CANCIONES QUE DEBES CONOCER E INCLUSO ESCUCHAR
Para cualquiera se hace obvio que hay evidentes paralelismos entre Dylan y Calamaro. Solo hace falta ver las fotos de ambos, las portadas de los álbumes para saber que Andrés Calamaro se inspiró en Bob Dylan cuando realizó Honestidad Brutal (1999). Pero no en cualquier etapa de Dylan, sino en una específica, la de su elepé Blood on the Tracks. ¿por qué? La razón del mimetismo es la siguiente: Dylan sacó ese disco “inspirado” por su tumultuosa separación de Sara Lowndes (de hecho, dos años más tarde, en su álbum Desiree, le volvió a dedicar la canción Sara). Calamaro, pues, siguió el camino del maestro tanto en el concepto del álbum que iba grabando, como en su fraseo al cantar, como en la estética que adoptó: pelo rizo revuelto, gafas de sol ocultando las ojeras y los ojos inyectados en sangre. Parece mentira , pero ese año fue telonero de Dylan en España. Será que estaba predestinado.
Por lo tanto, Honestidad Brutal, más allá de un disco en que tienen cabida homenajes (a su abuelo Miguel, a Maradona, a Buenos Aires, al tango, a las rancheras), parece ser, ni más ni menos, un ajuste de cuentas con su pareja. Tenemos una antología del amante despechado, del que se resigna, del que muestra su desprecio a la que lo ha dejado, del que confiesa sus carencias, del que se reivindica pese a todo (no siempre con muy buen gusto, la verdad: “soy comandante de tu parte de delante” es uno de los versos más desafortunados de Calamaro, me temo). Y de entre esas treintaisiete canciones en que casi todo tiene cabida, sobre todo el amor, resplandece una: Paloma.
Calamaro confesó que no era consciente del valor de esta canción hasta que notó que se la pedían en todos los conciertos. El mismo Quique González añade siempre una estrofa de Paloma en su versión en directo de Pequeño rock and roll, otra de las joyas del rock hispano. Que Calamaro no lo advirtiese no es de extrañar, dada la vorágine de música y drogas en que estuvo inmerso en esos años. Qué lástima que este último calamaro haya perdido aquella incandescencia que poseía... aunque, por otro lado, menos mal, porque de seguir así a lo peor ahora hablaba de su obituario. Pero Paloma es una canción… No. Paloma es la canción. Es la canción que fluye lenta y al tiempo tempestuosamente, que podría empezar eternamente con esos acordes eléctricos poderosos (¡cómo me gusta lo eléctrico, las tardes, los cuerpos eléctricos!), que también podría sonar hasta la eternidad, a la que podríamos añadir cincuenta estrofas más sin llegar a cansarnos, Paloma es la canción que te comprime los pulmones y dinamita los lacrimales, que hace que salga el gas de los mecheros en los conciertos, que hace que cinco, diez mil cerebros se amalgamen en uno solo, Paloma es un sacrificio ritual, sin principio ni final, no puedo vivir sin ella. Aaaa.
A Manolo Pedrido, que sueña desiertos y leones allá en México.
Calamaro confesó que no era consciente del valor de esta canción hasta que notó que se la pedían en todos los conciertos. El mismo Quique González añade siempre una estrofa de Paloma en su versión en directo de Pequeño rock and roll, otra de las joyas del rock hispano. Que Calamaro no lo advirtiese no es de extrañar, dada la vorágine de música y drogas en que estuvo inmerso en esos años. Qué lástima que este último calamaro haya perdido aquella incandescencia que poseía... aunque, por otro lado, menos mal, porque de seguir así a lo peor ahora hablaba de su obituario. Pero Paloma es una canción… No. Paloma es la canción. Es la canción que fluye lenta y al tiempo tempestuosamente, que podría empezar eternamente con esos acordes eléctricos poderosos (¡cómo me gusta lo eléctrico, las tardes, los cuerpos eléctricos!), que también podría sonar hasta la eternidad, a la que podríamos añadir cincuenta estrofas más sin llegar a cansarnos, Paloma es la canción que te comprime los pulmones y dinamita los lacrimales, que hace que salga el gas de los mecheros en los conciertos, que hace que cinco, diez mil cerebros se amalgamen en uno solo, Paloma es un sacrificio ritual, sin principio ni final, no puedo vivir sin ella. Aaaa.
A Manolo Pedrido, que sueña desiertos y leones allá en México.
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