lunes, 8 de febrero de 2010

La leyenda del tío Aurelio


Siguiendo con la épica familiar, creo poder afirmar que casi todas las famlias han poseído o poseen algún miembro que se sale de lo común, algún personaje valleinclanesco, picaresco o pérezrevertesiano. Es el caso del tío Aurelio (unamos las tres opciones), tío de mi madre, una persona que vivió al margen del desconcierto que sus hechos provocaban. Ignoro si todos los hechos son ciertos, o si, como toda crónica legendaria, la realidad se ha ido agrandando y embelleciendo hasta el tiempo actual. pero estos son los sucesos que yo he conocido.
El tío Aurelio, soñador y fanasioso, decidió un día escaparse de casa a los catorce años para luchar en la guerra civil. Se dice que, como muchas personas, creía que la guerra era un territorio bellísimo en que se ejecutan gestas de eterno recuerdo, y no un pantano infecto donde todo es muerte y destrucción. Según parece lo pillaron a pocos kilómetros de Santiago y lo devolvieron a su casa, donde debió de recibir una zurra, esa sí, épica.
Sus deseos de gloria, acción y honor no se mitigaron. Sin ser una personaa de convicciones políticas, se alistó en la División Azul, al lado de falangistas convencidos, anticomunistas acérrimos, comunistas que ansiaban llegar al frente y cambiar de bando, republicanos que deseaban redimirse ante el Régimen, gente ávida por conocer mundo y aventureros en estado puro. Estas dos eran las casillas del tío Aurelio, que seguía buscando en la guerra el esplendor del gerifalte, el brillo de las chorreras, la horterada del entorchado. Queda claro que en los años cuarenta en España hacer turismo estaba harto complicado.
Y en 1942 estaba en el frente de Leningrado, donde uno de cada dos divisionarios murió, quedó inválido o fue hecho prisionerro. Allí, también, en uno de los inviernos más crudos que recuerda el siglo XX, se le congeló la punta de la nariz, lo cual, añadido a los trazos venosos a causa de su ingesta de vino poco mesurada, daba a su cara de grillo aceitunado un aspecto momificado. Fue desmovilizado en 1943, posiblemente, cuando Franco, en una de sus memorables acrobacias de ambigüedad súpergalaica, y debido a su pronóstico de que la guerra se le había torcido a Adolfo, decidió que España ya ni era pro-alemana ni pro-aliada.
En su regreso nunca olvidó Rusia ni a su gente, a la que consideraba maravillosa. Esto era algo curioso, ya que había ido allí a matar rusos. Pero las contradicciones de esta vida llenarían el embalse de Belesar. Murió un día, pero debía de haber muerto unas seis veces antes. Nadie se explicaba cómo un ser con ese continente tan escueto, ese ser escuchimizado, enclenque, de aspecto famélico, luchaba a brazo partido con la Muerte y salía ganando una y otra vez. se llegó a pensar que nunca moriría, pero la Muerte fue aún más testaruda que él.
Gracias a las andanzas del tío Aurelio escribí mi primera novela, inédita como muchas otras. Gacias a su historia pude saber que era capaz de escribir un relato largo, y por eso le estoy muy agradecido, por la materia rusa que nos proporcionó. Es una lástima que no tenga fotos suyas. Por eso, añado esa foto famosa del general Muñoz Grande arengando a las tropas. Tal vez una de esas sombras que se van difuminando, uno de esos hombres que formaban, que tenían un 50% de posibilidades de morir, fuera él, soñando en batallas medievales en que los dos ejércitos mostraban sus pendones, su honor, y su gloria. Pobre Aurelio: se confundió de siglo.

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