Cuando nació Miguel, en 1993, contratamos a una mujer para que viniera a casa a cuidarlo y hacer las faenas del hogar mientras estábamos fuera. Esa mujer se llamaba Cristina, y poco a poco fuimos descubriendo la historia que se escondía detrás de aquella fachada de mujer guapa, de rompe y rasga, optimista, burlona y de armas tomar (no he puesto ninguna foto porque creo que las que tengo no le hacen justicia). Porque detrás de la "nanny" que cuidaba y hacía las labores del hogar estaba una mujer que estuvo casada con un cargo importante de una compañía petrolífera española, que llevaba un gran tren de vida, y que se enamoró de un empresario conservero famosísimo: corrían los principios de los años setenta en Vigo.
Esta es la historia, según la versión que ella (en compañía de otros) nos relató:
El marido de Cristina era conocedor del adulterio de su mujer, e incluso el empresario habló con el marido, y le propuso que Cristina viviera fuera de la ciudad para evitar escándalos, aparte de una compensación que me imagino sería enorme. Pero el marido dijo que aceptaría si Cristina renunciaba a la tutela de sus dos hijas. Cristina no aceptó esto, e intentó apartarse del empresario... pero ambos fueron incapaces de estar separados, y volvieron a unirse. Aquí empezó el cúmulo de circunstancias que llevaron al desastre.
Mientras tanto, en Vigo se había desatado uno de los mayores escándalos del franquismo: el caso Reace, conocido como "el aceite de Redondela"; Reace era una empresa en la cual estaba como socio nada menos que el hermano de Franco, Nicolás. La desaparición fraudulenta de 4 millones de litros de aceite preparados para el mercado provocó una retahíla de muertes en extrañas circunstancias: el denunciante del caso apareció muerto en Sevilla, junto con su mujer y su hija. Uno de los implicados apareció muerto en la cárcel. También un taxista falleció en circunstancias anómalas: una red de corrupción y violencia operaba desde las más altas instancias del estado hasta los niveles más anónimos de Vigo. Luego veremos cómo se anuda la historia.
Un día, Cristina regaló a su amante un cortaplumas por su cumpleaños. Cito esto porque, como decían los formalistas rusos, "si nombras una escopeta al principio del relato, ésta deberá ser utilizada al final". El empresario la colocó en su despacho. Una mañana apareció el marido de Cristina. Aprovechó un descuido del empresario para destrozarle las manos con un pisapapeles, y después se abalanzó sobre él, matándolo tras varias cuchilladas con el cortaplumas que Cristina le había regalado. Horas más tarde Cristina subía a visitar a su amante cuando supo lo sucedido, y se desmayó de la impresión.
Muy literarias son, también, las semanas que pasaron entre el homicidio y el arresto del marido; Cristina comentaba el pánico que sentía comiendo y durmiendo al lado del hombre que, de esto estaba convencida, había asesinado a su gran amor. Con el arresto llegó el juicio, y toda la verdad salió a la luz, causando un verdadero colapso en la ciudad y en el resto de España. La gente comentaba que el marido estaba también implicado de algún modo en el caso Reace, y que lo habían usado como cabeza de turco, matando así dos pájaros de un tiro. Insisto: esta es la versión de gente que vivió el caso muy de cerca: no pretendo juzgar lo que es cierto o lo que no.
Después del juicio, el hombre fue condenado a algunos años de prisión, con el atenuante del honor agraviado (él, que era consentidor) y el crimen pasional (él, que aparentemente estudió a la perfección el momento del asesinato). Un año más tarde salió libre gracias al indulto general por la muerte de Franco ... y la compañía para la que trabajaba le conservó el puesto en otra ciudad, La Coruña. Cristina, adúltera según las leyes de la época, fue desposeída de la tutela de sus dos hijas, que pasaron a vivir con la familia de él en La Coruña. Ella, que había vivido a lo grande, pasó a tener que trabajar limpiando pisos, bingos, o cuidando niños, como fue nuestro caso. Nunca se le cayeron los anillos, debo decir. Es triste saber la alegría que provocó la caída de Cristina en la sociedad "bien" de Vigo, sobre todo a las mujeres (los hombres hablarían con la boca chica, porque Cristina era el objeto de deseo de todo hombre de aquellos tiempos).
Cristina sólo pudo ver dos veces a sus hijas. Una, cuando asistió sin ser vista a la boda de la mayor en La Coruña. La otra, un mes antes de su muerte, lo cual hace todo aún más novelesco. Su hija pequeña la llamó porque quería hablar con ella (después de 25 años). Cristina comentó su horrible decepción por la frialdad con la que transcurrió el encuentro. Era su hija, pero la sintió muy lejana, muy diferente a ella, que siempre afirmaba lo siguiente: "Siempre me he dejado llevar por el corazón, no por la cabeza. Y así me ha ido". Genio y figura.
La última vez que la vimos fue un viernes, de 1999 0 2000, no estoy seguro. Había ido a la peluquería, y estaba guapísima. Yo se lo dije, lo recuerdo perfectamente, y ella expandió aquella sonrisa suya, como de niña traviesa y lista. Ese día se iba a Madrid con unos amigos. Estaba ilusionadísima, porque hacía muchísimo que no podía viajar. Recuerdo que lo último que le dijimos fue que se lo iba a pasar estupendamente. Nos dimos un beso de despedida. Un día después, Cristina murió en Madrid mientras dormía, de un infarto masivo. Fue una de las noticias que más nos han conmocionado en nuestra vida.
He omitido el resto de los nombres, aunque todos los que sepan algo de esos años los pueden imaginar. Nunca sabremos la verdad de todo lo que sucedió, eso es lo único que sabemos a ciencia cierta.
1 comentario:
segun tenía entendido esa chica cristina murió en la carcel de un derrame cerebral....que su ex-marido se fue a vivir a coruña es cierto en fin una pena de todos modos
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