El caso opuesto es el general Videla, felizmente condenado a la cárcel (morirá en ella) por crímenes contra la humanidad durante los años siniestros de la dictadura militar argentina. En el rostro de
ese miserable no se traslucía remordimiento de ningún tipo. La única pena es que sea tan mayor y vaya a pasar tan poco tiempo en la cárcel. Pero una gran victoria, que no se consiguió con Pinochet, es que muera en ella.
jueves, 23 de diciembre de 2010
Un caso de honradez retroactiva
Acabo de oír en la radio lo siguiente: un hombre entra en una ferretería y entrega una cantidad de dinero al dueño. El dueño, perplejo, le pregunta la razón de esa entrega. El hombre confiesa que treinta años atrás robó un martillo en esa misma ferretería, y, por fin, tal vez obsesionado por tamaño crimen durante nada menos que tres décadas, decidió devolverle el dinero al propietario. No se especifica si aplicó el IPC al robo (la cuenta sería astronómica, pensando en la inflación de esas décadas pasadas) o si simplemente abonó lo que hoy en día costaría un martillo. Lo claro es que más vale tarde que nunca. No me imagino a ese hombre torturado durante tantos años por el hecho de haber robado un martillo, ni siquiera aunque éste fuera de la marca Bellota. ¿Es honradez o simplemente puros remordimientos? Nunca lo sabremos.
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