martes, 7 de diciembre de 2010

La mirada más inocente/malévola


Si hablé de Mitchum y Peck como rostros contrapuestos, creo que debería hablar del rostro más inocente, más hipnotizante que he visto en el cine. Su nombre era Montgomery Clift, y la película era ¿Vencedores o vencidos?, basada en el célebre proceso de Nüremberg a los dirigentes nazis en 1948. En la película, Clift representaba a Rudolph Petersen, un panadero alemán con un retraso intelectual que fue esterilizado (es decir, castrado) por los médicos nazis, siguiendo el dictado de la eugenesia según el credo de la pureza de la raza. Clift mira a la cámara como un hombre asustado, abrumado, ignorante, y totalmente inocente. Es la inocencia en estado puro, la candidez de un hombre con mente de niño que sufrió la crueldad atroz del nazismo. Y es coincidencia, pero el fiscal acusador en la película no era otro que Richard Widmark. Pero no sólo en un papel tan trágico y extremo hallamos esa luz especial en Clift. En Vidas rebeldes, dirigida por el gran John Huston, y obra póstuma de la legendaria Marilyn Monroe, Clift vuelve a capturar la cámara, a apoderarse de ella, con esa sonrisa de una bondad infinita, en ese western crepuscular de derrotados, de inadaptados. Como icono cinematográfico, Clift fue uno de los más gr
andes. Aún recuerdo ahora una película en que compartió cartel con Elizabeth Taylor, Un lugar en el sol. No sé si fue ese blanco y negro tan especial, no sé si fue que ambos estaban en su plenitud, pero sí sé que nunca he visto a dos animales de tal belleza juntos como en la famosa escena del baile.
El contrapunto a la inocencia de Clift no puede ser otro que una mujer irrepetible en sus papeles malévolos: Bette Davis. Pocas veces una cara ha dado para tanto, muy infrecuentemente alguien ha bordado sus papeles como ella, un auténtico monstruo del cine eterno. Davis tiene decenas de películas memorables, claro,
pero hay una que siempre me ha fascinado: la truculenta y siniestra ¿Qué fue de Baby Jane? En ella, Davis, ya una mujer de edad, es la hermana pequeña de una antigua estrella de cine que está paralítica: nada menos que Joan Crawford. Ésta última tiene que soportar todas las vejaciones, toda la
crueldad en aumento por parte de su hermana. Pocas veces he visto en una película esa contraposición inocencia-perversidad llegar hasta los límites del duro y genial film de Robert Aldrich. Y me da lástima decir esto, pero los actores y actrices actuales están a años luz del carisma que poseían aquellos monstruos de la pantalla. Sí, ya sé que algunos mantienen el tipo perfectamente, como Meryl Streep, o Al Pacino, o Kevin Spacey, Helen Mirren, y otros. Pero les falta algo, aquel apoderarse de la luz, de las ondas vibrantes que la constituyen. Será que estoy nostálgico.

1 comentario:

pedro dijo...

Pues si Elizabeth Taylor fue probablemente la mayor belleza del cine aunque yo creo que deslumbró mas en Gigante donde compartió cartelera con otro de los mas atractivos James Dean. Hay una escena en un tren, poco despues de casarse con Rock Hudson, en la que enseña un poco de paletilla !! es para recogerla en un calendario !!

De todas maneras hay una actriz que no tiene nada que envidiarle en cuanto a belleza e incluso la supera: Ava Gadner. Lo que pasa es que mientras la primera es de una sensualidad mas sublime la segunda es puro erotismo.