La primera reacción al
terminar la lectura de ‘El asedio’ es la de
preguntarnos si el autor podía
haberla alargado, y ese es
otro mérito de Furelos: el lector se pregunta por la
posible continuación
de los personajes, por las
andanzas de esa especie de fantasmas que recorren el
pueblo de Vega,
en el espacio mítico de
Zabiega, nombre formado - según creo- por las
iniciales de Zamora, el Bierzo y Galicia,
y que se encuadra en el grupo de los territorios míticos que tanto
juego han dado en
la literatura de las últimas
décadas: la referencia más obvia es ‘Pedro Páramo’ y Juan
Rulfo, y
no solo por la utilización
narrativa de un lugar imaginario que a la vez
podemos situar de forma
aproximada en el mapa, sino
por la conversión de ese paisaje en un
personaje en sí mismo, que
interviene en las conductas
de los personajes. ‘El asedio’ transmite un
desasosiego que se ve
remarcado desde el inicio, de
gran fuerza narrativa: “Dicen que la arena va
cubriendo las
ciudades, los campos y los
valles… Dicen que varias ciudades están
asediadas, que hay grandes
caravanas de gente que huye
hacia el nordeste. Las radios silencian la
verdad, la televisión hace tiempo
que no emite, los teléfonos
no funcionan”. A ese lugar que recuerda a
Comala, pero también
a la Santa María de Onetti o
al condado impronunciable de Faulkner, y que
probablemente
quede muy cerca de la región
de Juan Benet, un sitio que en puridad no está
en ninguna parte y
sobre el que se cierne una
amenaza similar a la del desierto de los tártaros
de Dino Buzzati, a ese
pueblo de Vega, llega un
visitante al que todos sus vecinos conocen y que no
deja indiferente a
ninguno de ellos, que reviven
antiguos amores, disputas por propiedades,
rivalidades familiares
y hasta engaños cometidos por
las fuerzas vivas que creyeron muerto al recién
llegado.
‘El asedio’ modula las diferentes voces
de los narradores, de manera que asistimos a la
vida cotidiana de
Vega en los días anteriores a
la celebración del Zarrajo, un rito ancestral
que se celebra en la
zona y alrededor del cual se
van desencadenando los acontecimientos, mediante
una superposición de
capítulos cortos como la
propia obra, construidos con frases
intensas que nos van
proporcionando las diferentes
reacciones de los vecinos y los recuerdos que
en ellos despierta el
recién llegado.‘El asedio’
avanza así hacia una conclusión que parecía la única posible desde el principio, culminando en una última
página tan contenida como la obra entera y tan llena de fuerza narrativa como
los breves capítulos que la van precediendo... Un libro excelente.
Bueno, ¿qué puedo decir? Además, viniendo de un crítico-lector con los conocimientos y la intuición de Tomás Ruibal, solo puedo dar saltos de alegría.
1 comentario:
Moitos parabéns Miguel
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