Son las 6:15 de la tarde del miércoles 24 de febrero, y esto es Vigo. Hoy fuimos a clase con la recomendación de la Consellería de Educación de que los alumnos no estuvieran al aire libre, ya que se esperaban vientos y tormentas, como así fue. La flota está amarrada, y la previsión del tiempo para mañana es bastante horrorosa. Y acabo hablando de las impopulares (para los padres de los alumnos) suspensiones de clases con respecto a la llegada de temporales a la costa, y debo notar que se dan ciertas peculiaridades en el gobierno gallego. Hay veces en que no se actúa, se minimiza el potencial del meteoro que se avecina, y ocurren ciertas o relativas catástrofes; otras en que se actúa en previsión, pero las críticas por parte de la opinión pública arrecian después porque el temporal no fue suficientemente fuerte como para suspenderlas (y de este modo los padres tienen que hacerse cargo o conseguir que alguien se haga cargo de sus hijos); otras en que se actúa y nadie dice nada porque las consecuencias de no haber actuado habrían sido fatales. Pero como este último caso es el que menos se da, ¿qué genialidad se le ha ocurrido a la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia para curarse en salud? ¡Pues que decidan los directores de los colegios e institutos lo que se hace, si se va o no, si se suspenden las clases o no! Es una genialidad, es algo digno de Maquiavelo. Si se va y no no ocurre nada, pues no pasa nada. Si ocurre algo, la culpa es de los directores, que son quienes han de tomar la decisión, con lo que esta Consellería toma las maneras de Poncio Pilatos. Y además, de esta modo el enemigo del ciudadano no-profesor que tiene que buscar acomodo a sus vástagos no es un ente abstracto, sino una persona de carne y hueso: o bien el director que, por culpa de su deseo férreo de que no se pierda ni un día de clase, es responsable del accidente que puedan sufrir alumnos en su trayecto (o dentro) del centro escolar; o bien el director que las suspende (no por interés de la seguridad de sus alumnos, por supuesto: sólo por su propio interés y el de sus malvados colegas) sin que después el temporal sea gran cosa. Esos son los dos enemigos públicos potenciales. Porque en caso de que un director decida suspender las clases y justamente ese día el centro vacío de alumnos se derrumbe, o salga volando su tejado, descuidad que a ese director nadie le va a poner una medalla. Y si no, al tiempo.
En fin, que mañana vamos a ir a clase con una previsión de vientos de más de cien kilómetros por hora, tormentas y lluvias fuertes. Los que vayáis andando al insti, cuidado con las cornisas, tiestos y antenas, que muchas veces se caen. Ojalá no pase nada, pero que quede claro que esto es una irresponsabilidad inconcebible de la Xunta. Ni por quedar bien con un sector de la población, ni porque la vez anterior en que se suspendieron las clases el temporal no fue tal se debe poner en riesgo a la gente.
Son las 6:20 de la tarde. No sé si habrá más novedades. Corto.
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