, pensando en que hacía cuarenta años que no se celebraba nada en mi ciudad, pero es que era increíble el poder de convocatoria que tenía el bar, democrático en su clientela heterodoxa: pijos, maoístas, pasotas, trotskistas, falangistas hedillistas, chistosos profesionales, anarquistas, peceros, fachas recalcitrantes... Era como un Arca de Noé de la Transición, como un camarote de los Mark en asunto de opciones.
Desgraciadamente, un incendio arruinó el local en los ochenta, y ahora no queda nada del edificio. Aún hoy cuando paso por allí sueño con que milagrosamente reapareciera el Suárez, en un pliegue de espacio-tiempo a lo Donnie Darko.
Fito y Jose, perdido el antiguo negocio familiar, se dedicaron a la compraventa de libros y antigüedades. Ahora tienen la librería Cajón de Sastre, cerca de la plaza de abastos de Ponferrada. La librería guarda el mismo espíritu abigarrado del Suárez, por eso me gusta. La última vez que estuve con ellos me comentaron que historiadores británicos de talla mundial como Hugh Thomas o Paul Preston les han encargado libros, ¡e incluso la biblioteca de El Vaticano! Estaba claro que estos chicos iban a llegar lejos. Si estáis interesados en adquirir libros descatalogados o antiguos, podéis recurrir a ellos. de hecho, están muy bien colocados en la lista de Google de este tipo de librerías. Son unos cracks. La página web es www.libreriacajondesastre.com.
Desde aquí mando un saludo para los entrañables hermanos Suárez, Fito y Jose. Qué estupendas fueron estas generaciones pre-hip-hop, en las que la inclinación a la cultura era una tendencia natural, y se consideraba algo plausible. No se había inventado aún Gran Hermano, claro.
4 comentarios:
Buen lugar el Suarez, si. Probablemente el mejor.
Tienes razon, somos muy dados a cargarnos determinados lugares, hasta hace poco se incluian en este apartado determinados edificio y/o casas, a las que ahora parece que se va teniendo algo de respeto.
Las plazas y calles son cuestion aparte porque se conservan todas iguales, iguales entre ellas quiero decir: los mismos adoquines, las mismas farolas, los mismos bancos ... igual te da pasear por A Coruña que por Las Palmas. ¿Formará esto parte de eso que llaman la globalizacion?
En este tema los vecinos franceses me dan mucha envidia al igual que los portugueses aunque no estoy seguro de que estos ultimos lo hayan hecho a proposito, mas bien a veces me da la sensacion de que no les ha quedado otra.
(De nuestra epoca tambien añadiria El Bolo, nada que ver con el Suarez en cuanto a originalidad pero con unas caracteristicas muy propias)
http://www.facebook.com/photo.php?fbid=10200220307851169&set=o.321692254573498&type=1&theater
ahi en esa direccion de facebook esta una foto del bar suarez si ni puedes verla mi correo es luisaznar@hotmail.com y te la envio saludos paisanos
Muchas gracias, Luis, y tienes toda la razón: El Bolo marcó una época. ¡Cómo lo echo de menos, en primavera o verano, bajo la parra!
Miguel
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